El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia – Henry Ford
La pasada semana, estando en clase con los alumnos del Master de Gestión de la Moda de la Escuela de Comunicación y Marketing (ESCO), hablábamos de los éxitos empresariales de las marcas que se podían utilizar como ejemplo y analizábamos qué era lo que había detrás de estos proyectos que estábamos convirtiendo en ejemplos del buen hacer empresarial, en un sector tan complicado como es el de la Moda.
El debate fue muy interesante. En general se coincidió bastante en la elección de aquellas marcas que nos parecían referentes, aunque lo más interesante del debate, para el post de hoy, no fueron estos nombres (otro día hablaremos de este tema), lo más interesante fue la discusión que entablamos en torno al éxito y al fracaso. Las conclusiones a las que llegamos, fueron muy interesantes y por eso hoy queremos compartirlas en este espacio que dedicamos a hablar del mundo de la empresa y del emprendimiento.
Hay culturas, como la anglosajona en las que realmente se entiende el fracaso, y por supuesto el empresarial, como parte del proceso de aprendizaje, y simplemente como un paso lógico más en la consolidación de las personas emprendedoras, como empresarios y empresarias de verdad. De hecho para ser considerado realmente un hombre o mujer de negocios, se debe de contar con al menos algún fiasco a las espaldas. Esto hace que el miedo al fracaso, y sobre todo las consecuencias del mismo, sean mucho menores en países como por ejemplo, Estados Unidos. Esta concepción del mundo de los negocios, por tanto, hace que las personas emprendedoras se arriesguen, con mucho menos miedo, y sobre todo, que si una vez les fuera mal, no serán penalizados socialmente, ni económicamente, ni lo que puede ser más importante, entrarán en las listas negras de las entidades financieras. El no tener ese lastre y ese peso encima, propicia el que la gente se lance a hacer realidad sus proyectos empresariales, lo que lleva a que hayan podido llevarse a la práctica grandes ideas de negocios, que es muy probable que en nuestra órbita, hubieran terminado durmiendo en el sueño de los justos.
En el otro extremo, en el de los países mediterráneos, es dónde lamentablemente nos encontramos españolitos y españolitas. Vivimos en una cultura en la que el estar pendiente de lo que hace el resto, con la intención de criticar y despotricar, se convierte en deporte nacional. Hacer escarnio público de la desgracia ajena, dar charlas magistrales acerca de cómo debería haber actuado o no (lo más gracioso, lo hace gente que nunca ha hecho nada, y que no ha movido un dedo), y proclamarse sustentadores de la razón absoluta, es lo que parece alimentar a muchos y a muchas, que por suerte o por desgracia, nunca hicieron nada.
Con este panorama, poco propicio al aliento y a la comprensión, la idea de que nuestro negocio no funcione, se convierte en una de las principales barreras con las que nos encontramos a la hora de llevar a cabo nuestros proyectos, ya que el error (fracaso, cierre, etc) no se entiende como algo lógico, que forma parte de la vida de las empresas, sino que se convierte en una losa difícil de levantar y superar. La propia sociedad hace que nos produzca vergüenza el reconocer que las cosas no nos han ido todo lo bien que esperábamos. Y en vez de aprender de lo que no hemos hecho bien, o de lo que podemos mejorar, lo que hacemos es cerrarnos en el fracaso, avergonzarnos y rechazar la idea en muchos casos de volver a intentarlo “por no tener que volver a pasar por lo mismo”. Ahí es dónde radica nuestro principal fallo. Digo nuestro principal fallo, ya que como empresarios y empresarias, o autónomos o emprendedores, el miedo al fracaso, al escarnio público que muchas veces se produce, y a que nos ninguneen por no haber podido salir adelante, se convierte en el principal hándicap para precisamente, llegar a buen puerto.
La herramienta con la que contamos para luchar contra esta realidad no es otra que la convicción, el creer en nuestro proyecto, el convencimiento de que hay que darlo todo para conseguirlo. Nuestra motivación para recorrer el camino, es nuestra mayor arma. Y si no sale a la primera, ya saldrá a la segunda, o a la tercera, o a la que haga falta. Con la fuerza necesaria siempre seremos capaces de levantarnos una vez más de las que caigamos. Y con respecto a los demás “que les den, ande yo caliente, riase la gente”.
Para recordar que esto es una realidad, Os dejamos por aquí dos enlaces a soyentrepeneur.com y nubelo.com interesantes, en los que podemos ver qué grandes empresarios y empresarias, partieron de fracasos estrepitosos. Por mencionar sólo algunos nombres: Ford, Walt Disney, Steve Jobs, J.K. Rowling, Oprah Winfrey o Mary Kay Ash.
“Un fracaso dura lo que tardas en olvidarlo, así que tú decides si hacerlo permanente o no”
La vida en una empresa, sobre todo en las pequeñas y en las micros, que para qué nos vamos a engañar, son la mayoría en este país, normalmente es cualquier cosa, menos un remanso de paz y tranquilidad. Al igual pasa con los aguerridos autónomos y autónomas. Ir por la mañana a trabajar se parece mucho a “ir a la batalla”, ya que cada día tenemos que librar una, para al final poder ir ganando la guerra, y ganar la guerra no significa otra cosa que seguir vivos. Seguir abiertos, seguir prestando nuestros servicios, seguir pagando nuestros impuestos, y por supuesto, seguir pagando el “recibo del autónomo”, recordad, que bajo ningún concepto se puede dejar de pagar, o los maleficios del averno caerán sobre quién cometa tal osadía.
Quienes viven en esta pelea continua saben perfectamente de lo que estamos hablando. De lo difícil que es seguir adelante y del poco consuelo que solemos encontrar, entre aquellos que tienen el poder de intentar hacernos las cosas un poco más fáciles y llevaderas. El cambio político que se está produciendo en estos tiempos, esa nueva forma de hacer política que reclamamos la ciudadanía y sobre todo, los nuevos actores que están empezando a tener no ya un papel secundario, sino incluso portagónico en el teatro de nuestras vidas, debería de ser más sensible con la realidad de los valientes y valientas, que pese a todo, cada día salen de sus casas para darlo todo, aún conscientes de que el futuro es incierto y de que si mañana tienen que echar el cierre, probablemente la única recompensa que tengan sea una mano puesta por delante y otra puesta por detrás.
Esta es la realidad, no hay que adoptar una postura autocompasiva que no llevaría a ningún sitio, se trata de ser conscientes de que este es el hábitat en el que nos debemos de mover y prepararse para sobrevivir de la mejor manera posible. Pero mientras estamos luchando contra la marabunta, en muchas ocasiones, nos enredamos en la pelea y eso hace que nos perdamos. Hay una necesidad que muy pocas veces nos paramos a satisfacer, y es precisamente la de detenernos para tomar conciencia de dónde estamos y sobre todo para decidir hacia dónde queremos ir. La vorágine diaria hace que estemos siempre apagando fuegos. Que nuestros días transcurran pendientes de lo urgente. No nos queda otra, porque además, normalmente, autónomos y responsables de pequeñas empresas, hacemos el trabajo de varias personas, y necesitaríamos ser como la diosa hindú Durga, y tener ocho brazos, para poder dar a vasto con todo el trabajo que normalmente se nos suele amontonar. O bien, que los días pasaran de 24 a 48 horas. Esto también ayudaría. Pero como nada de esto es posible, es muy necesario que nos paremos para reflexionar, para tomar aire, y para ver realmente hacia dónde vamos. Lo urgente debe de ser resuelto, es verdad. Pero a veces nos impide dedicarnos a lo importante, y en muchas ocasiones ahí radica el principio del fin. La crónica de una muerte anunciada, empieza precisamente cuando no dejas de apagar fuegos. Cuando el ser bombero de tu propia empresa, se come todo tu tiempo y no puedes pararte a dedicarte de lo realmente importante, que es decidir hacia dónde quieres ir, cómo lo vas a hacer y sobre todo, a ponerte a hacerlo.
Somos conscientes de la dificultad que entraña el día a día. Pero por experiencia propia, hay que pararse, que tomar aire, que mirar dónde se está, y que decidir hacia dónde se quiere ir, y a partir de ahí empezar a andar el camino. Dejarse llevar de un lado a otro, mientras andamos de la ceca a la meca, intentando tapar agujeros, al final nos puede llevar a caer en un inmenso hoyo. Así que hagamos el esfuerzo, y tomemos decisiones, que nos lleven realmente a alcanzar los objetivos que sí o sí debemos marcarnos. Nadie puede encontrar su destino, si no sabe cuál es, sino sabe a dónde va. Así que para, así cogerás fuerzas para llegar a dónde tú quieras, no a dónde te lleven.
Para conseguir un crédito, debes demostrar al banco que no lo necesitas – Anónimo
Sin lugar a dudas uno de los mayores inconvenientes con los q nos encontramos a la hora de emprender un nuevo negocio, o a la hora de abrir una nueva delegación, o también cuando se pretende lanzar un nuevo producto al mercado, es el de solventar los problemas de financiación. Muchas buenas ideas, muchos productos que podrían haber sido interesantes se han quedado durmiendo el sueño de los justos, porque no han encontrado la financiación necesaria para que se conviertan en realidad.
Lo ideal ante una nueva aventura que se va a emprender sería poder contar con fondos propios, pero esta opción es probablemente la menos usual, por lo que se hace necesaria la búsqueda de financiación externa. Para ello se puede recurrir a las ayudas públicas que existen, (que suelen ser poco conocidas, y aunque existen, muchas veces son difíciles de localizar, identificar e incluso, solicitar), y fundamentalmente a los préstamos bancarios. La relación con las entidades financieras no es fácil, es una relación de desequilibrio de poder, y a veces es complicado llegar a entenderse con ellos, y mucho más después de ver las consecuencias del descontrol crediticio pre-crisis económica. Tras esa época en la que la rigurosidad a la hora de conceder un préstamo fue inexistente en muchos casos, y después de haber visto las gravísimas consecuencias que esta política ha traído tanto para empresas, como para particulares, el grifo se cerró de tal modo, yéndose los bancos al extremo opuesto, habiendo vivido unos años en los que acceder al crédito, ha sido casi imposible, lo que ha provocado el asfixio económico para muchas empresas y la imposibilidad de que muchos proyectos hayan visto la luz.
En este estudio se recoge información de la competencia, información del mercado potencial, para poder establecer las posibles ventas, el volumen del mercado, siendo esta cuestión la que determinará los ingresos potenciales a los que se puede llegar. Desde ahí, el análisis de la viabilidad económico-financiera. Con este estudio, el banco tendrá la información, necesaria para poder conceder el préstamo, y el solicitante por su parte, dispondrá de la herramienta perfecta para negociar, demostrando con información real, que su proyecto es viable de todas, todas. Todo esto lleva a que este estudio sea una de las mejores inversiones que el emprendedor o empresario puede hacer, porque además de servirle como instrumento para acceder al préstamo, y para negociar con la entidad bancaria, obtendrá información de gran valor en la toma de decisiones con respecto a cuestiones relacionadas con su oferta, con sus cliente, con cómo realizar mejor la comunicación, etcétera, etcétera, etcétera.
Sinceramente, el contar con un estudio de estas características va a ser de gran ayuda, y es una inversión más que rentable. Así que al menos, os recomendamos que os lo planteéis y que pidáis información. Seguro que os vais a alegrar, y probablemente os sorprenderéis muy gratamente viendo la cantidad de información que se puede obtener.
“Ya no estamos en la era de la información. Estamos en la era de la gestión de la información.” – Chris Hardwick
Está claro que emprender es una aventura. Y que por supuesto el componente de incertidumbre ante lo que puede suceder es un elemento presente, que además hace que «nos suba la bilirrubina». Son muchas las emociones que lleva aparejadas el poner en marcha un proyecto empresarial. Compartir esos momentos, y acompañar a las personas que emprenden es una de las mejores cosas que tiene este trabajo. Muchas son las decisiones que hay que tomar, muchos los aspectos a tener en cuenta. Poco a poco aquí vamos desgranándolas. Orientando en la necesidad de información, y en la utilización que de la misma hay que hacer.
Esta semana vamos a hablar de los estudios socioeconómicos, qué son y para qué sirven. La elección de un emplazamiento para un negocio puede venir determinada por diferentes motivos. Podemos encontrarnos con el caso de que tengamos un local en un sitio determinado, con lo que lo que tendremos que hacer es indagar acerca de cuál es el tipo de negocio que mejor puede encajar. O por contra, podemos tener nuestra idea de negocio y necesitamos encontrar el sitio adecuado, el que cumpla con las características más idóneas, para garantizar mínimamente el éxito del proyecto que se quiere emprender. El estudio socioeconómico es una fotografía del momento, una radiografía de la situación real de una zona en un tiempo concreto. Es sencillo, claro y muy útil.
Tanto en un caso, como en otro, será muy útil contar con información de carácter demográfico, social y económico que nos sirva para valorar de forma objetiva el interés que supone determinada zona para nuestro proyecto. Saber el tamaño de la población, su distribución por grupos de edad y sexo, la evolución de la pirámide de población, las nacionalidades presentes, el tamaño medio de la familia, el nivel de renta, el nivel de estudios, el tipo de viviendas que existen, así como sí son primera o segunda residencia, el número de ADSL en la zona, los vehículos, etc.
Así dicho podría parecer que esta información además de muy útil, resulta muy complicada de obtener. Aunque no es así. Es accesible y además gratuita, sólo hay que saber buscarla. Y para ello contamos con la ayuda inestimable de los servicios públicos estadísticos, que aunque es cierto que desde que llegara la crisis, han bajado su nivel de actualización de la información, aún siguen siendo una fuente fantástica.
A nivel estatal contamos con el INE (Instituto Nacional de Estadística), que tiene muchísimos datos del total de la población. Navegando en su página tendrás acceso, con un poquito de paciencia a toda esta información. Además de la información a nivel nacional del INE, contamos con los institutos autonómicos de estadística. En este sentido, si tienes la suerte de vivir en Andalucía o de pretender establecer tu empresa en territorio andaluz, cuentas con el SIMA. El Sistema de Información Multiterritorial de Andalucía pone a nuestra disposición una gran cantidad de información de forma fácil y accesible.En esta web encontraremos toda la información de carácter demográfico, económico y social de cualquiera de los municipios andaluces.
Pero si necesitamos la información a nivel menor, incluso a nivel de sección censal, será mejor que entremos en el banco de datos. Desde aquí tendremos a nuestro alcance de forma sencilla toda la información que podemos necesitar. Un emprendedor o emprendedora no tiene excusas para no contar con esta valiosísima información. Puede optar por contar con ayuda profesional, o puede hacerlo de forma personal. Pero lo importante es analizarla y estudiarla antes de tomar la decisión. Es gratuita, y es especial, así que tenla en cuenta. La semana que viene veremos un ejemplo concreto de estudio real, para que así podamos hacernos una idea de qué es de lo que estamos hablando.
“No existe falta de tiempo, existe falta de interés. Porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábado, y un momento se vuelve oportunidad».
Eso ya lo haré mañana. No tengo tiempo de hacerlo ahora. No puedo quedar. Nos vemos en otro momento. Cuando empiece el próximo año. Cuando lleguen las vacaciones. Cuando… cuando… cuando… no puedo, no tengo tiempo, después lo hago. Todas estas palabras, todas estas cuestiones, seguro que no nos son para muchos extrañas. En nuestras vidas tenemos muchos pendientes que postergamos. Voy a dejar de fumar. Voy a ponerme a dieta. Voy a empezar a hacer deporte. Voy a aprender inglés. Voy a llamar a… Etc. Etc. Etc.
Hay tantas cosas que no podemos, tantas cosas para las que no encontramos nunca tiempo, tantas cosas que en definitiva no queremos hacer. O no nos atrevemos a hacer. Hay tantos «mañanas» que nunca llegan. Hace muchos años tuve ocasión de enfrentarme a la realidad de uno de los pecados capitales de los españoles, a que me lo espetaran a la cara. Vino a casa de intercambio una chica inglesa. Cuando le preguntábamos que si quería comer de esto o de aquello, ella siempre decía mañana, mañana, mañana. Justo cuando se volvía a Inglaterra, después de pasar casi un mes en casa, le pregunté ¿por qué no pruebas esto antes de irte, que te quedas ya sin tiempo para hacerlo? Y entonces me enfrentó con una realidad que hasta ese momento no había querido ver. Me explicó literalmente: «Mi profesor me dijo que cuando los españoles no quieren hacer algo siempre dicen mañana, mañana, y eso realmente significa nunca». La primera reacción fue enfadarme, y acordarme de los hijos de la Gran Bretaña, pero la siguiente fue pensar fríamente y asumir que decía la verdad.
Años después sabemos que ese tipo de comportamiento, que parece ser está en el ADN de los hispanos, tiene un nombre específico. Se llama procrastinación. «Palabro» desconocido para mucha gente, como significante, pero no por significado, ya que forma parte de nuestra propia existencia.
Procrastinar significa postergar, posponer y supone la acción o el hábito, tan nuestro, de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, y sustituirlas por hacer otras otras más irrelevantes y probablemente más agradables. La acción que se pospone, por lo que sea, se percibe como abrumadora, desafiante, inquietante, peligrosa, difícil, tediosa o aburrida. Esto significa que buscamos una autojustificación para posponer aquello que sabemos que tenemos que hacer, a un futuro sine die, idealizado, en el que lo importante se supedita a lo urgente, y en el que creemos que para ese ya lo haré, tendremos la ayuda de la diosa fortuna, o la divina inspiración. Pero la realidad es que no nos llega. A veces ni tan siquiera, simplemente lo fácil, se hace, lo difícil se pospone. Así esta palabra que nos puede resultar extraña, tiene un sinónimo que tal vez nos sea más común. Esta es vaguear. Somos de vaguear. Aunque en muchas ocasiones el problema real radica en que ni siquiera somos conscientes de que somos procrastinadores. Lo primero es asumir que tenemos un problema y que debemos cambiar nuestra actitud. Tomar conciencia de que realmente tenemos un problema que queremos resolver.
La procrastinación cuando es simplemente una actitud vital, y no es síntoma de algún tipo de problema, como puede ser una depresión, tiene sólo una «forma de cura», y esta es la acción. Hacer, hacer, hacer. No buscar excusas, no perdernos en argumentaciones. Sólo empezar a hacer. Dar el primer pasito, y después el siguiente, y a continuación otro. No podemos hacerlo todo de golpe, ni lo debemos pretender, porque como no es posible, lo único que nos ocurrirá es que nos generará ansiedad en primer término y frustración en segundo por no conseguirlo. Así pues, la forma de romper con la procrastinación es comenzar a hacer, y no parar. Priorizar por importancia real todo lo que tenemos que hacer e ir haciendo. Sin prisa, pero sin pausa. A nivel práctico, el anotar las cosas que tenemos que hacer a diario, fijándonos objetivos realistas e ir tachando lo que vamos haciendo, ayuda a luchar contra este mal endémico y además nos produce cierta satisfacción y nos va animando, el ver cómo cada día van desapareciendo cosas de nuestra lista.
Ánimo, a luchar contra la procrastinación. No hay secreto, sólo fuerza de voluntad, trabajo y constancia. Esa es la misteriosa fórmula que está dentro de las posibilidades de cualquiera. Cierto es que para ello la primera decisión clara a tomar debe ser «quiero». Y una vez que eso lo tengamos claro, buscar nuestra fuente de motivación particular, para que nos guíe en ese camino, sobre todo, de la constancia. A partir de ahí, si yo puedo, tú puedes, sólo debes de hacerlo.
Como dice nuestro azucarillo de hoy: «No existe falta de tiempo, existe falta de interés. Porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábado, y un momento se vuelve oportunidad».