“Un fracaso dura lo que tardas en olvidarlo, así que tú decides si hacerlo permanente o no”
La vida en una empresa, sobre todo en las pequeñas y en las micros, que para qué nos vamos a engañar, son la mayoría en este país, normalmente es cualquier cosa, menos un remanso de paz y tranquilidad. Al igual pasa con los aguerridos autónomos y autónomas. Ir por la mañana a trabajar se parece mucho a “ir a la batalla”, ya que cada día tenemos que librar una, para al final poder ir ganando la guerra, y ganar la guerra no significa otra cosa que seguir vivos. Seguir abiertos, seguir prestando nuestros servicios, seguir pagando nuestros impuestos, y por supuesto, seguir pagando el “recibo del autónomo”, recordad, que bajo ningún concepto se puede dejar de pagar, o los maleficios del averno caerán sobre quién cometa tal osadía.
Quienes viven en esta pelea continua saben perfectamente de lo que estamos hablando. De lo difícil que es seguir adelante y del poco consuelo que solemos encontrar, entre aquellos que tienen el poder de intentar hacernos las cosas un poco más fáciles y llevaderas. El cambio político que se está produciendo en estos tiempos, esa nueva forma de hacer política que reclamamos la ciudadanía y sobre todo, los nuevos actores que están empezando a tener no ya un papel secundario, sino incluso portagónico en el teatro de nuestras vidas, debería de ser más sensible con la realidad de los valientes y valientas, que pese a todo, cada día salen de sus casas para darlo todo, aún conscientes de que el futuro es incierto y de que si mañana tienen que echar el cierre, probablemente la única recompensa que tengan sea una mano puesta por delante y otra puesta por detrás.
Esta es la realidad, no hay que adoptar una postura autocompasiva que no llevaría a ningún sitio, se trata de ser conscientes de que este es el hábitat en el que nos debemos de mover y prepararse para sobrevivir de la mejor manera posible. Pero mientras estamos luchando contra la marabunta, en muchas ocasiones, nos enredamos en la pelea y eso hace que nos perdamos. Hay una necesidad que muy pocas veces nos paramos a satisfacer, y es precisamente la de detenernos para tomar conciencia de dónde estamos y sobre todo para decidir hacia dónde queremos ir. La vorágine diaria hace que estemos siempre apagando fuegos. Que nuestros días transcurran pendientes de lo urgente. No nos queda otra, porque además, normalmente, autónomos y responsables de pequeñas empresas, hacemos el trabajo de varias personas, y necesitaríamos ser como la diosa hindú Durga, y tener ocho brazos, para poder dar a vasto con todo el trabajo que normalmente se nos suele amontonar. O bien, que los días pasaran de 24 a 48 horas. Esto también ayudaría. Pero como nada de esto es posible, es muy necesario que nos paremos para reflexionar, para tomar aire, y para ver realmente hacia dónde vamos. Lo urgente debe de ser resuelto, es verdad. Pero a veces nos impide dedicarnos a lo importante, y en muchas ocasiones ahí radica el principio del fin. La crónica de una muerte anunciada, empieza precisamente cuando no dejas de apagar fuegos. Cuando el ser bombero de tu propia empresa, se come todo tu tiempo y no puedes pararte a dedicarte de lo realmente importante, que es decidir hacia dónde quieres ir, cómo lo vas a hacer y sobre todo, a ponerte a hacerlo.
Somos conscientes de la dificultad que entraña el día a día. Pero por experiencia propia, hay que pararse, que tomar aire, que mirar dónde se está, y que decidir hacia dónde se quiere ir, y a partir de ahí empezar a andar el camino. Dejarse llevar de un lado a otro, mientras andamos de la ceca a la meca, intentando tapar agujeros, al final nos puede llevar a caer en un inmenso hoyo. Así que hagamos el esfuerzo, y tomemos decisiones, que nos lleven realmente a alcanzar los objetivos que sí o sí debemos marcarnos. Nadie puede encontrar su destino, si no sabe cuál es, sino sabe a dónde va. Así que para, así cogerás fuerzas para llegar a dónde tú quieras, no a dónde te lleven.