Sólo hay un aquí y un ahora

Sólo hay un aquí y un ahora

“Sólo existen dos días al año en los que no puedes hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana, por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer, y principalmente vivir” – Dalai Lama

El tiempo… ese implacable compañero, que unas veces juega a nuestro favor, y sin embargo otras, se convierte en nuestro principal enemigo. Cuando somos felices, vuela. Parece que multiplicase su paso, que acelerara su ritmo, para hacer que nuestra dicha fuese lo más efímera posible. Sin embargo, cuando el dolor se adueña de nuestra alma, parece que se detuviera, que disfrutara con nuestro sufrimiento, que se regodeara en nuestro padecer… Lo cierto es que no tenemos una medida objetiva, ya que es algo que pese a que está perfectamente tasado, desde la noche de los tiempos, no es lo que es, sino cómo lo percibimos, y la forma en la que lo vivimos, depende fundamentalmente de nuestro estado de ánimo, por paradójico que pueda parecer.

El tiempo todo lo cura, el tiempo todo lo pone en su sitio, el tiempo dirá si es bueno o malo… El tiempo, el tiempo… le damos el valor de sabio, le damos el estatus de dios que todo lo sabe y que todo lo aclarará… pero el tiempo al fin y al cabo sólo es el camino por el que transcurre nuestra existencia. Es lo único continuo que hay en nuestra vida. Por más pobres o más ricos que seamos, no podremos ni comprarlo, ni venderlo. El tiempo es el que es, y nuestro tiempo es el que será. Venimos al mundo tan sólo con una certeza, y es que tenemos un tiempo predeterminado, aunque desconocido. Venimos con fecha de caducidad, aunque afortunadamente no sepamos cuál es.

Precisamente el valor inconmensurable del tiempo es ser, no detenerse, no volver, no parar, no correr… independientemente de cómo lo vivamos, de cómo lo sintamos. Por ello, desde esta nuestra dulce ventana semanal, muchas ocasiones nos hemos referido al tiempo como el regalo más grande que podemos hacer y con el que nos pueden obsequiar. Cuando das tu tiempo a alguien, estás regalando algo que sabes que no podrás recuperar nunca. Pensándolo fríamente, tal vez, si nos detuviéramos a pensarlo así, sabríamos disfrutarlo más, y sobre todo, tomar conciencia de con quién lo queremos compartir y con quién no.

Cuando alguien te regale su tiempo, y lo comparta contigo, sé consciente de lo que te está dando, por lo que agradécelo siempre, siempre. Esa conversación telefónica. Ese café a deshoras. Ese paseo una tarde de invierno. Ese almuerzo tardío… son los mejores regalos que nos pueden hacer, porque nos eligen a nosotros, de entre todos los millones de personas que hay en el mundo, y no eligen a otro ser diferente. Seamos agradecidos y agradecidas y demostrémoslo.

Pero no queremos terminar esta reflexión de hoy sin recordar que pese a que el tiempo es inexorable, y que no se detiene ante nada, nosotros no podemos dejarnos llevar. Es limitado, por lo que no debemos perderlo. No podemos mirar hacia atrás y sentir que hemos estado tirando el mayor de los tesoros que los seres humanos traemos de serie. Aprendamos a planear sobre él. No podemos ir en su contra, por lo que tenemos que saber surcarlo, igual que hacen los surferos con sus tablas, cabalgando sobre olas inmensas, pudiendo disfrutar de monstruos de agua de muchos metros, que asustan a la inmensa mayoría de los mortales, pero que se convierten en algo natural para quién aprende a volar sobre ellas, con la única ayuda de una simple tabla.

Nosotros tenemos que hacer por ser los dueños de nuestro tiempo. Nos dure lo que nos dure. Hemos de aprender a aprovecharlo, a vivirlo, a disfrutarlo. No lo perdamos pensando en el pasado, en lo que pudo haber sido y no fue, o en lo que hicimos de tal o cual manera y cambiaríamos, porque eso no es posible. Tampoco nos martiricemos por lo que pueda pasar mañana, porque aún no ha llegado, y no debemos de estar pendientes de eso, porque entonces dejaremos de estar dónde realmente debemos, que no es otro sitio que el hoy.

Vive el hoy, el ahora, el momento. Sácale todo el jugo. Piensa que no volverá, piensa que no sabes hasta cuándo llegará… Vive como si no hubiera un mañana, porque nunca podremos saber si lo habrá o no… así que sin excusas, sin miedos, no queda otra, apuesta por el aquí y el ahora… todo lo demás no tiene sentido. El tiempo pasa para todos y a pesar de todo… nunca lo olvidemos.

Aquí y ahora, no hay más.

Aquí y ahora, no hay más.

“Sólo existen dos días en el año en los que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer, y principalmente vivir.” – Dalai Lama

Hay algo que parece tan fácil, pero que los seres humanos complicamos en sobremanera y es sencillamente el ser capaces de vivir en el aquí y en el ahora. Nos pasamos la vida moviéndonos en la línea del tiempo, al menos de forma emocional, a través de nuestro consciente e incluso con la inestimable ayuda de nuestro subconsciente. Capacidad única del ser humano para tener el cuerpo en un sitio, y viajar hacia cualquier otro con su cabeza.

Con respecto al pasado tendemos a machacarnos con lo que pudo haber sido y no fue. Volvemos constantemente con la idea errónea de que este viaje nos permitiría cambiar algo, para así poder tener un presente futuro. Está claro que esto es imposible, pero lo que sí es cierto que esa culpa por aquello que hicimos o no hicimos, nos la traemos constantemente al presente, revivimos ese dolor, esa angustia, y lo cierto es que nos sirve sólo como coartada perfecta para anclarnos en el tiempo pasado y no hacer nada en el presente. Lamernos las heridas, llorar por lo que perdimos, o por lo que nunca tuvimos.

El ser humano, en un momento dado, necesita experimentar esas emociones, por supuesto, pero lo que no puede hacer es quedarse a vivir en ellas. Si nos equivocamos, si hicimos algo mal, porque estemos toda la vida flagelándonos, no vamos a cambiar lo que hicimos o lo que no. Por tanto, ¿qué es lo que hay que hacer? ¿olvidar sin más? No, eso tampoco funciona.

La hoja de ruta es clara. Lo que hay que hacer lo primero es reconocer que se actuó mal. Lo segundo asumirlo. Lo tercero intentar saber porqué se hizo, y cuarto, a partir de ahí, aprender lo que sea posible, y dejarlo atrás, quedándonos sólo con la enseñanza y desechando el dolor.

Este ejercicio la primera vez que nos ponemos a hacerlo, por experiencia, no resulta nada sencillo. En el fondo nos es más cómodo, quedarnos regodeándonos en nuestra miseria, en nuestra pena y en nuestra desgracia, ya que como decíamos más arriba, son sin lugar a dudas, los aliados perfectos para no hacer nada en el presente. Pero esto no nos lleva a ningún lado. Sólo a ser cada vez más desgraciados y desgraciadas, a hundirnos más por nosotros mismos, sin necesitar ni siquiera una ayuda externa. La autodestrucción se convierte en nuestro leitmotiv, y somos incapaces de actuar en el presente. Por desidia, por resentimiento, por culpa… en definitiva, por todo y por nada.

Y si malo es estar anclado en el pasado, viajar al futuro, sin pasar por el presente, tampoco es algo que nos ayuda a tener una vida más plena. Casi este caso es peor que el anterior. Podemos vivir en una angustia vital continua, pensando en todo aquello que nos puede suceder. En la enfermedad, en que nos abandonen, en la pérdida, en el desastre… es insoportable estar constantemente con esos miedos. Nos generan una ansiedad y un agobio que nos lleva a no ser nada, a no hacer nada, e incluso a paralizarnos. El “y si…” se convierte irremediablemente en el mayor lastre en nuestro presente.

Dejamos de hacer, de sentir, querer, en definitiva de vivir, porque “y si me duele”, “y si me dejan”, “y si no le gusto”, “y si no me quiere”… No nos damos cuenta de que todos esos “ysis” lo que hacen es impedir que vivamos, impedir que probemos, impedir que aprendamos, impedir en definitiva que podamos tener una vida.

Aquí lo tenemos claro. Hemos optado por el aquí y el ahora, no con la promesa de la felicidad, no, ni mucho menos, pero sí con la promesa de vivir, de sentir, de sufrir, de reír, porque al final y al cabo, todo eso forma parte de esa misma historia que es sí, la vida, y sólo tenemos una, así que no la desaprovechemos.

Vive en el aquí y en el ahora, aprende lo que puedas del pasado, sin torturarte por él, y no te dejes arrollar por el miedo de lo que pasará. El único momento de tu vida en el que puedes hacer algo para cambiar las cosas es justo ESTE, ES AQUÍ Y AHORA, es lo único real.