Agradece a quien está cuando el mundo se fue

Agradece a quien está cuando el mundo se fue

Agradece a quien está cuando el mundo se fue

Agradece a quien está cuando el mundo se fue

“Falta mucho por aprender, me tocó volar sin alas, decir adiós sin morirme, y renunciar a mi destino para escribir otro” – Anónimo

Hoy toca reflexionar sobre aquellas personas que nos acompañan o por el contrario nos abandonan a lo largo de nuestro camino. Siempre se ha dicho, y realmente creemos que todos y todas lo hemos comprobado en algún momento de nuestra vida que es mucho más fácil mirar a los lados y que estemos acompañados, cuando las cosas van bien, y sin embargo cuando se tornan duras, es también muy posible que cuando miremos a los lados, no veamos nada, ni a nadie más allá de a nuestra propia sombra.

Cuando toca lo feo, lo duro, la lucha, la batalla, la lágrima, el esfuerzo, es realmente cuando necesitaríamos tener a aquellas personas que se supone que nos aprecian, o que nos quieren, o en definitiva, aquellas personas que dicen que somos importantes para ellas, pero muchas veces, este es el momento en el que saltan del barco, porque para qué engañarnos, las maduras son muy bonitas, las duras no tanto. Por eso, hay que reconocer que todos tendríamos que pasar momentos realmente duros en nuestra vida, porque así podríamos más fácilmente discernir sobre las personas a las que les importamos y sobre aquellas que simplemente se importan así mismas. Hay una imagen que representa muy bien este momento, y es el de un perro cuando sale del agua, un perro de lanas que empieza a moverse convulsivamente para sacarse de encima todo el agua sobrante. Pues bien, eso es lo que nosotros, los seres humanos, también tendríamos que hacer en ocasiones, pero no con respecto al agua, sino que a otros seres, más o menos, humanos pero que en muchos casos tienen realmente un comportamiento más de parásitos que de otra cosa.

Ahora bien, ya que hemos visualizado qué es lo que hay que hacer con aquellos que no merecen estar a nuestro lado, simplemente por deslealtad, por interés, o por lo que sea. Vamos a centrarnos en aquellas personas que sí se quedan. O mejor aún en las que aparecen en estos momentos. Estas son las auténticas. En la época del ocaso, de la tristeza, del miedo, de la oscuridad, cuando los brillos desaparecen y la mayoría de las luces se apagan, hay que ser muy valiente para llegar a la vida de alguien, y para no sólo no salir corriendo, sino que para decir:

“ vamos, yo te guío, si quieres mi luz, aquí la tienes, déjate llevar, déjate acompañar, déjate ayudar. No tienes porqué ser superman/superwoman, y no tienes porqué salvar el mundo en solitario. Sólo haz lo que tienes que hacer. No va a ser fácil. Te vas a caer mil veces. Vas a tener zancadillas que van a llegar por todos los frentes. Pero si cada vez que te caes, te levantas, si cada vez que te zancadillean aprendes, no te preocupes, porque tú vas a ser quién sea capaz de salir, de seguir, de resurgir. Yo estoy aquí para ayudarte, yo estoy aquí para guiarte, para orientarte, y cuando te desvíes, por supuesto para recriminarte, y para demostrarte tus errores. Tú sólo tienes que hacer y hacer. No dejarte vencer, ni por los de fuera, ni por supuesto por el peor enemigo, el que habita dentro de ti. El que en muchas ocasiones te va a decir. “¿Para qué te levantas ya?; Vámonos a dormir, si da igual; no te preocupes, mañana lo harás. Si no puedes, déjalo, qué le vamos a hacer”. A ese es al que no debes de escuchar. Contra ese es contra el que más alerta debes estar, porque yo podré estar a tu lado, pero será una guerra que deberás batir solo, en la que habrá miles de batallas. No te engañes, por mucho que parezca que vas ganando, es un enemigo muy sibilino, y puede ocurrir que sin darte cuenta esté aprovechando tu momento de vanidad, para volver a entrar como caballo de Troya y minar el trabajo que has hecho”.

Si tienes la suerte de encontrar un faro así, que te guíe, préstale mucha atención. No dejes que se apague. Te dirá cosas feas. En muchas ocasiones te pondrá contra la espada y la pared, pero sólo así podrás tener una oportunidad para ganar la guerra.

Huye de quiénes te regalen el oído, de quiénes resalten tus virtudes aunque sean ciertas, porque así escuchando lo que ya sabes, no podrás crecer, no podrás ser mejor, no podrás vencer.

Y por supuesto, cuando la tempestad amaine, y las aguas parezcan plácidas, no olvides a quién estuvo a tu lado en la batalla. No seas desagradecido. No peques de arrogante, porque además recuerda, que en cualquier momento, la tempestad puede volver a traer un tsunami a tu vida.

¡Elige seguir intentándolo!

¡Elige seguir intentándolo!

“A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar” – Franz Kafka

Hoy planteamos una situación que suele ser más habitual de lo que creemos, aunque a veces se asocie mucho con cuestiones como por ejemplo el deporte. Nos referimos a ese momento en el que sabes que todas las probabilidades están en tu contra. A ese momento, en el que sabes que alcanzar tu meta, es casi imposible, por no decir directamente imposible. Ese instante en el que aquellos que son “sensatos” te dicen que mejor tus esfuerzos los vuelques en otra historia, que busques nuevas metas, nuevos caminos. Ese momento en el que sólo los locos son capaces de seguir creyendo. Esa situación en la que tu objetivo es tan importante, es lo que más quieres en tu vida, y sabes que aunque nadie crea en ti, en tus posibilidades, tú eres capaz. Y eres capaz porque tienes la mayor motivación del mundo. Porque quieres cumplir tu sueño. Porque nadie te puede decir que renuncies. Porque tú eres el dueño o la dueña, de tu vida, y tú decides, incluso hasta estrellarte contra la realidad, con la realidad de los “cuerdos”.

Pero es que mientras hay vida, hay esperanza. Mientras sientas ese tambor dentro de tu pecho que te dice, adelante, adelante, sigue, sigue, nunca tienes que parar de intentarlo. Que te tengas que arrepentir de lo que salió mal. Que tengas que lamentarte por no haberlo conseguido, pero nunca, nunca, que tengas que pensar en que no lo diste todo, en que no lo intentaste todo. No te escudes en el mundo de la sensatez. De aquellos y aquellas, sabios y sabias que te dicen que no vueles tan alto, porque la caída será tremenda, de aquellos que te dicen que es mejor que pongas los pies en la tierra. De todos y todas los que piden resignación. Aceptación.

Pues nosotros decimos que no. Que puede que la caída sea no grande, sino tremenda, y a lo mejor no puedas reponerte, ¿y qué? Pero, y si finalmente somos capaces de alcanzar nuestra meta, y si nuestro esfuerzo de alguna manera, tiene su recompensa, y si finalmente podemos decirle hola al mundo desde la cima de nuestra meta. Desde la felicidad de haber alcanzado nuestro sueño. Desde la plenitud de saber que tu esfuerzo, tu constancia, tu decisión, tu locura te ha llevado a dónde realmente querías ir.

Ojo, esto no significa que tengamos una visión idílica de la vida. Que creamos que los sueños siempre se consiguen, que las metas siempre se alcanzan. Para nada. Hay veces en las que simplemente, después de darlo todo, de dejarte la piel, por diferentes motivos, tienes que quedarte con la miel en los labios, o incluso con la hiel. Pero eso no va a hacer que nos convirtamos en avestruces, que esconden su cabecita. Eso no va a hacer que digamos como en la fábula de la zorra y las uvas, cuando no fue capaz de alcanzarlas que seguro que no estarían buenas. NOOOOO. Nadie es quién para dar consejos, cada cual tiene que vivir su propia vida, elegir su propio camino y luchar por alcanzar sus metas. Pero desde la mayor humildad y con el corazón en la mano, sí que queremos decíos que nadie puede ser quién protagonice vuestra vida, ni quien la dirija. El guión no está escrito, por lo que el final es incierto. Cuando se quiere algo de verdad, sólo cabe hacer una cosa, intentar alcanzarlo por todos los medios. Y si al final, por lo que sea no hemos podido llegar, que al menos no nos quede el resquemor de no haberlo dado todo, de no haberlo intentado todo. No te rindas. Está claro que esto no es fácil, y que evidentemente ponerlo sobre un papel es trivial. Lo duro es hacerlo. Cuando ya crees que no tiene sentido, cuando piensas que todo se ha perdido, volver a levantarse y seguir intentándolo. Claro que no es fácil, de hecho es muy duro, es horrible. Te duele todo, lo físico y lo psíquico. Tienes momentos de soledad, de agobio. Instantes en los que empiezas a dudar de si finalmente podrás o no. Pero si realmente quieres alcanzar tu meta. No dejes de intentarlo, nunca. Y por supuesto, pese a todo, nadie te garantiza que puedas lograrlo, pero al menos, te quedará el saber que ni siquiera tú te puedes recriminar ni lo más mínimo, porque lo intentaste de todas las maneras posibles.

Como se dice en el mundo del deporte, por muy mal que esté el tanteador, nunca bajes los brazos, nunca te rindas antes del pitido final. Lucha, lucha, lucha. Haz, haz y haz. Y recuerda que un ganador es un perdedor que no se rindió.

¿Qué ves en el futuro? ¿Lo inalcanzable? ¿Lo desconocido? ¿Una oportunidad? ¿Te vas a rendir?

Os dejamos por aquí este vídeo que alguna vez ya os hemos recomendado, pero ciertamente, se puede decir más alto, pero creo que es imposible hacerlo más claro. Disfrutadlo.

¡Explotando el potencial de los más peques!

¡Explotando el potencial de los más peques!

foto sandra campaña plap!Esta semana inauguramos una nueva sección y es que en El Grial hemos decidido contar historias de emprendedores y emprendedoras. Historias de personas reales de carne y hueso que han sido valientes y han decidido lanzarse al mundo de la empresa y convertir en realidad sus sueños, sus anhelos, sus deseos.

Comenzamos con Sandra Campaña. Ella es la dueña y la “inventora” de plap!. Ingeniera Química e Ingeniera Técnica Industrial de formación, con treinta y siete años de edad, mamá de una peque y en breve de otro que viene en camino, es la artífice de este centro para niños y niñas, que presenta una propuesta original y diferente y que tiene un nombre que nos recuerda a la pequeña explosión que se produce cuando una pompa estalla.

La primera pregunta Sandra es casi obligada, ¿por qué una ingeniera decide dedicarse a la formación de niños y niñas? ¿Cómo surge la idea de montar plap!?

Los niños siempre me han gustado y me motivaba la idea de trabajar con ellos. Cuando comencé con el Centro, lo enfoqué al apoyo escolar y las clases particulares, para que mejoraran su rendimiento académico. La idea estaba bien, pero tengo que reconocer que me daba mucha pena ver a los niños haciendo lo mismo que hacían en el colegio, y prácticamente de la misma manera. Lo cierto es que estaban toda la mañana sentados en una silla haciendo fichas, y luego venían a nuestro Centro por la tarde, para hacer más de lo mismo. Así que pensé que tenía que ofrecer, algo diferente, de alguna manera me sentía en la necesidad de ofrecerles otro tipo de actividades. Quería que los niños y niñas tuvieran la posibilidad de hacer cosas más entretenidas, actividades más divertidas y en las que a través de diferentes herramientas, pudieran desarrollar habilidades que les permitan superar los retos diarios del colegio y de la vida, y todo ello, ¡sin tener necesariamente que estudiar!. Sólo divertirse y aprender.

La verdad es que suena muy bien, pero entonces ¿qué es plap!?

Plap! es un centro de formación diferente y especializado, en el que los niños y las niñas aprenden recuperando la filosofía del juego. Nuestro método de enseñanza hace que se apasionen, se diviertan, descubran nuevas posibilidades, desarrollen habilidades, y sobre todo que exploten todo su potencial. Es la plasmación de alguna manera de todas las inquietudes que te he comentado que tenía y que he podido desarrollar a través precisamente de plap!

Y si miramos por ahí, y vemos las distintas ofertas que existen, ¿qué dirías que tiene de diferente plap!?

Que todos los programas que ofrecemos, incluso los idiomas, son especiales y están pensados para que los niños y niñas desarrollen la concentración, la memoria, la creatividad, la imaginación, la autonomía, la autoconfianza y los valores humanos. Y de verdad, no son sólo palabras bonitas, es la auténtica realidad.

¿Qué actividad elegir para nuestros hijos, algún consejo que nos ayude?

Si tu hijo o hija es muy curioso y apunta maneras para las ciencias y la tecnología, personalmente te recomendaría que lo trajeses a nuestras clases de ROBITEC (robótica y tecnología educativa).

UCMAS (cálculo mental con ábaco) es ideal para desarrollar la concentración, la memoria y la creatividad, y funciona muy bien con niños responsables que están acostumbrados a llevar una rutina de deberes diaria y se pican con las mates.

Si tienes un hijo o hija de 3 ó 4 años, sin duda te recomiendo dos programas: por un lado, PEQUEMÁS. Este está especialmente pensado para conseguir una estimulación intelectual temprana. Con este programa, iniciamos a los niños y niñas, además, en el conocimiento de los números, las palabras y la inteligencia emocional. Por otro lado, está el INGLES CON JOLLY PHONICS. Este es un método totalmente contrastado y fiable que utilizan el 90% de los colegios públicos británicos en el que los niños y niñas aprenden la lengua materna inglesa en base a los sonidos. Trabajan divirtiéndose, y hablan inglés de una forma natural. Y por cierto será la primera vez que se implante en Granada.

Si realmente te preocupa que tus hijos hablen y aprendan inglés, tengo que destacar que nuestro método, Jolly Phonics es ideal para niños de 3 a 12 años por lo que te he explicado anteriormente. Pero es que además, a partir de los 8 años los comenzamos a preparar a los niños y niñas para la superación de los exámenes de Cambridge, que tan necesarios son para su futuro. Es obvio que los niños y niñas de mañana deben ser prácticamente bilingües. Es lo que les va a tocar.

Y por último, si buscas algo totalmente diferente y valoras el aprendizaje no ya sólo de otro idioma, sino que además de otras culturas, en ese caso, no lo dudes y trae a tus hijos o hijas a aprender CHINO. El chino es el idioma del futuro y además es una actividad con la que los estudiantes incrementan su capacidad de memoria, utilizan la lógica y adquieren nuevas habilidades fonéticas. Realmente es apasionante el aprendizaje de esta lengua y a los niños y las niñas les abre la mente de par en par.

¿Cómo valoras la experiencia hasta ahora con el centro?

Muy positiva, ya que cada año hemos ido creciendo un poco más y hemos ido asumiendo e incorporando nuevos desafíos. Es realmente un placer poder trabajar con los niños y niñas que mañana tendrán el futuro en sus manos y saber que de alguna manea estás colaborando en la construcción de ese futuro.

¿Cuál es tu sueño para plap!?

Que los niños y niñas que vengan a plap!, lo hagan ilusionados y muy muy motivados. Que sean ellos los que les pidan a sus padres venir a plap! porque se divierten y aprenden un montón. Y sobre todo, que se vayan con resultados y mejoras visibles en sus habilidades. Ese se mi sueño que los peques disfruten, aprendan y los ayudemos a crecer y a enfrentar la vida y que por supuesto los papás y las mamás estén tan contentos.

¿Cuál es el sueño de Sandra?

Paz interior para mí y para todo el mundo. Ahora estamos a prinicipio de curso en plena campaña de comienzo y esto es muy estresante. Pero lo vivo con mucha ilusión y con enormes ganas.

Y para terminar, ¿para cuándo el nuevo miembro de la familia?

Para diciembre de este año. Está colaborando también de alguna manera este año en la puesta en marcha de esta maravillosa locura que es plap!

 Muchas gracias, Sandra y mucha suerte en esta aventura, como tú la llamas

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¿Por qué hacemos las cosas?

¿Por qué hacemos las cosas?

Por qué hacemos las cosas

“Nunca es tarde para comenzar a hacer las cosas bien”– Anónimo

Hoy paramos en seco para mirar a nuestro alrededor y plantear una cuestión que de alguna manera ya ha ido saliendo a lo largo de estos meses, pero a la que hoy queremos dedicar especialmente un tiempo. Se trata de algo que puede parecer muy básico, pero que a veces no lo es tanto. Porque ¿Cuál es la motivación que hay tras nuestros actos?. Cuando hacemos cosas, e incluso algunas veces moviendo montañas, ¿por qué lo hacemos? ¿Por quién lo hacemos? ¿Qué es lo que realmente buscamos con nuestros actos? ¿La autocomplacencia? La tranquilidad del deber cumplido? ¿El reconocimiento de los demás? ¿Qué, qué, qué?

Está claro que no hay razones buenas y razones malas para hacer las cosas. Lo importante es hacerlas, independientemente de cuáles sean esas razones, aunque sí que podemos encontrar un matiz importante. La motivación que tengamos para actuar nos hará ser más o menos constantes, más o menos rotundos en nuestros actos, más o menos pertinaces en la consecución de aquello que buscamos, de aquello que queremos, incluso más o menos libres.

Hacer las cosas sólo pensando en los demás, en la notoriedad, la fama, la recompensa y el reconocimiento público, es algo muy de nuestro ego. Normalmente este tipo de comportamientos termina por no hacernos felices, por no sentirnos plenos, porque en algún momento nos perdemos de lo que realmente somos, nos olvidamos de qué es lo que realmente queríamos y sobre todo, sin darnos cuenta dejamos de ser fieles a nuestros sueños. Comentemos infidelidades con los sueños de los demás, con los actos que se suponen nos harán más importantes, recorremos caminos que no son los nuestros, nos dejamos llevar, por lo que los demás nos marcan y al final, el día que nos paramos, nos miramos a un espejo y no nos reconocemos. Entonces miramos hacia atrás intentando buscar el momento, intentando encontrar la primera decisión que hizo que dejáramos de buscar nuestro grial particular. En este caso sólo cabe decir una cosa, tal vez porque se ha vivido en carnes propias, y es que cualquier momento es bueno para retomar el camino que realmente queremos seguir. Por duras que sean las piedras, y gordas, y hasta con pinchos, nunca es lo realmente tarde para convertirnos en los protagonistas de nuestra existencia y para decidir que el camino que vamos a seguir es decisión nuestra.

Dejar a un lado la búsqueda del aplauso de los demás, de la complacencia ajena, de la palmadita en la espalda, y hacer las cosas siendo fieles a nosotros mismos, es lo que a la larga nos traerá el verdadero reconocimiento. Y este reconocimiento no es otro que el de nosotros mismos. ¿De qué nos sirve que el resto del mundo nos vea gigantes cuando nosotros realmente sabemos que somos simples hormigas a las que fácilmente se puede aplastar? Cuando por la noche nos vamos a la cama con nosotros mismos no podemos engañarnos, o si lo hacemos dura poco. Nosotros sabemos nuestra auténtica verdad y eso lo queramos o no, nos persigue y es imposible huir.

Dejemos las excusas, asumamos los retos, pidamos perdón por nuestros errores, pero no traslademos a terceros nuestras responsabilidades. Ser el protagonista de nuestra propia vida no es fácil. Ser el actor o la actriz principal supone mucho trabajo, supone arriesgarse y asumir que en ese arriesgarse nos podemos equivocar y que después tendremos que hacer frente a las consecuencias que se devengan de nuestras acciones o inacciones.

Si por el contrario tenemos un papel secundario en la película de nuestra vida, probablemente todo sea más fácil, más cómodo, menos duro. Sufriremos menos y seguro que nos equivocaremos menos también, porque seguiremos los designios de los demás. Haremos un camino más cómodo, conociendo las paradas y los cruces que hay que tomar, pero también siendo conscientes de que ese NO es nuestro camino, es el de otros.

Yo opto por luchar por mi camino. Es angosto. Está lleno de baches. Las piedras que encuentro son más altas que yo. Hay pinchos. Es un camino feo. Pero es el mío. Hay veces lo reconozco, que me canso, que quiero gritar y que por momentos me quedo detrás de una piedra, escondiéndome un rato para así poder tomar aliento. Es cierto que sueño con que algunos pinchos desaparezcan, con que las piedras se hundan un poco y sean menos grandes, menos gordas… pero no obstante, en el fondo sé que esto no va a pasar, en todo caso, en vez de hacerse más pequeñas, se hacen más grandes, porque aunque las piedras se suponen que no están vivas, las que encuentras en el camino sí lo están, y no sólo crecen, si no que hasta se transforman, a veces sólo con la intención de confundirnos y desviarnos. Pero hay que aprender a rectificar, a levantarse después de caerse, a pedir perdón por los errores y las faltas, y a seguir hacia delante, intentando seguir siendo fiel a uno mismo, y haciendo propósito real de enmienda, de no volver a tropezar. Aunque ya dice el refrán que el hombre (y por ende la mujer) es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Elegir el camino ¿trato o truco?

Elegir el camino ¿trato o truco?

Elegir el camino

“Si eres lo suficiente afortunado como para ser diferente de todos los demás, no cambies” – Taylor Swift

Ser diferente mola, es cool. No someterse a los cánones sociales es algo que alabamos, es algo que nos parece interesante, rebelde, guay… pero ¿mentimos o lo creemos de verdad? Es muy fácil decir a los demás que no importa que estés pasado o pasada de peso, o que no seas una guapura, porque “la belleza está en el interior”. Animar a quien quiere hacer cosas que se salgan de lo común para que se lance al vacío, muchas veces incluso sabiendo que se va a estrellar, pero lo hacemos, animamos a esas personas. Nos parece que es mucho mejor y mucho más interesante ser diferentes, ser nosotros mismos, y ese es el consejo que damos a los demás, que se atrevan, que lo hagan, que persigan sus sueños, pero ¿y nosotros? ¿qué hacemos?

A nivel teórico y como idea romántica, ser diferentes nos parece genial, pero cuando lo eres, y tienes que vivir con esa diferencia, sea la que sea, entonces ya no te lo parece tanto. Nos da miedo ser quiénes somos, porque el no ser como los demás, implica el vivir de otra manera, el tener otras reglas, el asumir retos, el hacer otras cosas. En definitiva el salir del círculo de comodidad. Abrir una puerta nueva, sin saber lo que nos vamos a encontrar detrás y esto asusta, y asusta mucho, porque lo desconocido nos aterra. Muchas veces como dice el refrán preferimos “lo malo conocido, en vez de lo bueno por conocer” y eso tristemente en muchas ocasiones nos hace llevar existencias anodinas, nos hace ser personas grises, no brillar, no lucir, no ser felices, pero claro… sabemos dónde estamos, sabemos dónde vamos, sabemos lo que podemos esperar. Vivimos en la tranquilidad y en la comodidad de lo “conocido” de lo “esperable” y con eso nos conformamos. Tenemos nuestros momentos de rebeldía cuando le decimos a los demás que se lancen a esto o a aquello, porque en el fondo lo que sentimos es una tremenda envidia, porque tal vez ellos o ellas se atrevan a hacerlo, mientras que nosotros seguimos siendo “políticamente correctos”, seguimos siendo “totalmente aburridos”. Lo peor de todo es que muchas veces tenemos conciencia de qué es así, pero pese a ello no nos atrevemos a ser ridículos, no nos atrevemos a mostrar nuestros errores, o a caernos, o a sufrir, o a lastimarnos. No, seguimos el camino establecido, aunque este camino nos haga sentir muñecos o muñecas de goma, que mantienen una sonrisa marcada en la boca, mientras aprendemos a vivir, sin padecer. En el fondo, nadie quiere esto, nadie quiere vivir así, todos y todas preferiríamos ser “locos felices”, antes que “cuerdos tristes”, pero hay algo que nos atenaza, que nos impide luchar por lo que de verdad queremos, y eso es el miedo, es nuestro ego en forma de pepito grillo que repite una y otra vez que es mejor “lo malo conocido que lo bueno por conocer”.

Desde aquí no se trata y nunca se ha tratado, ni se tratará de decir a nadie lo que tiene o no que hacer, lo que debe o no hacer. Este espacio sólo pretende ser una puerta que se abre para la reflexión, y que en todo momento parte de una realidad práctica de quién lo plantea. Recordado esto, sólo querríamos decir una cosa con respecto al tema de hoy.

Da miedo ser diferente, da miedo querer cosas distintas a las que anhela el resto. Nos asusta abrir puertas sin saber lo que hay detrás, o asomarnos a ventanas que ni siquiera sabíamos que existían, pero merece la pena. Nadie puede asegurar que las cosas salgan bien. Nadie nos puede decir que nos alegraremos, que seremos más felices, si somos capaces de querer otras cosas. Pero sí hay una cosa cierta. Atrevernos a hacer lo que realmente queremos, independientemente de que sea más o menos correcto de cara a los cánones de la sociedad, nos hace sentir cómo la vida corre por nuestras entrañas. Pensemos que la mayoría de las cosas que hoy nos parecen absolutas, o correctas, son simples realidades culturales. Así que desde la experiencia propia, pese al dolor, a la incertidumbre, al error, a la equivocación, a meter la pata… a todo, es mejor ser valiente. Como decíamos hace algunas semanas, mejor es lamentarse por lo que se ha hecho, que arrepentirse por lo que no se fue capaz de hacer. Es mejor tener y después que perder, que nunca haber tenido.

A fin de cuentas, de lo que estamos hablando es de que es mejor vivir, sentir, sufrir, llorar, reír, gritar, bailar, tropezar… que ser una figura de plástico, tan correcta, tan bonita, tan perfecta… tan muerta. Esta es una visión totalmente personal, sólo necesitamos ser humildes para aprender. ¿Y tú? ¿Qué prefieres? ¿A qué te atreves? ¿Te vienes a la zona de pánico?

https://www.youtube.com/watch?v=8LwvuQkAGcA

https://www.youtube.com/watch?v=sPs6_Od5mJ4

El silencio ¿amigo o enemigo?

El silencio ¿amigo o enemigo?

El silencio, amigo o enemigo

No abras los labios, si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio – Proverbio árabe

Qué difícil ser capaz de tener la justa medida de lo que decir y de lo que no, de cuándo romper el silencio con nuestra palabras y de cuándo mejor callar, y que sea nuestro silencio el que hable por nosotros. Y qué fácil es equivocarse, medirlo mal, y muchas veces al querer arreglar algo con las palabras, sencilla y llanamente empeorarlo.

Quién escribe se define como persona charlatana y que habla hasta por los codos. Y ciertamente esto es un defecto, un gran defecto, porque cuanto más se habla, más posibilidad se tiene de equivocarse. Es cierto que también está la otra cara de la moneda, y que hablar mucho te puede llevar a decir todo lo que piensas, todo lo que sientes, todo aquello que puede hacer que determinados entuertos se solucionen, pero cómo decíamos al principio el problema está en saber cuándo hablar y cuándo callar. Esta es la gran cuestión. Esta es la gran dificultad.

Podemos intentar hacer un ejercicio de reflexión al respecto, siendo conscientes de que realmente la virtud está en saber comunicarse con los silencios, porque aunque parezcan un contrasentido son uno de los elementos más potentes que tenemos en comunicación. El problema es que durante nuestro proceso de socialización y sobre todo en nuestra cultura se sobre valora mucho la palabra y se infravalora demasiado el silencio.

El silencio en muchas ocasiones, significa enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestros miedos, a nuestras verdaderas tribulaciones. Estar callados nos lleva a pensar y a tener que enfrentarnos a cosas a las que muchas veces tememos. Es por ello que se nos hace más fácil, hablar, hablar, hablar, hablar para así como reza el dicho “ahuyentar a nuestros miedos”. Quién no ha llegado a casa y ha puesto la tele o la radio, para de esta manera, tener ruido, y no escuchar el silencio, porque el silencio, la verdad, da mucho miedo. Preferimos arroparnos con sonidos, a los que probablemente no les prestemos ni tan siquiera atención, pero que nos sirven para no tener que enfrentarnos a nosotros mismos.

Y además del miedo a nuestro propio silencio, a escuchar nuestros pensamientos, y a no tener respuesta que darle a los mismos, existe el otro gran terror. Es el que nos provoca el silencio de los demás, sobre todo cuando ese “demás”, son personas que realmente nos importan, personas a las que necesitamos, personas a las que queremos, personas de las que dependemos. Cuántas veces podemos mirar el móvil para ver si ese “demás” ha roto su silencio, aunque haya sido con un socorrido “whatsapp”. También sucumbimos a la tentación irracional de escuchar el “no tiene mensajes de voz” en el contestador, porque pese a haber estado teléfono en mano, pensamos que puede ser que por un casual nos haya cogido durante un momento sin cobertura, y hayamos perdido la ocasión de que ese silencio se rompa.

Por tanto el silencio es algo que nos provoca inseguridad, nos provoca pavor, nos asusta, sea cual fuera su formato. No en vano uno de los votos más complicados de llevar a cabo y que se tornan más exigentes con los practicantes de determinadas religiones es precisamente “el de silencio”. Convivir todo el día con nuestros pensamientos, no poder escapar de nosotros mismos es algo que se torna muy difícil, muy complicado y por más que queramos evitarlo, los gritos están dentro de nuestro interior, y pueden llegar a ensordecernos. Sin lugar a dudas, este es el más duro de los silencios.

El análisis que hemos realizado hoy nos lleva a pensar que las personas que hablamos y hablamos y hablamos, probablemente deberíamos aprender a callar un poco. Seguro que necesitamos, si no hacer voto de silencio, no hay que ser tan radicales, sí al menos, aprender a callar. Recordemos lo sabia que es la naturaleza. Si nos ha dado dos orejas y una boca será por algo. Será porque tenemos que escuchar el doble de lo que hablamos. Aprendamos a no hablar por hablar, y a hacerlo sólo cuando realmente tengamos algo que decir.

¿Qué tal si nos lo planteamos como propósito de enmienda para esta nueva etapa que comienza en septiembre el hablar menos y el decir más?

Sin explicaciones, sin excusas.

Sin explicaciones, sin excusas.

sin explicaciones sin excusas

Tú eres quien determina lo que vales, sin necesidad de dar explicaciones a nadie. Y tu propio valor que es un hecho en sí, no tiene nada que ver con tu comportamiento, ni con tus sentimientos – Wayne W. Dyer

Por unos motivos o por otros, malgastamos parte de nuestro tiempo, que ya sabemos que es el bien más escaso que poseemos, en dar explicaciones, o en tener que excusarnos, por lo que hacemos, o no, por lo que queremos, o por lo que no nos interesa. A veces tenemos que darlas hasta por lo que somos. Pero esta es una de las grandes inutilidades de nuestra existencia y a la que debemos dedicarle muy poco tiempo, por no decir directamente ninguno. Como decía Oscar Wilde y hoy recogemos en nuestro azucarillo, aquellas personas que nos quieren y para las que somos importantes, no necesitan para nada nuestras explicaciones, porque realmente creen en nosotros. Nuestros enemigos, aquellas personas que nos detestan, a las que no caemos bien, o simplemente aquellas que sienten envidia por cómo somos, o por lo que somos o hasta por lo que tenemos o dejamos de tener, no creerán nada de lo que digamos, porque ya tendrán su propia idea preconcebida creada y lo que podamos hacer o decir, sin más, les trae directamente al fresco. Han decidido que no es cierto, simple y llanamente. Finalmente están según Wilde y de forma muy acertada, los estúpidos y estúpidas, es decir aquellas personas que no van a entender lo que tengamos que explicar, por lo que tampoco debemos de perder el tiempo con esta categoría.

Está claro por tanto, visto lo visto, y debemos estar de acuerdo, en que dar explicaciones es una pérdida de tiempo, que no nos va a llevar a ningún sitio, por lo que como decíamos al principio, no tenemos que perder ni un solo momento de nuestra vida en dar esas explicaciones.

Hasta aquí todos de acuerdo, creo. Pero qué pasa cuando no nos piden esas explicaciones, sino que somos nosotros quiénes nos empeñamos en enzarzarnos en excusarnos por lo que hacemos o por lo que no hacemos, buscando toda clase de explicaciones. En este caso, ¿también pensamos lo mismo? Esta situación es más compleja, ¿verdad? No nos gusta que nos pidan explicaciones y entendemos que no debemos de perder el tiempo en darlas, pero sin embargo, cuando necesitamos excusarnos, ahí sí creemos en las explicaciones. Pues, aunque sea difícil, hemos de ser coherentes, y tampoco darlas cuando no nos las piden.

Sé que es difícil, porque es una pelea diaria, muy difícil de batallar, el no dar explicaciones para justificar el porqué no se ha conseguido un objetivo. Es muy difícil no hacerlo, porque es cierto que cuando no todo depende lo que se haga en primera persona, el no alcanzar las metas puede llegar a asustar, sobre todo, cuando la consecuencia puede ser muy negativa, e incluso muy dolorosa. Es cierto que en esos momentos nuestra debilidad nos lleva a reaccionar dando explicaciones y justificaciones que nos excusen por no haber alcanzado nuestro objetivo. Es en estos momentos en los que debemos de aprender a ser fuertes y asumir nuestra responsabilidad. Y una cosa importante, responsabilidad, no significa culpabilidad. La culpabilidad sólo llegará cuando no hayamos hecho todo lo posible por conseguir nuestros objetivos por alcanzar nuestras metas. Entonces sí tendremos que sentirnos culpables, y asumir nuestra responsabilidad, sin buscar a quién endosar nuestra falta. Pero si lo hemos dado todo, lo hemos hecho todo, lo hemos intentado, sin guardarnos nada para nosotros, en ese caso, sí somos responsables es cierto, de no haber conseguido cumplir, pero no culpables. Esta es la gran diferencia, que debemos de asumir, y tenemos que tener clara: responsabilidad no es culpabilidad, y sólo se es culpable, cuando no se da todo, cuando nos dejamos dominar por el ego, o la desidia, o la dejadez, o la vagancia. Así que si lo das todo, sí responsable, pero no culpable.

Un pequeño consejo, para terminar, por si puede servir para algo, o para alguien. Cuando nos marquemos una meta, mejor es que tengamos siempre un plan b pensado, por lo que pueda pasar. La buena planificación será nuestra mejor aliada para alcanzar nuestros objetivos, bueno, y el no dejar de hacer, por supuesto.

Convierte la obligación, en devoción

Convierte la obligación, en devoción

convierte obligacion en devocion“Si no puedes volar, entonces corre; si no puedes correr, entonces camina; si no puedes caminar entonces arrástrate; pero sea lo que hagas sigue moviéndote hacia delante” – Martin Luther King

Cuando nuestro trabajo es sólo un medio que nos permite acceder al vil metal, al poderoso caballero que es D. Dinero,  nos perdemos en la oscuridad de la obligación. Si nuestro norte es sólo crematístico, y el destino final de nuestro esfuerzo y de nuestros desvelos, es sólo conseguir lo necesario para pagar, pagar, pagar y pagar, tener, tener y tener, estamos condenados a la desidia, a la tristeza, e incluso a la anomía. Resulta triste dedicar una vida (sólo tenemos una, no lo olvidemos en ningún momento) a algo que no nos llena, que no nos emociona. En definitiva dedicarla a lo que «no nos pone». Por este motivo, cuando elegimos una profesión, un trabajo, aquello a lo que vamos a dedicar la mayor parte de nuestro tiempo, hemos de guiarnos por lo que realmente nos apasione, por lo que nos haga sentirnos de verdad bien, nos ponga la piel de gallina, y nos haga sentir mariposas en el estómago. Si por el contrario queremos guiarnos por lo que es o no «rentable», por lo que nos reportará beneficios futuros, sin pensar en si realmente nos llenará o no, nos hará de verdad felices, o no, desde la mayor de las modestias, hemos de decir que estaremos cometiendo el error más grande de nuestra vida.

Por eso hoy queremos hablar de la pasión en lo que hacemos, y por supuesto de la pasión por lo que hacemos. Queremos hablar de hacer de nuestra obligación, nuestra devoción. Quienes tenemos la suerte de disfrutar con lo que hacemos, a veces no somos conscientes de lo inmensamente afortunados o afortunadas que somos. Un día elegimos una profesión, optamos por un futuro, y lo hicimos con la única motivación de dedicarnos a aquello que realmente nos gustaba. Tras nuestra decisión no se hallaba la racionalidad económica, ni el ansia de notoriedad,  o el ascenso social. En su día, tras esa elección,  sólo hubo pasión. Y aunque parezca un contrasentido fue la razón quien nos guió siendo consciente de que para toda la vida, era mejor dejar elegir al corazón. Echando la mirada hacia atrás,  podemos sentir orgullo por haber actuado con honestidad y sin dejarnos llevar por otras ansias que no fueran sencilla y llanamente, poder hacer aquello que realmente nos gustaba, lo que nos llenaba, lo que nos hacía sentirnos bien, ni más, ni menos. No nos dejamos llevar por ínfulas de grandeza, ni por el espíritu de la opulencia. Y lo cierto es que fue la decisión acertada, siempre que se hace bajo esta motivación, fue, es y será la decisión acertada.

Pero la vida, aunque es muy corta, a veces es larga, y en ocasiones se complica, o mejor dicho, nos la complicamos. En ocasiones se pierde el norte. Nos desviamos de nuestro camino, y dejamos de disfrutar con aquello que realmente es lo que nos apasiona, nos da la vida, nos hace sentirnos en plenitud. Sin darnos cuenta nos dejamos llevar por una desidia que poco a poco se apodera de nosotros y nos hace caer en un pozo sin fondo. Nos quedamos a oscuras, sin luz que nos guíe, y ahí corremos el riesgo de dejar de ser nosotros mismos. Fallamos así, a la única persona a la que no podemos engañar, a nosotros mismos. Nos quedamos en una situación en la que no podemos escapar de nuestro propio interior y entonces es cuando dejamos de mirarnos a los espejos, para no ver lo que no queremos saber.

A veces, es muy complicado volver a encontrar el camino, y para ello necesitamos un faro que nos guíe para poder atravesar los acantilados de nuestro propio interior. Afortunadamente esos faros existen. Muestran su luz desde dónde menos se puede esperar, y en ocasiones hacen que llegue con tanta fuerza, que es capaz de guiarte, desde la lontananza, para que vuelvas a la tierra firme de tu auténtica verdad, de tu auténtica pasión, haciéndote volver a sentir, o incluso mostrándote un camino nuevo, diferente, por el que tal vez nunca quisiste, o te atreviste a navegar. Acantilados muy altos que daban vértigo, pero que con la luz guía adecuada, se pueden sortear, con peligro sí es cierto, pero a la vez con seguridad.

Hoy tras la que probablemente sea la semana menos productiva en España, en la que la que todo parece ralentizarse tanto que parece pararse, y diera la sensación de que nuestro país, literalmente “cierra por vacaciones”, nos alegra compartir la buena nueva de la total recuperación de la pasión, y de la satisfacción por seguir haciendo las cosas bien. Afortunadamente el faro encendió su luz y además con tal fuerza que permitió que el navío con rumbo perdido, pudiera navegar hacia la costa. Gracias faro, por no dejar de iluminar, por no apagar la luz, que sigue siendo necesaria.

Amigos y amigas, auténticos tesoros.

Amigos y amigas, auténticos tesoros.

amigos y amigas“Para que pueda trabarse una auténtica amistad, es preciso prescindir de la superioridad que puedan otorgar la edad, los honores, las riquezas o el poder. El único motivo que nos debe incitar a la amistad, es la búsqueda de las virtudes y el mutuo perfeccionamiento” – Confucio

El verano, sobre todo gracias a poder disfrutar de las vacaciones (por supuesto quien las tenga), se viaja, se sale más, se cambia de aires, y en definitiva, se conoce a más gente, y esto lleva a reflexionar esta semana, probablemente la de menos actividad económica de todo el año en nuestro país, acerca precisamente de las personas que entran y que salen de nuestra vida.

Una de las cosas que con la edad vamos aprendiendo, es que cualquiera no puede ser nuestro amigo o amiga, y que por supuesto, que no le caemos bien a todo el mundo, y lo que es más, que tampoco tiene porqué. Cuando somos niños y niñas, a cualquiera le damos ese apelativo, “amigo”, por decirlo de alguna manera, vendemos muy barata la amistad. Conforme cumples años, lo normal es volverse una persona mucho más selectiva al respecto. Precisamente uno de los síntomas de la madurez, es precisamente asumir que conocidos y amigos no son lo mismo, y que por supuesto en esta última categoría son muy pocas las personas que pueden, e incluso nos atreveríamos a decir deben estar. Ahora bien, esta realidad tampoco nos debe de llevar a cerrarnos y a mantenernos en un auto ostracismo que nos prive de la posibilidad de dejar entrar en nuestra vida a personas que sumen, aunque no lleguen a ser amigos o amigas, pero hay muchas maneras de ser afortunado gracias a lo que otros u otras te puedan aportar.

Nuestro azucarillo de hoy, casi podría parecer hasta cruel, aunque particularmente pensamos que lo que aporta es una enseñanza muy clara. El refranero español nos dice que más vale estar solo que mal acompañado, aunque muchas veces preferimos rodearnos de personas que no nos aportan, o incluso que resultan hasta tóxicas para nosotros, porque nos da miedo la soledad. Y nos da miedo porque significa que tenemos que enfrentarnos a nosotros mismos, y muchas veces no nos gusta lo que vemos, o incluso nos asusta, por lo que preferimos rodearnos de gente, simplemente como decíamos, por no quedarnos con el mayor de nuestros críticos, con nosotros mismos.

Aunque por lo que debemos trabajar y a lo que tenemos que aspirar, es a rodearnos de personas que nos aporten, nos ayuden a ser mejores, y sobre todo nos hagan crecer, tanto en lo personal, como en lo profesional.

Para conseguirlo, por supuesto hemos de dejar que la gente pueda llegar hasta nosotros, pueda entrar en nuestra vida, aunque la verdad es que esto no es lo más importante. Para recibir, hay que dar, y eso es lo primero que tenemos que tener claro. Empecemos por ser nosotros quienes ayudemos, quienes acompañemos, quienes estemos ahí para cuando se nos necesite, quienes tengamos la paciencia necesaria cuando llegue el momento, en definitiva, empecemos por ofrecernos, por demostrar, por dar, y a partir de ahí, llegará nuestro momento de recibir. No seamos egoístas en nuestras relaciones con los demás. Aprendamos a disfrutar dando, porque realmente hay pocas sensaciones mejores en el mundo. Démonos a los demás. Ofrezcamos lo que tenemos y lo que somos, sin esperar nada a cambio, simplemente disfrutando de estas acciones. Seamos generosos y la vida será generosa con nosotros.

Realmente como dice el refrán “quien tiene un amigo, tiene un tesoro”. Así que vamos a aprovechar este espacio y este momento para dar las gracias a todas aquellas personas que nos aportan, que nos ayudan, y que por supuesto, en ocasiones, también nos aguantan. Gracias a quienes llevan mucho tiempo, y gracias también a quiénes acaban de llegar. Todos sois bien recibidos, y a todos se os agradece.

No olvidemos que a veces, una única persona, queriendo o sin quererlo, puede cambiar toda nuestra existencia. Y puede convertirse en ese revulsivo que nos convierta en la mejor versión de nosotros mismos, así que porque esto puede suceder, ¿qué tal si nos auto damos una oportunidad?

Deja de soñar, despierta ya

Deja de soñar, despierta ya

deja de soñar toca despertar

“Toda la vida es un sueño, y los sueños en sí, son sueños” – Pedro Calderón de la Barca

Virginia Wolf decía que la vida es sueño, y que despertar es lo que nos mata. Y tal vez tenía razón. Todo depende de cómo queramos vivir. Si queremos la pastilla roja o si por el contrario queremos la pastilla azul que Morfeo ofreció a Neo. Pero es que además, hemos de tener muy claro que significa tener sueños. Si para nosotros tener sueños es marcarnos objetivos, aspiraciones a las que queramos llegar, si nos sirven para marcarnos un camino que seguir, entonces por supuesto que hemos de soñar. Pero si nuestros sueños, nos sirven para tenernos dormidos, para tenernos entretenidos, y para de esta manera, vivir pensando en que en algún momento las cosas simplemente pasarán, como por arte de magia, entonces, estos sueños, son para nosotros una dormidera, que nos impide avanzar, que no nos permite poder convertirnos en nuestra mejor versión. Estos sueños, son engaños, son formas de autoconvencernos de que la vida nos debe algo mejor, y al final, son simplemente una más de las trampas del ego, de las que ya hemos hablado en más de una ocasión. Esta concepción de los sueños, como regalos divinos a los que aspiramos, e incluso creemos que merecemos, lo que hace es que sigamos encorsetados en nuestro círculo de comodidad, esperando a que el milagro se consuma. Pero no nos movemos.

Los sueños a los que sí hemos de aspirar son aquellos que se convierten en objetivos, es decir, en aspiraciones reales por las que luchar. Sueños que como objetivos son medibles, son alcanzables y son temporales. Y siempre que estos requisitos se den, no debemos de tener miedo a soñar, a aspirar a conseguir todo aquello que realmente queremos. Pero el secreto es sólo, como dice hoy nuestro azucarillo, despertarnos. De nada nos sirve marcarnos metas, tener aspiraciones, tener objetivos, soñar, si no despertamos. Si nos quedamos en nuestra poltrona esperando a que por gracia divina se produzcan. Esto no va a suceder, si queremos algo debemos lucharlo, debemos buscarlo, debemos pelearlo, dejarnos la piel en el intento. Sólo así nuestros sueños, se podrán hacer realidad. Siempre cabe la posibilidad de no conseguirlo, porque el mero hecho de intentarlo, de quererlo, de buscarlo, pese a que lo demos todo, no significa que lo vayamos a conseguir. Eso está claro, y no pretendemos engañar a nadie, ni generarle falsas expectativas. No, hay que trabajar mucho, no descansar, no dejar nada para mañana, y pese a eso, nadie puede asegurarnos que vayamos a conseguirlo. Pero lo que está claro es que si no lo hacemos de esta manera, desde luego, será mucho más difícil, por no decir imposible, que realmente, nuestros sueños se cumplan.

Por ello, hay que despertar, hay que coger la espada en una mano, el escudo en la otra y salir cada mañana a la batalla, con la intención clara de ganar la guerra final, aunque por supuesto habrá muchas batallas que perdamos, pero que estas no nos hagan olvidar nuestro objetivo, o alejarnos del mismo, que no es otro que realmente ganar la guerra.

Es cierto que a veces, es difícil seguir peleando, cuando son muchas las batallas que se van perdiendo. Cuesta trabajo, volver a la lucha, y sobre todo hacerlo con el mismo empeño, porque el miedo a ser incapaz de remontar la situación, a veces se puede convertir en nuestro peor enemigo. Pero no queda otra. Por eso cuando lleguen esos momentos de bajonazo, esos momentos de indecisión, esos instantes en los que nos vemos débiles, y nos parece ser incapaces de ganar la guerra, sólo un consejo, si es que nos lo permitís, apretad los dientes, e intentar seguir aún con más fuerza, con más ímpetu, con más ganas, con más de todo.

Como decíamos la victoria no es segura, pero por ello no debemos de venirnos abajo, no debemos de dejar de creer en nuestras posibilidades. El otro día leía en una de las redes sociales, a una amiga que decía que estaba harta de esa gente que decía que sí podíamos, que todo depende de nosotros, que si nosotros queremos, todo se puede alcanzar. Tiene razón, porque no todo depende de nosotros, y aunque nos dejemos la piel y hasta la vida en ello, siempre habrá una parte que no dependerá de nosotros, así que querida amiga tienes razón, pero no es menos cierto, que si no lo intentamos, no lo peleamos, no lo luchamos, entonces es verdad que lo único que tenemos seguro, es que no lo conseguiremos.

Así que ánimo, que por nosotros no quede. Que si no lo conseguimos no sea porque tiramos la toalla antes de tiempo, porque nos dejamos llevar por nuestro ego, que nos decía que tal esfuerzo no merecía la pena, porque al final no lo íbamos a conseguir. Si no podemos alcanzar nuestros sueños, que nos quede la absoluta tranquilidad de que lo dimos todo, de que no nos guardamos nada para nosotros, y que peleamos hasta el final, porque realmente queríamos alcanzar nuestro sueño.