¡¡Elige cómo quieres vivir!! – Que no lo hagan por ti.
Elegir la primera máscara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario – Clarice Lispector
No podemos elegir el momento en el que llegamos a esta vida, no nos corresponde. En general, a no ser que tomemos una decisión drástica, tampoco podemos elegir ni el momento de abandonar este mundo, ni la forma en la que va a suceder. Aunque sí es cierto que todo lo que pasa entre uno y otro acontecimiento, depende de nosotros. Aunque queramos descargar esa responsabilidad en la suerte, en la familia, en la sociedad o en cualquier otra cosa que veamos como factible de ser acusada de dirigir nuestra existencia, la verdad es que la responsabilidad sobre las elecciones es nuestra y sólo nuestra.
Además de la responsabilidad de nuestras decisiones, hay otro tema fundamental e íntimamente relacionado y es asumir y dar valor a las decisiones, siendo conscientes de que a veces, pequeñas elecciones determinan el devenir de toda nuestra vida, y lo peor de todo, es que ni siquiera somos conscientes de ello. Estos días echo la mirada atrás, y descubro cómo una decisión tomada en un momento determinado hace más de veinte años pudo cambiar radicalmente mi vida. Y sobre esto es sobre lo que queremos reflexionar hoy. La decisión que tomé no fue la que yo quería, no, fue la que se esperaba. Fue una decisión motivada por el miedo al qué dirán, por no salir de los cánones establecidos, buscando la aceptación del grupo y mantenerme dentro del orden establecido. No hice caso a mi corazón, no quise correr mi aventura. Simplemente me amoldé a lo «esperado» e hice lo que se suponía correcto. No lo que yo quería hacer.
Cuento esto por una simple razón. Nosotros elegimos cómo queremos vivir nuestras vidas. ¿O no? Las decisiones que tomamos, ¿son las que realmente queremos, o las tomamos porque es lo que se espera? Cuando miras hacia atrás has de ver elecciones basadas en tus auténticas preferencias, en tus creencias, en tu pasión, en las cosas que realmente te emocionan. Así los errores serán propios, y habrán sido nuestros, serán nuestra responsabilidad y para bien o para mal, aprenderemos de ellos. Pero no sólo los errores, también las victorias serán nuestras, por lo que el orgullo y la satisfacción serán mucho mayores. Es muy triste echar la vista hacia atrás y soñar e incluso fantasear, con que las cosas podrían haber sido diferentes, y pensar que la decisión que tomaste estuvo motivada por la cobardía, no por la convicción personal.
Esta reflexión debe llevarnos a sellar un auto-compromiso con nosotros mismos, que nos lleve a ser auténticos, a ser valientes, a elegir cómo queremos vivir nuestra vida en base realmente a nuestra conciencia, a nuestra concepción del mundo, a la propia escala de valores. Este camino es muy difícil, mucho. Requiere de convencimiento y de autenticidad. Pero es el que de verdad nos llega a llenar como personas, y como profesionales. Comete tus errores, disfruta de tus aciertos, porque sobre todo serán TUYOS. Elegir es un acto de libertad absoluta, es un derecho que se convierte en anhelo del ser humano. Así que disfrutemos de esa libertad.
Sí por el contrario elegimos no elegir, decidimos que las decisiones las tomaremos con la intención de «ser políticamente correctos», «socialmente aceptados» y de ser siempre catalogados como «cuerdos», muy bien. Será nuestra elección, pero seamos conscientes de cuál es el precio que hay que pagar. El peaje es muy alto. Decidamos sí estamos dispuestos a pagarlo, sabiendo que el resultado puede ser la tranquilidad, la aceptación, pero no la felicidad.
Las segundas oportunidades no existen, o casi nunca existen.