¿Quién dice cuál es el límite?

¿Quién dice cuál es el límite?

“No limites tus desafíos, en su lugar, desafía a tus límites” – Anónimo

Hoy vamos a hablar de los límites, de lo que realmente somos capaces de hacer y de lo que creemos que somos capaces de hacer. Aunque pueda sonar a tópico, esa creencia en lo que sí o en lo que no somos capaces de hacer, se convierte en el primer condicionante en positivo o negativo. Con esto lo que queremos decir es que la simple idea de poder hacer algo, no va a hacer que lo hagamos, pero sí es la precondición para que lo consigamos. En sentido negativo, si pensamos que no somos capaces, estamos diciendo a todo nuestro cuerpo, a nuestra alma incluso que no vamos a poder, con lo cual el resultado será precisamente que no podremos, porque es lo que realmente iremos buscando.

Por todo ello cuando hablamos de actitud positiva parece que estamos hablando de tonterías, o que nos va el “rollo telepredicador americano”, pero no es eso. Ya hemos dicho muchas veces que las palabras son importantes, y por supuesto los pensamientos, que son el idioma con el que hablamos con nosotros mismos, también lo son. Si dentro de mí estoy viendo que no puedo, que no llego, que no sirvo, que no sé, que no soy capaz… el resultado será precisamente ese… será NO. Pero si en mi fuero interno sé que puedo, estoy trasmitiendo a todas mis células una información clara, una información positiva. Sin darme cuenta de esta manera, proporciono el poder necesario a mi organismo, a mi mente, a mi alma, a mi ser, para que crea en sus posibilidades, para que sea consciente de a dónde quiero llegar… Señores y señoras, esta es la primera condición para poder hacer algo, saberte capaz de conseguirlo.

Ahora bien, esto no es “la cuarta dimensión”. Estando todo el día en un sofá, o pensando en que se puede hacer algo, no se va a conseguir nada. Vale que hay que sentirse capaz, creerse capaz, y que este es el primer paso, pero el siguiente e inmediato es remangarse y ponerse a ello.

La magia no existe, y aunque la suerte a veces toca a nuestra puerta, es mejor que nos pille en faena, por lo que pueda pasar. Por causa divina no voy a encontrar trabajo, no voy a dejar de fumar, no voy a ponerme en forma, no voy a mejorar mi nivel de inglés o de informática, no voy a terminar el libro que empecé, ni a aprobar el examen, ni a nada de nada. Obvio, primero creer y después hacer. Parece sencillo, ¿verdad? Es algo absolutamente obvio, ¿cierto? Pues si realmente lo lleváramos a cabo seríamos personas mucho más felices, y tendríamos ante nosotros un mundo mucho mejor.

Estas reflexiones no son para nada el producto de haber ingerido ningún tipo de tóxico alucinógeno, realmente se basan en la experiencia vital propia, por eso podemos compartirlo y afirmarlo, porque no se trata de una creencia, no se trata de un mantra que repetimos para autocomplacernos, se trata de una realidad, empíricamente constatada. Es decir, que esto lo hemos vivido en carnes propias.

Al final no hay nada como superar esos momentos y esas situaciones que te hacen crecerte, y de las que se sale porque las mismas entrañas son las que deciden que sí lo hacemos, que sí podemos, que sí sabemos…

Vivimos en una sociedad, en la que en general se nos enseña a ser autolimitadores. Nos adiestran para que nos autoimpongamos límites, porque de esa manera, es más fácil que nos quedemos en la mediocridad, es más fácil que nos quedemos en una versión triste de nosotros mismos, y sobre todo más manipulable y más políticamente correcta… Desde pequeños nos muestran el inmenso abanico de miedos, nos asustan coartando nuestra creatividad, y dándonos a entender que soñar es malo, que querer más es tener avaricia, o codicia, o soberbia. Nuestro sistema está diseñado de tal modo, que al final nosotros nos ponemos nuestros límites, nos los creemos, y con ellos nos encerramos en nuestro círculo de la comodidad y hala, a pasar allí nuestra vida. Nos hace dejar de pensar en el rojo, en el naranja, en el verde o en el azul cielo, y a centrarnos en el gris, porque en ese, en ese siempre podremos pensar, porque al gris siempre podemos aspirar…

Por eso la pregunta de esta semana es clara ¿quieres seguir en el gris, o prefieres apuntarte a otro color?

Nosotros por lo pronto elegimos el rojo. El rojo claro simboliza alegría, sensualidad, pasión, amor y sensibilidad. El rojo oscuro evoca energía, vigor, furia, fuerza de voluntad, cólera, ira, malicia, valor, capacidad de liderazgo. En otro sentido, también representa añoranza. Definitivamente elijo el rojo, con sus claros y sus oscuros.

¿Qué color eliges? Recuerda que cuando éramos niños, el gris era el último color que quedaba en la caja… no sabíamos para qué utilizarlo, sólo nos servía como sustituto del negro, cuando este se acababa o se nos perdía. #TerminaConElGris #EligeTuColor