Murphy, ese malvado que nos persigue
“La vida no es evitar problemas, sino saber afrontar los que tienes” – Anónimo
La verdad es que esta semana la intención era que la enseñanza del azucarillo fuera otra, pero lo cierto es que tal y como se dice en el argot periodístico “la actualidad manda” y hemos decidido cambiar el guión víctimas de la llegada de Murphy. Y es que estos días han sido de esos que nos llevan a pensar en que existe una conjura supra-humana para que todo se nos rompa. Recurriendo al refranero español y sin ánimo de ser política incorrecta esta expresión, son días de esos en los que parece que “nos hubiera mirado un tuerto”. Momentos de esos en los que Murphy se manifiesta en toda su “maldad”. Y sobre todo, querríamos reflexionar ante nuestras reacciones con estas “cositas” que nos ocurren.
El detonante puede ser muy variado. De pronto, en la cocina, parece que hubiera habido una rebelión de electrodomésticos, y que hubieran decidido cuál equipo que comparte un mismo objetivo final, manifestarse con rotundidad, tal vez con la intención de reclamar algo más de atención. El microondas decide dar vacaciones a sus ondas, por lo que esos estupendos platos preparados que tantos almuerzos nos salvan, se quedan en el frigo porque no pueden “hornearse”. El congelador, en un acto de maldad suprema, decide que el mejor momento para pedir un circuito nuevo es aquel en el que las olas de calor se suceden. Te quedas así sin cubitos, sin helados, y lo que es peor, sin “polos-flasn”. La hornilla opina, que para el uso que le das, que no es necesario que funcionen todos los fuegos, y que con uno tienes bastante, así que si quieres hacer espagueti, por ejemplo, primero cuece la pasta y después haz la salsa, nada de tenerlo todo listo a la vez para poder aprovechar el “al dente”. Todo esto son duras pruebas, pero las vas superando, y con más o menos humor las soportas.
La siguiente manifestación de Murphy llega con el coche. Estás haciendo un pequeño viaje, has tenido la precaución de llevarlo al taller antes, pero cuando ya estás a medio camino, ooohhhhhhh, se calienta y se enciende una luz en el panel que ni siquiera sabías que existiera… ¿qué hacer? ¿volver o seguir? En un alarde de temeridad, por supuesto seguir… La paciencia empieza a alcanzar importantes cotas de intranquilidad, pero ahí seguimos aguantando el tirón.
Esta “racha” suele ir acompañada de otra bonita irrupción en escena. El PC, que por supuesto decide fallar, y como no podía ser de otra manera, por mucho que sabes que has de hacer “back up” (Carrie de Sexo en Nueva York dedicó un episodio a explicárnoslo), por supuesto lo habías ido dejando por “falta de tiempo”, y cuando se ha roto, justo el documento que más necesitabas, se ha perdido en la noche cibernátuica. Ahora ya sí que piensas que eres el ser más desgraciado del mundo.
Pero de pronto se produce el hecho que realmente nos lleva al desquicio, y no es otro que se rompe el móvil. Estás tan tranquilo, a mitad incluso de una conversación “whatsappera” o revisando Facebook o Twitter, o tal vez con Instagram, o mirando tus mails, cuando…. ¡¡¡¡¡NOOOOOOO!!!!! aparece la manzanita en el IPhone y no hay manera humana de poder quitarla. El ingenio se agudiza, tras el primer minuto de pánico absoluto, buscas en los tutoriales de YouTube las “formas de rescatarlo”, hasta que ves que una tras otra, todas resultan inútiles.
En ese momento, el que tomas conciencia de que no puedes solucionarlo, es cuando te das cuenta que de pronto te has quedado “sólo ante el peligro”. Tu mundo se ha evaporado… no tienes copia de seguridad. Te has quedado sin tu agenda… no puedes recuperar tus contactos, y lo que es peor, no puedes avisar a nadie de tu gran desdicha. Hasta ahora el resto de pequeñas calamidades que se habían ido sucediendo habían sido soportables, pero esto ya supone el culmen y en ese momento sabemos a ciencia cierta que somos el ser más desgraciado del planeta, y que los dioses se han aliado en nuestra contra. El mundo para nosotros se ha terminado, y tememos por nuestra muerte social. Seguro que muchos y muchas de los que leáis estas líneas sabéis de qué estamos hablando, porque lo habéis experimentado.
Ante estas situaciones, nos gustaría hacer algunas reflexiones. La primera tiene que ver con pensar que toda la mala suerte del mundo se ceba con nosotros. Hace algún tiempo, una persona a quien considero especialmente sensata y centrada, y cuyas enseñanzas están dejando mucho poso, ante una situación como esta, dio un argumento infalible que creo que es bueno recordar en estas situaciones. En el mundo hay más de 7 mil millones de personas, ¿cómo puedes creerte tan importante para pensar que todo el mal se va a concentrar en ti? Realmente es así. Las pequeñas catástrofes se alían a veces, simplemente para poner a prueba nuestra paciencia, y sobre todo para que practiquemos nuestra capacidad de resolver, de inventar, de averiguar, y de improvisar. Realmente nos sorprendemos de lo agudos que nos podemos volver, sobre todo cuando el problema es con nuestro hilo de vida, nuestro Smartphone.
Lo segundo es que de verdad tengamos la costumbre de hacer copias de seguridad de toda la información tanto profesional como personal con la que bregamos a diario. Si la perdemos, la culpa será sólo nuestra, porque todos sabemos que es necesario hacer copias de seguridad. Y también estaría bien que reflexionemos acerca de hasta qué punto es positivo que nuestra vida dependa hasta tal punto “de lo que tenemos dentro de un aparatito”.
Para terminar, sólo decir que hemos acompañado a este post con un azucarillo que nos muestra el mensaje de “cero problemas” porque realmente, estas cositas que nos pasan las tenemos que valorar en su justa medida. Los problemas son cuestiones de mucha más envergadura y sí merecen realmente nuestros desvelos. Pensemos que estos desastres que nos agobian, al fin y al cabo, lo que hacen es “ponerle picante a nuestros días”. Así que aunque estéis compartiendo una racha de estas, simplemente ir solucionando una cosa después de otra, sin agobiarse y sin pensar que lo que realmente sucede es que se va a cumplir la profecía maya y que “el mundo se va a terminar”.
Ahora, seguid disfrutando del verano y de estos calorcitos, a poder ser, estando en remojo, que es como mejor se llevan. Que julio ya se va. El próximo azucarillo nos llegará ya en agosto. Ya va quedando menos.