por grupo3estudios | Nov 7, 2016 | El Grial de tu Empresa, Lunes positivos
El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia – Henry Ford
La pasada semana, planificando el marketing estratégico para el 2017 con uno de nuestros clientes del sector de la moda, hablábamos de los éxitos empresariales de las marcas que se podían utilizar como ejemplo y analizábamos qué era lo que había detrás de estos proyectos que estábamos convirtiendo en ejemplos del buen hacer empresarial, en un sector tan complicado como es el de la moda.
El debate fue muy interesante. En general se coincidió bastante en la elección de aquellas marcas que nos parecían referentes, aunque lo más interesante del debate, para el post de hoy, no fueron estos nombres (otro día hablaremos de este tema), lo más interesante fue la disertación que entablamos en torno al éxito y al fracaso. Las conclusiones a las que llegamos, fueron muy interesantes y por eso hoy queremos compartirlas en este espacio que dedicamos a hablar del mundo de la empresa y del emprendimiento.
Hay culturas, como la anglosajona en las que realmente se entiende el fracaso, y por supuesto el empresarial, como parte del proceso de aprendizaje, y simplemente como un paso lógico más en la consolidación de las personas emprendedoras, como empresarios y empresarias de verdad. De hecho para ser considerado realmente un hombre o mujer de negocios, se debe de contar con al menos algún fiasco a las espaldas. Esto hace que el miedo al fracaso, y sobre todo las consecuencias del mismo, sean mucho menores en países como por ejemplo, Estados Unidos. Esta concepción del mundo de los negocios, por tanto, hace que las personas emprendedoras se arriesguen, con mucho menos miedo, y sobre todo, que si una vez les fuera mal, no serán penalizados socialmente, ni económicamente, ni lo que puede ser más importante, entrarán en las listas negras de las entidades financieras. El no tener ese lastre y ese peso encima, propicia el que la gente se lance a hacer realidad sus proyectos empresariales, lo que lleva a que hayan podido llevarse a la práctica grandes ideas de negocios, que es muy probable que en nuestra órbita, hubieran terminado durmiendo en el sueño de los justos.
En el otro extremo, en el de los países mediterráneos, es dónde lamentablemente nos encontramos españolitos y españolitas. Vivimos en una cultura en la que el estar pendiente de lo que hace el resto, con la intención de criticar y despotricar, se convierte en deporte nacional. Hacer escarnio público de la desgracia ajena, dar charlas magistrales acerca de cómo debería haber actuado o no (lo más gracioso, lo hace gente que nunca ha hecho nada, y que no ha movido un dedo), y proclamarse sustentadores de la razón absoluta, es lo que parece alimentar a muchos y a muchas, que por suerte o por desgracia, nunca hicieron nada.
Con este panorama, poco propicio al aliento y a la comprensión, la idea de que nuestro negocio no funcione, se convierte en una de las principales barreras con las que nos encontramos a la hora de llevar a cabo nuestros proyectos, ya que el error (fracaso, cierre, etc) no se entiende como algo lógico, que forma parte de la vida de las empresas, sino que se convierte en una losa difícil de levantar y superar. La propia sociedad hace que nos produzca vergüenza el reconocer que las cosas no nos han ido todo lo bien que esperábamos. Y en vez de aprender de lo que no hemos hecho bien, o de lo que podemos mejorar, lo que hacemos es cerrarnos en el fracaso, avergonzarnos y rechazar la idea en muchos casos de volver a intentarlo “por no tener que volver a pasar por lo mismo”. Ahí es dónde radica nuestro principal fallo. Decimos nuestro principal fallo, ya que como empresarios y empresarias, o autónomos o emprendedores, el miedo al fracaso, al escarnio público que muchas veces se produce, y a que nos ninguneen por no haber podido salir adelante, se convierte en el principal hándicap para precisamente, llegar a buen puerto.
La herramienta con la que contamos para luchar contra esta realidad no es otra que la convicción, el creer en nuestro proyecto, el convencimiento de que hay que darlo todo para conseguirlo. Nuestra motivación para recorrer el camino, es nuestra mayor arma. Y si no sale a la primera, ya saldrá a la segunda, o a la tercera, o a la que haga falta. Con la fuerza necesaria siempre seremos capaces de levantarnos una vez más de las que caigamos. Y con respecto a los demás “que les den, ande yo caliente, ríase la gente”.
El mundo hubiera sido diferente si grandes empresarios y empresarias, que partieron de fracasos estrepitosos, no hubieran seguido hacia adelante aprendiendo de los errores. Por mencionar sólo algunos nombres: Ford, Walt Disney, Steve Jobs, J.K. Rowling, OprahWinfrey o Mary KayAsh.
https://www.youtube.com/watch?v=OBpv7QqN8Mg
por grupo3estudios | Abr 23, 2015 | El Grial de tu Empresa
“La autocomplacencia es uno de los mayores riesgos de un negocio” – Amancio Ortega
Nadie puede negar que cuando estás en la ciudad de los rascacielos, y paseas por la Quinta Avenida, queriendo tener tu momento “Breakfast at Tyffany´s”, y de pronto mientras intentas encontrar el centro mundial del glamour y en tu cabeza “resuena la cancioncilla de Audery Hepburn, encontrarte de bruces con ZARA, te produce una especie de placer orgásmico. En ese momento sientes que es algo tuyo, que un trocito te pertenece y entonces piensas aquello de “qué grandes somos los españoles” (aunque no hayamos ganado el último mundial de fútbol). Pues sí, esa experiencia hemos tenido el placer de vivirla, y sentirla. Y ese encontronazo inesperado provocó un apego mayor a una marca, con cuya ropa hemos ido creciendo.
ZARA, como principal baluarte del Grupo INDITEX, es un importante referente en el mundo entero, de cómo hacer las cosas, y cómo conseguir convertirse en líder mundial, habiendo nacido en Galicia. Su historia, su forma de trabajar, su todo, no deja indiferente a nadie, y mucho menos desde que hace ya algún lustro consiguió adelantar al gigante GAP y convertirse en la primera empresa del mundo en su sector.
ZARA, ha “democratizado la moda”. Nunca la ha creado, no la ha diseñado, pero sí ha ayudado a que llegue a muchas personas, a distintas generaciones, y a diferentes espectros económicos, sociales, culturales. Su ropa, permite crear estilismos que no pasan desapercibidos para los “coolhunting”, y desde miembros de la realeza, a la vecina del cuarto, pueden sentirse e ir a la última con esta ropa. Es un caso de estudio no sólo en las escuelas de negocios españolas, sino que en las de todo el mundo, ya que ha creado una manera propia de hacer las cosas.
El referente está claro, el respeto y la admiración por una forma de trabajar, y por unos logros conseguidos, utilizando una filosofía propia de vida y de empresa, asociada a una innovación constante, también es manifiesto, pero hace mucho tiempo que no hemos estado. Así que hoy es el momento de volver a sentir lo que es “vivir la experiencia ZARA”, consciente de tenerla ciertamente idealizada, porque al final, lo que nos hacen sentir las marcas, depende del momento personal en el que te encuentras, y si encima apelamos a los recuerdos, nos quedamos con todo lo positivo y es posible que hasta lo magnifiquemos.
Al llegar, la primera percepción es: horror me he equivocado de hora. Que haya mucha gente en la tienda, hace que la primera sensación que se puede tener sea de cierto caos. Superemos este prejuicio y vamos a ver qué nos encontramos. En primer lugar, una imagen diferente. Los cubiletes en los que están las prendas, el color blanco, la madera y el acero. Una imagen más moderna y sobre todo más “cool”. Pero esto es sólo el anillo exterior, ya que la tienda está plagada de “islas” que seguro que deben de tener un aspecto maravilloso a las 9.30 de la mañana, antes de que se abra la tienda, pero que a media tarde, parecen más bien el mercadillo de cualquier barrio o de cualquier pueblo. Prendas diferentes mezcladas y amontonadas y la gente acercándose a “escarbar” en la búsqueda del “chollo”, como podríamos ver en cualquier puesto callejero. ZARA nos tiene acostumbrados a que si vemos algo que nos gusta, más vale que nos lo llevemos, porque es muy probable que cuando vuelvas, ya no esté, y la gente disfruta revolviendo y revolviendo y dando vueltas a lo que hay en las mesas. Estoy segura que a las personas encargadas de colocarlo, no les debe de hacer ninguna gracia. A esta hora, las siete de la tarde, de un día primaveral, en el centro de la ciudad y con la tienda llena de gente, está claro que ZARA no tiene su aspecto habitual, el de ser una boutique, a precio de pret a porter.
Seguimos deambulando por la tienda, mirando, buscando… porque no olvidemos que esa es la mejor parte de la experiencia “ir de compras”. Seguimos viendo todo lo que hay, lo que nos gusta, zapatos, minifaldas, blusas ligeras… pero hay algo que se echa en falta, ¿qué es? Nadie ha preguntado. Nadie ha ofrecido ayuda. Se puede estar deambulando con la sensación de ser invisible porque nadie se acerca, nadie se ofrece. Lo cierto es que con la cantidad de gente que hay no es de extrañar la sensación de estar sobrepasadas que se ve en el rostro de las dependientas. Sin embargo, a las compradoras, porque sobre todo hay mujeres, se las ve tan contentas, yendo viniendo, haciendo la infinita cola de los probadores. Buscando complementos. Están disfrutando, lo están pasando bien.
Particularmente no me gusta ir de compras así, con tanta gente, con tanta sensación de caos. Prefiero la tranquilidad de las horas del mediodía, dónde puedes ver todo bien colocadito. Momentos en los que si tienes cualquier duda, o necesitas otra talla, otro color, allí está la persona encargada de ayudarte, a la que además la ves relajada, y se puede permitir el lujo de hablarte mirándote a la cara, porque no está estresada, ni tiene a veinte personas más detrás preguntándole. Decido que esa es “mi experiencia ZARA”, la que me gusta vivir, y cómo me gusta vivirla. A esa hora en la que puedo apreciar los detalles, en la que puedo imponerme el ritmo que me apetezca para pasear por la tienda. No volveré por la tarde, porque pese a ser ZARA, y tenerlo todo a su favor, inevitablemente, cuando hay demasiada clientela, todo aquello que caracteriza a la marca, como atención al cliente, glamour, surtido, etc., desaparece, y nos puede llevar al error de creer que ha perdido sus señas de identidad. Aunque, ojo, también hay clientes que prefieren el bullicio y la locura mercadillera. Afortunadamente, por eso el horario es tan extendido, para complacernos a todos los tipos de consumidores.