La derrota es un estado de ánimo. Nadie ha sido vencido hasta que la derrota se haya aceptado como una realidad – Bruce Lee
Estamos «de Juegos Olímpicos», época en la que se revelan grandes historias de superación, que nos emocionan y nos ponen los vellos de punta. Estos días suponen la gloria para unos pocos elegidos y para muchos, una derrota dura que será difícil de digerir. Pero lo que todos saben, es que para llegar allí, para estar en Río, todos han aprendido a superar fracasos, porque al final es tan sencillo, como que quien no se arriesga, no gana….
Qué bonito se ve todo desde la perspectiva de la victoria, cuando todo son abrazos, besos, risas, felicitaciones. Hay pocas emociones que nos produzcan mayor subidón y que nos hagan sentir miles de sensaciones diferentes, todas positivas, todas … Está claro, la victoria es fácil de vivir, de sentir, de experimentar, y es una de las aspiraciones que como seres humanos tenemos, vencer. Pero ¿qué pasa cuando el resultado es una derrota?
Las derrotas duelen, muestran nuestras vergüenzas y nuestras debilidades. Pueden ser el detonante de rupturas, y el inicio de problemas. Pero esto sólo sucede, si nosotros lo permitimos. Quién no ha sido derrotado, no puede entender lo que supone la victoria. La miel del triunfo sólo se puede disfrutar en su justa medida, cuando se conoce la hiel del fracaso. Pero las grandes personas, no se forjan en las victorias, se forjan en las derrotas, ya que el arte de vencer sólo se aprende tras haber sido derrotado o derrotada en muchas ocasiones. Parecen palabras bonitas, pero son mucho más que eso. Están escritas desde el puro convencimiento de quienes ha caído y han sido capaces de levantarse. Todos podemos, si queremos. Pero tenemos que querer y tenemos que estar dispuestos a hacerlo. Caerse es lógico, es humano, es normal, porque no somos dioses, ni vivimos en el Olimpo. Somos humanos que fallamos, que nos asustamos, que nos quedamos atenazados, porque a veces precisamente el miedo a ser derrotados es el que se alía en nuestra contra y el que más pone de su parte para que la victoria se aleje de nosotros.
No hay grandes secretos, sólo se necesita un fuerte convencimiento de que se quiere lo que se busca, aquello por lo que se pelea, y que cualquier esfuerzo que haya que hacer por conseguirlo, es necesario, porque sencilla y llanamente, “si me caigo, me levanto”. La perfección tal y como la idealizamos sólo existe en el mundo de los cuentos. La perfección en nuestro mundo, en el real, es no dejar de intentarlo, es tirar la toalla la primera vez que te caes, es dejar que las lágrimas puedan contigo, en vez de utilizarlas como combustible mágico que te sirva para empujarte hacia tu meta.
A veces parecemos olvidar que las victorias son el fruto de muchas pequeñas derrotas y que el miedo puede ser nuestro peor enemigo, ya que intentará aliarse con nuestro ego, para que no sigamos intentándolo, así nuestra imagen superlativa no sufrirá, ya que si no hacemos algo, obviamente no lo podemos hacer mal (aunque bien, tampoco).
Así que no lo olvidemos, porque mañana es tarde, y ayer ya no existe, y mañana está por llegar, por lo que no debemos martirizarnos con lo que pudo haber sido y no fue. El ayer sólo está para intentar aprender de los errores, empezando por tener la valentía y la gallardía de reconocerlos, y afrontarlos y por supuesto de decir, aquí estoy para cambiar lo que tenga que cambiar, porque quiero, y como quiero puedo, porque sólo seré derrotado de verdad si soy incapaz de seguir luchando, de seguir intentándolo, de seguir creyendo.
La verdadera derrota, y no es palabrería, es no tener la valentía de intentar las cosas, no levantarnos cuando nos caemos. Si tras una caída buscamos aquello que nos dé el impulso suficiente para levantarnos de nuevo, habremos ganado. Pero si después de caer, nos perdemos en las excusas, y no seguimos intentándolo, entonces habremos perdido, habremos sido derrotado por mi nuestro enemigo. Nuestra procrastinación, Nuestra cobardía, Nuestro miedo.
Por lo que pueda pasar, y a quién le pueda interesar, decidimos seguir levantándonos tras cada caída, pese a que sean muy dolorosas, a que nos partan el alma, a que nuestras ilusiones se queden inválidas… seguiremos intentándolo, simple y llanamente porque cuando tienes el convencimiento de que cuál es tu destino, no importa lo duro que sea el camino, ni las piedras que encuentres en él. Aprendemos a ir disfrutando de cada momento, de cada instante, a vivirlo como si no hubiera un mañana, y por supuesto, a seguir caminando.
Que no te engañes, que nadie es perfecto y que todos y todas tenemos derecho a equivocarnos, a errar, a caernos, pero recuerda que este derecho lo ganamos, cuando nos obligamos a no dejar de pelear, a no dejar de intentarlo. Prediquemos con el ejemplo y que sean las obras y no las palabras, las que hablen por nosotros.
“No tengas miedo de avanzar y arriesgarte. Ten miedo de no hacer nada y quedarte en el camino” – Anónimo
Esta semana queremos hablar del miedo,esa emoción humana que nos paraliza, nos convierte en conejillos asustados, o en avestruces haciéndonos esconder la cabeza. Es probablemente una de las emociones que menos sabemos controlar, que más nos domina, a veces sin ni siquiera ser conscientes de ello. Esa sensación de angustia que nos provoca, que muchas veces es más imaginaria que real, hace que dejemos de buscar nuestras metas, que dejemos de andar nuestro camino, para quedarnos en nuestro pequeño círculo de comodidad, que bueno o malo, nos es conocido.
El miedo hace que no te atrevas a hacer cosas en las que probablemente podrías tener éxito, pero la angustia ante el fracaso (miedo) hace que no te atrevas y quién sabe, que a lo mejor no seas ese artista, esa bailarina, ese pintor o esa motorista… nunca sabrás si podías o no haber llegado, porque tu miedo a no conseguirlo, impidió que lo intentaras…
Otro miedo es a lo desconocido. El resultado que provoca es el mismo. La inacción por temor a lo que pueda pasar, a lo que me pueda encontrar, a lo que pueda aparecer, a lo que pueda descubrir…
¿Y qué decís del miedo al ridículo? A que se rían de mí. A que no me tomen en serio. A que crean que como profesional no estoy a la altura, a que no sé contar chistes, cantar, o bailar… mejor de verdad, quedarse quitecito o quietecita, a ser posible en un discreto segundo plano y así no habrá que enfrentarse a la posibilidad de que haya quien se burle o quien se ría, o quien bromee con lo que hacemos, o con cómo nos movemos…
Ahhhhh el miedo, ese malvado que nos hace ser grises cuando tal vez podríamos brillar. Que nos hace dejar de reír, de sentir, de gritar, de ser libres, en definitiva de ser nosotros mismos. Claro está, es que el miedo es muy malo. ¿Verdad? Pero una pregunta ¿qué hacemos para luchar contra el miedo? ¿Cómo lo enfrentamos? ¿O es que simplemente muchas veces lo utilizamos como excusa, ya que nos viene muy bien, para así poder justificar ante el mundo ante nosotros mismos, simple y llanamente nuestra cobardía? Sinceramente, muchas veces sí. Aunque claro está, no faltarán las voces que lleguen a explicar que se trata de prudencia, se trata de sensatez, se trata de precaución… jajajaja… vamos a llamar a lo blanco, blanco y a lo negro, negro, es COBARDÍA.
Cierto es que existe o debe existir dentro de nosotros el respeto, es decir la capacidad de analizar y valorar lo que vamos a hacer, lo que vamos a emprender, para de esta manera, intentar hacerlo de la mejor forma posible. Para que lo hagamos intentando que las posibilidades de éxito sean mayores. Pero eso es respeto, y es positivo, no es miedo, porque el miedo, siempre es negativo, básicamente porque te anula como ser humano, te arrincona y lo que es peor, te hace creer que esa es la mejor opción, la de la prudencia… repetimos, como las natillas, jajajajajaja. ¿Prudencia?
Lo cierto es que el no enfrentar nuestros temores, nos lleva a la mediocridad, a no alcanzar nuestra verdadera felicidad, a no ser capaces de llegar a ser todo aquello en lo que nos podemos convertir. Si somos capaces de dar el paso y abandonar lo que nos da confort, lo que no nos asusta, estaremos a un tris de abrir la puerta a infinitas posibilidades. No olvidemos que las personas ganadoras, no tienen miedo de perder, porque fracasar es sólo parte del proceso del éxito, sólo tenemos que ser capaces de seguir adelante.
El ejercicio que os proponemos esta semana es bien fácil y a la vez el más difícil del mundo. Vamos a atrevernos a decir, al menos tres cosas que haríamos si no tuviéramos miedo. Miedo al fracaso, a lo desconocido, a errar, a hacer el ridículo, a caerme…. Al menos tres… ¿Somos valientes al menos para reconocerlas? Está claro que ese será el primer paso en el camino hacia vencerlas. Pasad buena semana y no olvidéis este ejercicio. Sed valientes. La recompensa es nada más y nada menos que LA FELICIDAD.
“Falta mucho por aprender, me tocó volar sin alas, decir adiós sin morirme, y renunciar a mi destino para escribir otro” – Anónimo
Hoy toca reflexionarsobre aquellas personas que nos acompañan o por el contrario nos abandonan a lo largo de nuestro camino. Siempre se ha dicho, y realmente creemos que todos y todas lo hemos comprobado en algún momento de nuestra vida que es mucho más fácil mirar a los lados y que estemos acompañados, cuando las cosas van bien, y sin embargo cuando se tornan duras, es también muy posible que cuando miremos a los lados, no veamos nada, ni a nadie más allá de a nuestra propia sombra.
Cuando toca lo feo, lo duro, la lucha, la batalla, la lágrima, el esfuerzo, es realmente cuando necesitaríamos tener a aquellas personas que se supone que nos aprecian, o que nos quieren, o en definitiva, aquellas personas que dicen que somos importantes para ellas, pero muchas veces, este es el momento en el que saltan del barco, porque para qué engañarnos, las maduras son muy bonitas, las duras no tanto. Por eso, hay que reconocer que todos tendríamos que pasar momentos realmente duros en nuestra vida, porque así podríamos más fácilmente discernir sobre las personas a las que les importamos y sobre aquellas que simplemente se importan así mismas. Hay una imagen que representa muy bien este momento, y es el de un perro cuando sale del agua, un perro de lanas que empieza a moverse convulsivamente para sacarse de encima todo el agua sobrante. Pues bien, eso es lo que nosotros, los seres humanos, también tendríamos que hacer en ocasiones, pero no con respecto al agua, sino que a otros seres, más o menos, humanos pero que en muchos casos tienen realmente un comportamiento más de parásitos que de otra cosa.
Ahora bien, ya que hemos visualizado qué es lo que hay que hacer con aquellos que no merecen estar a nuestro lado, simplemente por deslealtad, por interés, o por lo que sea. Vamos a centrarnos en aquellas personas que sí se quedan. O mejor aún en las que aparecen en estos momentos. Estas son las auténticas. En la época del ocaso, de la tristeza, del miedo, de la oscuridad, cuando los brillos desaparecen y la mayoría de las luces se apagan, hay que ser muy valiente para llegar a la vida de alguien, y para no sólo no salir corriendo, sino que para decir:
“ vamos, yo te guío, si quieres mi luz, aquí la tienes, déjate llevar, déjate acompañar, déjate ayudar. No tienes porqué ser superman/superwoman, y no tienes porqué salvar el mundo en solitario. Sólo haz lo que tienes que hacer. No va a ser fácil. Te vas a caer mil veces. Vas a tener zancadillas que van a llegar por todos los frentes. Pero si cada vez que te caes, te levantas, si cada vez que te zancadillean aprendes, no te preocupes, porque tú vas a ser quién sea capaz de salir, de seguir, de resurgir. Yo estoy aquí para ayudarte, yo estoy aquí para guiarte, para orientarte, y cuando te desvíes, por supuesto para recriminarte, y para demostrarte tus errores. Tú sólo tienes que hacer y hacer. No dejarte vencer, ni por los de fuera, ni por supuesto por el peor enemigo, el que habita dentro de ti. El que en muchas ocasiones te va a decir. “¿Para qué te levantas ya?; Vámonos a dormir, si da igual; no te preocupes, mañana lo harás. Si no puedes, déjalo, qué le vamos a hacer”. A ese es al que no debes de escuchar. Contra ese es contra el que más alerta debes estar, porque yo podré estar a tu lado, pero será una guerra que deberás batir solo, en la que habrá miles de batallas. No te engañes, por mucho que parezca que vas ganando, es un enemigo muy sibilino, y puede ocurrir que sin darte cuenta esté aprovechando tu momento de vanidad, para volver a entrar como caballo de Troya y minar el trabajo que has hecho”.
Si tienes la suerte de encontrar un faro así, que te guíe, préstale mucha atención. No dejes que se apague. Te dirá cosas feas. En muchas ocasiones te pondrá contra la espada y la pared, pero sólo así podrás tener una oportunidad para ganar la guerra.
Huye de quiénes te regalen el oído, de quiénes resalten tus virtudes aunque sean ciertas, porque así escuchando lo que ya sabes, no podrás crecer, no podrás ser mejor, no podrás vencer.
Y por supuesto, cuando la tempestad amaine, y las aguas parezcan plácidas, no olvides a quién estuvo a tu lado en la batalla. No seas desagradecido. No peques de arrogante, porque además recuerda, que en cualquier momento, la tempestad puede volver a traer un tsunami a tu vida.
“¿Quieres lograr lo que nunca has alcanzado? Necesitas hacer lo que aún no has intentado” – Antonio Gutiérrez
Hoy tal vez habríamos hablado de otras cosas, por ejemplo de lo que nos importa o no la opinión de los demás, pero vamos a incidir en algo que nos gusta mucho, y es el tema de la osadía, de la valentía, de atreverse a hacer cosas nuevas, cosas diferentes.
Lo cierto es que a todo el mundo nos gusta ser bueno en lo que hacemos. Nos hace sentirnos seguros, nos hace sentirnos hasta importantes, y la verdad, eso está muy bien. La seguridad de estar ante “lo que controlamos” nos hace estar felices, nos da mucho positivo. Es genial. Quien escribe, quien canta, quien baila, quien pinta, quien es un gran abogado penalista, o una excepcional peluquera o un incomparable electricista… da igual, lo cierto es que sabemos hacer algo, nos hace sentirnos bien, y la verdad ¿para qué cambiar? Absolutamente comprensible y absolutamente lógico. Si soy bueno en una cosa, ¿para qué me voy a arriesgar con algo que no domino? Pues bien, aquí está el auténtico quid de la cuestión.
Si hago algo medianamente bien ¿por qué intentar hacer otra cosa diferente y que no me salga igual? A esto evidentemente le podemos llamar sin miedo a equivocarnos, estar tranquilamente en nuestro círculo de confort. Sabéis que es un tema que nos gusta sacar de vez en cuando sobre todo para intentar que no nos acomodemos demasiado en ese estatus.
Lo desconocido por naturaleza nos da miedo, nos preocupa no ser capaces o no estar a la altura, pero está claro y lo hemos recordado muchas veces que el mayor condicionante que tenemos los seres humanos es el miedo, es el que nos hace perder batallas antes de tan siquiera librarlas. Hay un símil deportivo que nos encanta, y es el de los equipos que pierden los partidos en el vestuario, ya que cuando saltan al terreno de juego su actitud es ya la de “no voy a poder”, “no voy a ser capaz”, por lo que efectivamente, ni puedes, ni eres capaz, y te vuelves a casa con una derrota.
La vida nos ha enseñado, y esto os prometemos que está aprendido en carnes propias a que realmente no somos conscientes de lo capaces que somos, de las enormes posibilidades que tenemos para hacer cosas o para afrontar retos, hasta que de verdad no nos ponemos a ello. Lo cierto es que como vivimos en esa cultura en la que el fallo se penaliza como si fuera lo peor que nos puede pasar, lo que realmente nos cohíbe es ese miedo que se une al terror a fallar y que se nos estigmatice. La verdad nos gustaría que fuéramos hijos e hijas de otra manera de ver las cosas y de entender el mundo. Nadie nace enseñado y puede que esto debiéramos llevarlo tatuado en la frente todos, para que así estuviéramos todo el día viéndolo en el rostro de los demás. Errar es la manera de aprender. No se puede aprender por ciencia infusa o por ósmosis, sería genial, pero la cosa no va así. Hay que aprender haciendo y haciendo corremos el riesgo de equivocarnos, y de no hacerlo bien, pero sólo así es como aprenderemos.
Hoy en clase, hablando con los alumnos de estas cosas decíamos que la vida se sustenta sobre tres pilares, que son, el primero hacer, hacer, hacer y olvidarse de las perífrasis verbales de “voy a hacer” “tengo que hacer”… nada, simplemente hazlo. El segundo, que todo tiene que ser real y de verdad, es decir, no podemos vivir en la mentira, ni en la milonga, porque eso nos llevará a ninguna parte y nos aislará. Y tercero la humildad y el reconocer que necesitamos ayuda, que no somos mejores que nadie, y que por muy buenos que seamos en algo, siempre tenemos que aprender, siempre tenemos que mejorar, siempre tenemos que seguir aprendiendo, siempre que seguir mejorando, ya que en el momento en el que nos apoltronemos en el ya lo sé, sencilla y llanamente estaremos muriendo.
Y todo esto sabiendo que si nos equivocamos, no pasa nada, aprendemos del error, intentamos no cometerlo de nuevo, y seguimos hacia adelante. La vida es un continuo aprendizaje y un continuo proceso de mejora, que además si queremos que sea profunda y real, siempre tiene que nacer y partir de nuestro interior…
Hoy poníamos en clase también el ejemplo de los “tentetiesos” de los bebés. Esos muñecos que por más golpes que les das, y por más veces que den “hocicazos” en el suelo, vuelven a su posición original… Pues bien, ¿a que es un buen referente? Ya sabéis a partir de ahora, seremos como los tentetiesos que cuanto más rápido se caen, más rápido se levantan…
No os dejéis asustar ni intimidar por quien os llame fracasados o fracasadas por haber errado en algo o no haber conseguido un objetivo, porque a nosotros siempre nos quedará el haberlo intentado. No perdáis el partido antes de jugarlo… Jugar hasta el final, como si os fuera la vida en ello, sudad la camiseta, dejaos la piel en el terreno de juego, porque así cuando sea la noche y nos quedemos a solas con nosotros mismos en la soledad de nuestra cama, podremos cerrar los ojos con tranquilidad, sabiendo que lo hemos dado todo y que no nos hemos quedado con nada… eso sí que es vivir, eso sí que es, querer…
“Renunciar a mi pasión es como desgarrar con mis uñas una parte viva de mi corazón” – Gabriele D´Annunzio
De mayor quiero ser médico, futbolista, bailarina, capitán, enfermera, bombero, policía… hasta princesa o súper héroe… pero ¿cuándo fue la última vez que de verdad quisimos ser felices?Desde que somos pequeñosse nos enseña a que debemos de buscar un futuro en el que consigamos ser cosas, en el que busquemos la riqueza, el reconocimiento social, la fama, en el que lleguemos a ser lo que de nosotros y nosotras se espera. Es mejor que seamos médicos que pintores, o profesores antes que conductores… Nuestros padres en su afán de que tengamos una “buena vida” de alguna manera nos ayudan y nos animan para que busquemos el ser socialmente aceptados, para que consigamos un estatus que nos haga estar dentro de los círculos de lo recomendable…
Esto ¿está mal? Bueno, pues probablemente no. Pero habría que dar un paso más, deshaciéndonos de los prototipos sociales, optando no por lo políticamente correcto, y sí por lo que de verdad nos gusta. ¿Por qué no enseñamos a nuestros hijos e hijas que de verdad lo más importante es buscar la felicidad? ¿Por qué no los enseñamos a que tienen que luchar realmente por ser felices?
Nuestra batalla principal debería ser la de ayudar a los demás, o a nosotros mismos a descubrir qué es lo que realmente nos hace felices. ¿Por qué no nos han enseñado a buscar aquello que realmente nos llena? ¿Por qué nosotros tampoco lo hacemos con las personas que tenemos cerca, ni tan siquiera con nosotros mismos?
Hoy queremos reivindicar que como dice el refrán nunca es tarde si la dicha es buena. Con esto lo que queremos decir es que da igual la edad que se tenga, da igual el momento de la vida en el que nos encontremos. No podemos renunciar a buscar nuestra felicidad, y a luchar por ella. A hacer aquello que realmente nos apasiona. La vida es tan corta, y nos empeñamos en hacerla tan gris a veces. Nosotros mismos nos apagamos las luces, nos cortamos las alas, porque nos creemos que ya no podemos. Que somos mayores. Que no se puede cambiar. Que no tiene ya sentido luchar por hacer otras cosas. En ese momento nos auto convencemos como la zorra con las uvas, de que seguro que no estaban tan buenas, y para ello nada mejor que buscar mil excusas del tipo, ya no puedo, ahora pasó mi momento, soy mayor… todo sencillamente por no salir de nuestro círculo de confort, ya que aunque no nos guste, y nos asfixie y nos haga sentirnos pobres personas, nos es conocido, y aunque nos sintamos hasta miserables estando dentro, sabemos lo que podemos esperar, sabemos a lo que podemos atenernos. Pero esto no es otra cosa que vivir una vida a medias, llena de cobardía, llena de “seguridades” que nos empequeñecen.
Hoy queremos proponer de nuevo una revolución. Una revolución vital. Hoy queremos gritar al mundo que hay que tener pasión por lo que se hace y que por ello hay que ser valiente y valienta para buscar aquello que realmente nos proporcione esa sensación de ante todo estar vivos y vivas, pese al vértigo, pese a las cosquillas en la barriga por lo desconocido. Salir del círculo de confort, atreverse a intentarlo. Atreverse a estrellarse, aún a sabiendas de que puede doler mucho. Eso es la vida. Eso es estar vivo. ¿Por qué no queremos probarlo?¿Por qué queremos seguir viviendo como vegetales? ¿De verdad que la opción debe ser la seguridad?
Aun a riesgo de resultar de manicomio, queremos decir basta, queremos decir que no, a vivir a medias. Se acabó el tiempo de las medias tintas, de los titubeos, de los miedos. Se puede, si se quiere, y aquí y ahora nos comprometemos con la vida, con la lucha, y con la pasión. Nadie puede asegurarnos el llegar, nadie puede decirnos que sí que lo conseguiremos, pero nadie tampoco puede decirnos lo contrario. Así que nuestra opción es clara, luchar por nuestro sueño, luchar por nuestra pasión, y si morimos en el intento, al menos habremos dado todo a cambio de lo que de verdad queremos. Se acabó ser un vegetal. Se acabó ser de goma. Se acabó ser “lo que esperan que sea”. Vamos en busca de la felicidad, quien se apunte bien, y quien no, pues también, pero que luego no se queje… el círculo de comodidad, es el lugar más triste del mundo, es el sitio dónde el gris es el único color permitido ¿vas a seguir dentro, o te animas a buscar lo otro?
Si quieres algo, ve a por ello… es el único secreto.