En busca de la amistad real

En busca de la amistad real

“Para que pueda trabarse una auténtica amistad, es preciso prescindir de la superioridad que puedan otorgar la edad, los honores, las riquezas o el poder. El único motivo que nos debe incitar a la amistad, es la búsqueda de las virtudes y el mutuo perfeccionamiento” – Confucio

En verano, sobre todo gracias a poder disfrutar de las vacaciones (por supuesto quien las tenga), se viaja, se sale más, se cambia de aires, y en definitiva, se conoce a más gente, y esto lleva a reflexionar esta semana, probablemente la de menos actividad económica de todo el año en nuestro país, acerca precisamente de las personas que entran y que salen de nuestra vida.

Una de las cosas que con la edad vamos aprendiendo, es que cualquiera no puede ser nuestro amigo o amiga, y que por supuesto, que no le caemos bien a todo el mundo, y lo que es más, que tampoco tiene porqué. Cuando somos niños y niñas, a cualquiera le damos ese apelativo, “amigo”, por decirlo de alguna manera, vendemos muy barata la amistad. Conforme cumples años, lo normal es volverse una persona mucho más selectiva al respecto. Precisamente uno de los síntomas de la madurez, es asumir que conocidos y amigos no son lo mismo, y que por supuesto en esta última categoría son muy pocas las personas que pueden, e incluso nos atreveríamos a decir deben estar. Ahora bien, esta realidad tampoco nos debe de llevar a cerrarnos y a mantenernos en un auto ostracismo que nos prive de la posibilidad de dejar entrar en nuestra vida a personas que sumen, aunque no lleguen a ser amigos o amigas, pero hay muchas maneras de ser afortunado gracias a lo que otros u otras te puedan aportar.

Nuestro azucarillo de hoy, casi podría parecer hasta cruel, aunque particularmente pensamos que lo que aporta es una enseñanza muy clara. El refranero español nos dice que más vale estar solo que mal acompañado, aunque muchas veces preferimos rodearnos de personas que no nos aportan, o incluso que resultan hasta tóxicas para nosotros, porque nos da miedo la soledad. Y nos da miedo porque significa que tenemos que enfrentarnos a nosotros mismos, y muchas veces no nos gusta lo que vemos, o incluso nos asusta, por lo que preferimos rodearnos de gente, simplemente como decíamos, por no quedarnos con el mayor de nuestros críticos, con nosotros mismos.

Aunque por lo que debemos trabajar y a lo que tenemos que aspirar, es a rodearnos de personas que nos aporten, nos ayuden a ser mejores, y sobre todo nos hagan crecer, tanto en lo personal, como en lo profesional.

Para conseguirlo, por supuesto hemos de dejar que la gente pueda llegar hasta nosotros, pueda entrar en nuestra vida, aunque la verdad es que esto no es lo más importante. Para recibir, hay que dar, y eso es lo primero que tenemos que tener claro. Empecemos por ser nosotros quienes ayudemos, quienes acompañemos, quienes estemos ahí para cuando se nos necesite, quienes tengamos la paciencia necesaria cuando llegue el momento, en definitiva, empecemos por ofrecernos, por demostrar, por dar, y a partir de ahí, llegará nuestro momento de recibir. No seamos egoístas en nuestras relaciones con los demás. Aprendamos a disfrutar dando, porque realmente hay pocas sensaciones mejores en el mundo. Démonos a los demás. Ofrezcamos lo que tenemos y lo que somos, sin esperar nada a cambio, simplemente disfrutando de estas acciones. Seamos generosos y la vida será generosa con nosotros.

Realmente como dice el refrán “quien tiene un amigo, tiene un tesoro”. Así que vamos a aprovechar este espacio y este momento para dar las gracias a todas aquellas personas que nos aportan, que nos ayudan, y que por supuesto, en ocasiones, también nos aguantan. Gracias a quienes llevan mucho tiempo, y gracias también a quiénes acaban de llegar. Todos sois bien recibidos, y a todos se os agradece.

No olvidemos que a veces, una única persona, queriendo o sin quererlo, puede cambiar toda nuestra existencia. Y puede convertirse en ese revulsivo que nos convierta en la mejor versión de nosotros mismos, así que porque esto puede suceder, ¿qué tal si nos auto damos una oportunidad?

 

DA AQUELLO QUE QUIERES RECIBIR

DA AQUELLO QUE QUIERES RECIBIR

“Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas” – Woody Allen

Esta semana vamos a reflexionar sobre lo que conseguimos con nuestros actos, con nuestro comportamiento. La mayoría de las personas somos egoístas por naturaleza y tendemos a esperar recibir algo diferente a lo que entregamos, o lo que es peor aún, queremos que nos den más de lo que nosotros mismos entregamos.

En nuestro refranero tenemos muchos ejemplos al respecto. Particularmente nos gusta aquel de “quien siembra tormentas, recoge tempestades”. Hemos de pararnos a pensar en qué es lo que queremos de los demás, cómo queremos que nos traten, y a partir de ahí decidir qué es lo que vamos a hacer nosotros. No es justo pedir lo que nosotros no damos. No debemos exigir lo que no somos capaces de entregar. Aunque a veces se tarde en recoger la cosecha, lo cierto es que en el corto plazo o en el largo, tendremos aquello que hemos sembrado.

Vamos a poner como ejemplo el boomerang. Este artilugio, que particularmente recuerda al logo de una conocida marca deportiva, siempre vuelve. Lo lanzas, con mucha fuerza o con poca, y es un instrumento que está diseñado para retornar. Justo eso es lo que ocurre con nuestras acciones. Es por ello por lo que debemos ser conscientes de que nuestra actitud ante las cosas, ante los demás, en definitiva ante la vida, es nuestro boomerang que tarde o temprano volverá a nosotros. Pensar en qué es lo que queremos para nosotros mismos, es la mejor forma de tener claro, cómo comportarnos con respecto a los demás.

Seamos muy conscientes de lo que estamos trasladando al mundo con nuestro comportamiento. Quevedo decía que “la soberbia nunca baja de dónde sube, pero siempre cae de dónde subió”. La persona arrogante, prepotente, que mira al resto por encima del hombro, en el fondo lo que demuestra es ser débil, todo lo contrario a lo que pudiera parecer. La mayoría esconden tras este comportamiento grandes carencias, muchos miedos, y por supuesto, complejos de inferioridad. Quien necesita compararse con el resto para darse importancia, o para sentirse bien, no deja de ser “una pobre persona”. La fuerza de verdad, la que nos hace seguir adelante, enfrentarnos al mundo y afrontar los retos con gallardía, reside en la humildad. En saber tratar a todo el mundo con el mismo respeto y la misma educación. En valorarnos a nosotros mismos por lo que somos y hacemos, no por lo que tenemos, y mucho menos comparándonos con los demás. Este ejercicio no es fácil, porque desde pequeños, la forma de medirnos que en muchos casos nos han enseñado, es precisamente el compararse con otros. Pero esta actitud resulta muy pobre. Recordemos aquello de “en el reino de los ciegos, el tuerto es el rey”. No te compares con nadie, sé tú mismo. Mejora por ti, no por los demás, compite contra ti, sólo de esta manera podrás llegar a tu máximo. Pero no te pierdas mirando constantemente a los lados, porque de esa manera, puede que no llegues a desarrollar tu potencial, y además hay que hacerlo desde la convicción de que sólo dando lo mejor de nosotros, podremos recibir lo bueno de los demás.

Esta filosofía, esta manera de entender nuestro paso por la vida, podría parecer muy “mojigata”, pero no lo es. Es aplicable tanto al terreno profesional, como al terreno personal, y aunque a veces el boomerang tarda mucho en volver, no podemos olvidar que siempre, siempre lo hace. De camino, no está mal recordar, que las cosas se hacen, no se dicen, como decía Woody Allen. No basta con decir soy una persona humilde, hay que comportarse como tal. No es suficiente con decir, soy una persona justa. Para nada sirve ni no actúas con justicia hasta en los pequeños detalles. No debemos olvidar que hemos de elegir muy bien las semillas que queremos plantar, porque de ellas dependerán los frutos que después recojamos. “Somos un imán, atraemos lo que sentimos, lo que damos”, así que no echemos la culpa a nadie porque todo depende de nosotros.

Vive sólo el presente. Feliz Navidad.

Vive sólo el presente. Feliz Navidad.

Es tiempo de hacer un pequeño alto en el camino. Tomarnos un momento para respirar, tomar aire, ser conscientes de dónde venimos y fijar nuestra mirada hacia dónde queremos seguir. Vivamos el presente siendo conscientes de que somos los y las auténticas protagonistas de nuestras vidas. No nos limitemos a ver cómo suceden las cosas, si no que hagamos que sucedan y participemos de ellas.

Hacer un alto no es parar, y tiene que servirnos para agradecer hoy más que nunca a los que nos dan, a quiénes nos ayudan, a todas esas personas que nos regalan su tiempo. Gracias a quiénes confían en nosotros y nos alientan con esa confianza para seguir adelante.

No olvidemos que para recibir hay que dar, hoy mañana y siempre. Así que demos amor, obediencia, cariño, tiempo… demos mucho. No sólo en estas fechas, sino que todo el año.

Por lo pronto este alto, hoy nos lleva a desear lo mejor para todas aquellas personas que habéis tenido a bien compartir con nosotros vuestro tiempo.

Recuerda, vive solo el presente, porque el pasado ya se fue, el futuro no sabemos lo que traerá. Lo único real es el aquí y el ahora. Disfrútalo. Vívelo.

Feliz Navidad!