“Si fallaste ayer no importa. Hoy tienes la oportunidad de comenzar de nuevo… más inteligentemente” – Anónimo
Hay momentos en los que el mundo se abre bajo nuestros pies, en los que parece que un abismo nos traga, en los que la luz del sol desaparece y todo a nuestro alrededor son llantos y crujir de dientes… estas situaciones lamentablemente se dan en nuestras vidas, y si lo decimos es porque las hemos vivido. Son esos momentos en los que tienes que elegir “pastilla roja o pastilla azul”. Podemos optar por dejarnos llevar, por bajar los brazos, por esconder la cabeza en un hoyo, tal cual hacen los avestruces. Podemos dedicar el resto de nuestra existencia a lamentarnos, a mirar al cielo y a decir ¿por qué a mí? Podemos buscar culpables, pasarnos toda nuestra existencia lamentándonos de nuestra jodida mala suerte.
Seguro no faltará quién venga con mayor o menor verdad, a darnos sus condolencias, a hacer que nos sintamos mejor pasándonos la mano por el lomo, y ahí nos apoltronaremos, en la cómoda sala de la pena. Contaremos una y otra vez, lo tristes que estamos, lo que duele haber perdido, o no haber llegado, o no conseguirlo. Hablaremos de lo que pudo haber sido y no fue. De lo cerca que estuvimos, de lo que lo merecíamos, de que era nuestro. Y así seguiremos dando lástima, bajando la mirada, languideciendo el rostro… Intentaremos de esta manera provocar la condescendencia, que nos den la razón, que nos recuerden lo grandes que somos, y lo injusta que ha sido la vida, los demás, los grandes, los chicos, los verdes, los naranjas con nosotros. Cada nueva vuelta al regodeo de nuestra miseria particular, servirán para encontrar nuevas aristas culpables, nuevas víctimas propiciatorias sobre las que volcar nuestra bilis, ocultando nuestra impotencia, o nuestra ineptitud, o nuestra cobardía, o nuestra falta de humildad, o nuestro no saber hacer…
Cuando todo se tuerce, cuando los planes no salen como queremos, esta puede ser nuestra actitud. Este el camino fácil, y seguro que la mayoría lo verá bien, aunque a nuestras espaldas nos traten de pusilánimes, de débiles, de incapaces… sabiendo en lo más íntimo de su ser, que llegado el caso harían lo mismo.
Pero luego está la otra opción. La de elegir cambiar. La de elegir remangarse y dar la vuelta a las cosas. La que supone estar dispuestos a sufrir, a darlo todo, a no dejar ni una mijita en el tintero, por cambiar las cosas, por mejorar la situación, por intentarlo de nuevo, por aprender de los errores y volver a intentarlo. Nadie nace enseñado. Todos y todas hemos de aprender y a veces el proceso de aprendizaje es muy duro, pero es necesario que creamos, y por supuesto que queramos. No para un rato, no para un momento, si no para siempre y para todo. Pueden llamarme loco, pero no cobarde. Pueden pensar en que somos temerarios, pero desde luego lo preferimos mil veces antes de quedarnos regodeándonos en la miseria, llorando por lo que pudo haber sido y no fue, y sin hacer nada para cambiar, para mejorar, para arreglar, o simplemente para marcarnos nuevos objetivos, para buscar nuevos caminos, nuevos retos, que incluso puedan superior a los anteriores.
Llorar por los rincones no es una opción, no es nuestra opción. Apostamos por la vida, por la lucha por el cambio, por morir en el intento, pero desde luego no por languidecer y podrirnos como ese tomate que se queda olvidado en el fondo del cajón de las verduras del frigorífico, del que nadie echa cuentas, mientras el tiempo va pasando, y sólo un día cuando ya el hedor es insoportable, buscamos su procedencia, y entonces, directamente va a la basura, a ser posible, en la parte más profunda. Aquel tomate que pudo haber sido parte de un guiso artístico, o de un exquisito gazpacho, o al menos haber alegrado el pan de un bocata de sábado por la noche, cuando vuelves hambriento… Aquel tomate no ha sido nada, sólo un elemento pestoso que además puede que haya contagiado al resto de verduras del cajón, y así podremos decir, es que el tomate fue el causante de que se echara a perder el pimiento o la berenjena. El tomate no pudo elegir salir del cajón, pero nosotros sí. Así que nos negamos a pudrirnos en un rincón, pensando en los manjares a los que podíamos haber acompañado o incluso en los que me podíamos habernos convertido.
Optamos por la lucha, por la batalla, por no dejar que la pena nos consuma o por no rendirnos ante la mala suerte. La suerte no es buena o mala, nosotros la convertimos en una u otra cosa, con nuestras acciones, así que hagámosla buena, porque no dejemos de hacer. Porque siempre hay un nuevo comenzar, si estamos dispuestos a ello, y si somos lo suficientemente humildes cómo para reconocer en lo que nos hemos equivocado y aprendemos de ello. Tal vez el nuevo camino que emprendas sea mejor que el anterior… si no lo intentas, no lo sabrás…
“La valentía más grande del ser humano es mantenerse de pie, cuando se está cayendo a pedazos por dentro” – Anómimo
Qué fácil es parecer grande cuando las cosas van bien. Cuando lo que se oyen son trompetas y fanfarrias, o cantos de sirena, en esos momentos es muy fácil bailar bajo la luna, saltar las olas, aullar con los lobos… Mientras la diosa fortuna nos sonríe, nos sentimos poderosos y poderosas, miramos desafiantes a propios y extraños, y todo porqué, porque somos geniales, nos vemos geniales, el mundo nos hace sentir geniales y ahí estamos, en lo más alto de nuestra atalaya, desde la que oteamos el horizontes y desde la que muchas veces nos permitimos el lujo de ser condescendientes con el resto del universo, cometiendo un error tan atroz como olvidarnos de la más importantes de las virtudes, sobre todo cuando las cosas nos van súper.
Nos estamos refiriendo a la humildad, por supuesto. A esa compañera de viaje que es la primera que solemos olvidar en cuanto llega su prima la soberbia, que arrincona a la humildad y se presenta ante nosotros como poseedora de la verdad absoluta. Convence a nuestro ego, y entonces irremediablemente nos hemos perdido.
Ahí es cuando demostramos de verdad cuán ruines y necios podemos llegar a ser y que la estupidez propia del género humano, realmente no tiene límites. Ser águila cuando el sol brilla en el horizonte y cuando nuestra corte nos rinde pleitesía, sinceramente no tiene mérito alguno, si apuramos, más bien todo lo contrario.
Ahora bien, cuando se tornan pintas, la cosa cambia. Cuando nuestro mundo se vuelve negro, las luces se apagan y lo único que vemos si levantamos la vista, es puro lodo, ahhhh… eso es ya otra historia. Y realmente lo es, porque el panorama no es nada atractivo, pero ahí es donde hay que demostrar de qué material se está hecho, y de verdad cuál es nuestra valía y nuestro valor.
Aquí es realmente cuando descubrimos si en nuestro interior habita un pajarito asustadizo, que prefiere esconderse en su nido, esperando a que escampe, a que vuelva a salir el sol o a que pase la tormenta, o sin embargo si nuestro espíritu es realmente de guerrero o guerrera. Si ante la dificultad y la adversidad somos capaces de crecernos, de sacar lo mejor de nuestro interior, y sobre todo de aprender de los errores, de reconocer nuestros fallos humildemente, de pedir ayuda, y sobre todo, de optar por darlo todo, por dejarnos la piel en la lucha por salir, por seguir, entonces sí que nos mereceremos esa alfombra roja y sobre todo esos apoyos de la grada.
De aquí hay varias lecturas que podemos hacer. La primera es que cuando las cosas nos van bien y todo son parabienes, hemos de tener la grandeza necesaria para no creernos más que nadie, ni el ombligo del mundo. En esos momentos es cuando menos caso tenemos que hacer a la siempre insinuante soberbia que nos hace creernos semidioses. La segunda es que ante la adversidad hemos de saber crecer, porque somos capaces de mucho más de lo que creemos, sobre todo si realmente nos esforzamos y decidimos darlo todo. La fuerza que nace de nuestro interior, si somos capaces de dejarla salir, nos va a sorprender muy mucho. La tercera, creo que es la más importante y es algo de lo que hemos hablado en otras ocasiones. No tener vergüenza por el fracaso, ni miedo a equivocarnos. Somos lo que somos porque somos el producto de micro éxitos y de micro fracasos. No pasa nada porque las cosas no nos salgan bien, siempre que aprendamos e intentemos que no se vuelva a repetir.
Los fracasos, si sabemos aprender de ellos, pueden ser la base de éxitos futuros, así que no despreciemos la oportunidad de hacerlo. Y esto no son palabras vacías o bonitas. Esto son palabras que se basan en la experiencia propia y en la realidad de haberlo hecho. Sin ser súper hombres, ni súper mujeres, sólo con compromiso, acción y constancia, se puede construir casi cualquier cosa que queramos… y esto lo dice quien está reconstruyendo después de que haya pasado un tsunami. Así que ¿te vas a esconder o vas a hacer?
Empezamos 2016 con esa mágica carta que todos y todas hemos escrito alguna vez, incluso estamos quiénes seguimos haciéndolo, en el que hacemos nuestras peticiones a los magos que vienen siguiendo una estrella, para que nos traigan aquello que deseamos. Desde el grial hemos querido comenzar también así el año, escribiendo nuestra particular carta a los de Oriente, en la que vamos a pedir deseos, mezclándolos con propósitos… Estamos en los primeros días de un nuevo año, y lo que procede es precisamente eso, listas de deseos que se complementan con listas de propósitos.
En primer lugar a sus majestades de Oriente les vamos a pedir valentía. No sé si puede venir acompañada del oro, del incienso, o de la mirra, pero es muy necesaria. Afrontamos un nuevo año, en el que los cambios han de llegar. En el que es importante que sigamos asumiendo retos, para así poder seguir creciendo y para todo ello, la valentía es absolutamente necesaria. Valentía para saber decir sí. Valentía para perseguir nuestros sueños. Valentía para ser capaz de afrontar nuevos retos, de abrir nuevas puertas, de iniciar nuevos caminos.
También le vamos a pedir a esos tres barbudos que viajan en camello que nos traigan pasión e ilusión, porque sin la una y la otra difícilmente se puede avanzar y menos aún hacerlo disfrutando de lo que hay que disfrutar, del camino, del poco a poco, de cada paso que se da, de cada pequeña meta que se consigue, de cada obstáculo que se salta, cada muro que se derriba…
Otro de los regalos que querríamos que nos trajeran es la humildad. Es el condimento necesario para poder hacer frente a esos propósitos que nos planteamos de cara a este año que recién acabamos de estrenar. Engañosamente nos han enseñado a vivir creyendo que la arrogancia y la prepotencia es lo que nos hace fuertes, y nada más lejos de la realidad. Si hay algo que nos hace débiles es sinceramente el mostrarnos superiores a los demás, porque nos hará perder la capacidad de aprender de toda aquella persona que se acerque a nuestra vida, con la que nos crucemos en nuestro camino. La humildad nos permitirá aprender, conocer, valorar más al resto, y por supuesto nos dará el valor para pedir ayuda cuando la necesitemos y sobre todo para reconocer nuestras faltas, nuestros errores o nuestro desconocimiento. Esa humildad que tiene que venir por supuesto acompañada del agradecimiento para todas aquellas personas que siempre están, se las vea o no, y nos ayudan a seguir adelante.
Si sus majestades tienen a bien traernos estos regalos, estaremos más que en disposición de poder afrontar los propósitos que nos planteamos para 2016.
Queremos ser más constantes, lo importante no es empezar algo, lo importante es continuarlo, día a día, nos apetezca más o menos, nos proporciones más rédito o menos, pero seguir en el empeño.
Otro propósito fundamental es dejar a un lado la procrastinación. Las cosas se hacen cuando se tienen que hacer. Ese dicho tan, pero que tan español, que es consustancial a nuestra propia idiosincrasia, el “lo hago mañana, lo hago después” tiene que desaparecer de nuestra forma de ser, de nuestra forma de actuar. No más mañana, y mucho más ahora, en este momento,¡¡¡ ya!!!
Siguiente propósito, ser de verdad, buscar la autenticidad. Dejarnos guiar por lo que queremos ser, por lo que queremos vivir, y alejarnos de esos corsés que nos impiden ser lo que realmente somos y ser cómo realmente queremos ser. Abandonar lo pre-establecido, olvidándose del deber ser, y disfrutando mucho del es. Reivindiquemos el ser, el hacer, el ya, el ahora. Saltemos muros, abramos puertas, y vivamos, elijamos ser de carne y de hueso. Con arrugas, con michelines, con bolsas en los ojos, o por el contrario con cutis divinos, y cuerpos esculturales. Da igual, no importa, lo que realmente es importante, es que seamos de verdad, seamos nosotros mismos, y que elijamos nuestro camino, no el que nos imponen.
Y además, queridos reyes, ya que este año 2015 hemos sido tan buenos y tan buenas y pese a lo duro que ha sido nos hemos portado tan bien, si podéis traernos un poquito de suerte, un algo de dinerillo y un bastante de salud, nos alegraría mucho.
Gracias majestades, por supuesto encontraréis galletas y leche para vosotros y agua para vuestros sedientos camellos, allí donde siempre, para que podáis reponer fuerzas en una noche de trabajo que vale por todo un año.
El nueve de marzo comenzábamos una aventura con la que queríamos compartir toda una serie de vivencias, de experiencias, de pensamientos, de momentos… en definitiva con la que compartir lo que nos sucedía, contando cómo nos sucedía y compartiendo la filosofía con la que afrontábamos retos y asumíamos riesgos. La base con la que partíamos en este viaje, algo tan común como un azucarillo. ¿Quién no se ha parado a leer sus frases, y en muchas ocasiones ha sido precisamente esta lectura la que le ha servido para tener una toma de contacto con la realidad y hasta para solucionarnos el problema del día? Todos y todas los hemos utilizado y hasta nos han aliviado en algún momento, dándonos la clave que andábamos buscando. Pues precisamente los azucarillos fueron el elemento elegido para guiarnos y acompañarnos por un camino, que para qué vamos a engañarnos, en 2015 ha tenido más espinas que rosas, pero que pese a los continuos pinchazos, hemos seguido y seguido y seguido y estado y estado y estado. Nos hemos caído muchísimas veces y nos hemos levantado más.
Esta aventura comenzaba con una llamada a la acción, ya que estamos en el tiempo de los valientes y de las valientas, y os animábamos a que os “apuntarais”. Recordamos “La auténtica valentía eslevantarte por la mañana, salir a la calle y enfrentar la vida haciendo que las cosas ocurran, moviéndote, peleando, yendo y viniendo. Valentía no es decir que voy a moverme, voy a pelear, voy a ir o voy a venir, eso se llama procrastinación, y es justo lo contrario a lo que aquí hemos querido trasladar.
Hasta ahora, ha habido un total de 43 altos en el camino. Cuarenta y tres veces nos hemos parado, hemos respirado y hemos compartido la vorágine que nos ha tocado vivir durante estos meses. Hemos hablado mucho de acción, de hacer, de no esperar a que las cosas ocurran y ser nosotros quién las propiciemos, aprendiendo a adaptarnos al cambio y viendo en este oportunidades y no muros. Muchas veces hemos hablado de lo importante de intentarlo, aunque nos equivoquemos, porque siempre nos quedará el al menos haber luchado por conseguir nuestros objetivos, y por supuesto recurriendo siempre a la pasión, como el motor de nuestras existencias, reivindicando la equivocación y el error, como método de aprendizaje, ya que cuando asumimos riesgos y actuamos, por supuesto cabe la posibilidad de que nos equivoquemos y esto no significa nada más que aprender y seguir hacia adelante.
Hemos recordado que el éxito en gran medida depende de nosotros y de nuestra tenacidad, de no cansarnos, de no tirar la toalla y sí de seguir en el empeño. Hemos hablando de que las elecciones que hagamos deben de ser nuestras, y que así hemos de asumir también las consecuencias de las mismas, no dejando que sean los demás quiénes decidan por nosotros. Por supuesto hemos querido hablar sobre la importancia de reconocer nuestros errores, y de la importancia de tomarse un tiempo para reflexionar.
Caímos y nos levantamos con vosotros y vosotras y analizamos cómo un final puede traer un comienzo y porqué no hay que tirar la toalla, siendo conscientes en todo momento de lo importante que es vivir el presente y no perderse en lo que pudo haber sido y no fue, o en lo que pasará, porque no lo sabemos, no lo podemos conocer. Os invitamos a la revolución, a no soñar y a atreverse a hacer, a no dar excusas, a perder el miedo al silencio… Por supuesto tuvimos un momento para recordar a esas personas que nos ayudan y que están a nuestro lado, unas veces con más visibilidad y otras con menos.
En definitiva ha sido un año, que hemos compartido, con sus luces y con sus sombras, son sus alegrías y con sus tristezas. Un año en el que sobre todo hemos querido ser valientes, mirar hacia adelante, viviendo el presente y no dejando de hacer, de intentar, de inventar. Muchas gracias por haber estado a nuestro lado, por haber compartido nuestras reflexiones. Muchas gracias por esos azucarillos que nos habéis hecho llegar.
En definitiva, muchas gracias por haber estado, en las duras y en las maduras. A quiénes se fueron, simplemente les deseamos lo mejor, y a quiénes han llegado y sobre todo a quiénes se han quedado, decirles que nuestro agradecimiento se sincero y que la mejor manera de demostrarlo es seguir haciendo, seguir creciendo, y nunca parar.
Aquí estamos, todo preparado para compartir con todos vosotros y vosotras 2016, y para que igual que habéis estado en horas bajas, sigáis cuando lleguen las altas. ¿Empezamos a hacer nuestra lista de propósitos para este próximo año?
“Los que dicen que es imposible, no deberían molestar a los que lo están haciendo” – Albert Einstein
Si descartamos lo imposible, para el mago de la deducción, Sir Arthur Conan Doyle, lo que queda, es la verdad. Esta afirmación es valiente y acertada. La compartimos. Pero la cuestión que se plantea es: ¿qué es lo imposible? Esta es la gran cuestión. Lo que hoy nos parece imposible, ¿mañana nos lo seguirá pareciendo? ¿Quién decide lo que es imposible y lo que no? Estas cuestiones son sobre las que realmente nos gustaría reflexionar hoy.
Si buscamos la definición de imposible, nos encontramos con que es “aquello que no puede ser, ocurrir o realizarse», ¿pero esto es absoluto? ¿es inamovible? ¿es siempre así? Evidentemente la respuesta es NO. Durante milenios para la humanidad volar era una cuestión imposible. Para el hombre o mujer de los 80 del siglo XX, llevar en la mano un teléfono que nos permitiera llevar la oficina encima, era imposible. Para casi todos nosotros, hace unos años la misma existencia de Internet, y la revolución que ha supuesto, era algo imposible. Y sigamos, que un ser humano fuese capaz de saltar 10 metros sin ayuda de ningún artilugio, sólo con el impulso de sus propias piernas, era imposible, o que corriera 100 metros, en menos de 10 segundos, era imposible… los imposibles que han sido posibles a lo largo de la historia han sido muchísimos.
Así que la pregunta que volvemos a repetir es la misma, ¿qué es imposible? Además esta cuestión también la podemos llevar al terreno personal y/o al profesional, ¿qué consideramos imposible? Aquí es dónde vamos a pararnos a pensar. Dónde vamos a hacer un alto en el camino, y nos vamos a centrar.
¿Creemos que es imposible conseguir aquello que nos proponemos? ¿Creemos que es imposible conseguir nuestra felicidad? ¿Creemos q es imposible lograr nuestros objetivos profesionales? Simplemente lo creemos porque, ¿pensamos que no puede ocurrir, que no puede pasar? Sí esto es así, en muchos casos lo que estamos haciendo es buscar una excusa para no pelear por lo que queremos. Es una excusa por si finalmente no conseguimos llegar. Muchas veces recurrimos a ocultarnos tras esa catalogación de imposible, lo hacemos en un acto de pura cobardía, simplemente porque tenemos miedo, incluso de intentarlo. Tampoco queremos desde aquí decir que todo es posible para todo el mundo, hay pre-condicionantes para algunas cosas, pero para la gran mayoría, lo primero es que tenemos que querer y por supuesto, tenemos que trabajar por ello.
El problema muchas veces es que no somos capaces de identificar lo que realmente queremos, el lugar al que queremos llegar, o también puede ser que nos falte establecer cuál es el camino para lograrlo. A veces simplemente porque no tenemos las herramientas necesarias. En esta situación lo primero que tenemos que hacer es pararnos y realmente analizar todas estas cuestiones. Hace varias semanas hablábamos de lo útil que puede ser el realizarnos un DAFO personal que nos ayudará a buscar realmente nuestro camino. Que nos va a servir para tener claros nuestros objetivos, y por supuesto para establecer cuáles deben de ser los escalones a superar para llegar.
Este trabajo es duro y además hay que ser muy sinceros con nosotros mismos. Tenemos que estar dispuestos a realmente desnudarnos, emocionalmente hablando y ponernos frente al espejo, para que sin tapujos veamos nuestra propia realidad. Hay personas u ocasiones en los que podemos necesitar ayuda, y esto no es malo. No significa que seamos más débiles, ni que seamos menos que aquellos que lo pueden hacer por sí solos. En esos momentos no tenemos por qué avergonzarnos, podemos contar con una persona, un profesional que nos ayuda, un Coach, que para eso están. Nos pueden ayudar tanto a nivel profesional, como a nivel personal. Lo importante es que lo consigamos.
Para terminar simplemente decir que no existen los imposibles, y mucho menos si son los demás los que nos los imponen. Echemos un minuto la mirada atrás, pensemos, y seguro que todos encontramos en nosotros mismos ejemplos de logros personales que hemos conseguido, y que a buen seguro, pensábamos que era imposible. Vaya mi ejemplo. Cuando era adolescente hacía salto de longitud. La primera vez que salté en un estadio de verdad, y no en una pista escolar, con un foso con medidas oficiales, al ver la distancia que había entre la tabla de salto y la arena (3,25 mts) pensé, es imposible llegar. Hasta entonces mi salto más largo había sido 3;33 mts. De todas formas lo intenté, y no sólo fue posible, sino que con 13 años conseguí saltar 4:70 mts. ¿Era imposible? Evidentemente no, era más que posible, lo que sucede es que a menudo, no conocemos nuestros propios límites, y nosotros mismos creemos que están muy por debajo de lo que en realidad están. Por experiencia, puedo asegurar que a todos los niveles, físico, mental, emocional, etc., nuestros límites están muy por encima de lo que creemos. Así que intentemos llegar a conocerlos. No nos quedemos simplemente en «es imposible».