La teoría del Tentetieso
“¿Quieres lograr lo que nunca has alcanzado? Necesitas hacer lo que aún no has intentado” – Antonio Gutiérrez
Hoy tal vez habríamos hablado de otras cosas, por ejemplo de lo que nos importa o no la opinión de los demás, pero vamos a incidir en algo que nos gusta mucho, y es el tema de la osadía, de la valentía, de atreverse a hacer cosas nuevas, cosas diferentes.
Lo cierto es que a todo el mundo nos gusta ser bueno en lo que hacemos. Nos hace sentirnos seguros, nos hace sentirnos hasta importantes, y la verdad, eso está muy bien. La seguridad de estar ante “lo que controlamos” nos hace estar felices, nos da mucho positivo. Es genial. Quien escribe, quien canta, quien baila, quien pinta, quien es un gran abogado penalista, o una excepcional peluquera o un incomparable electricista… da igual, lo cierto es que sabemos hacer algo, nos hace sentirnos bien, y la verdad ¿para qué cambiar? Absolutamente comprensible y absolutamente lógico. Si soy bueno en una cosa, ¿para qué me voy a arriesgar con algo que no domino? Pues bien, aquí está el auténtico quid de la cuestión.
Si hago algo medianamente bien ¿por qué intentar hacer otra cosa diferente y que no me salga igual? A esto evidentemente le podemos llamar sin miedo a equivocarnos, estar tranquilamente en nuestro círculo de confort. Sabéis que es un tema que nos gusta sacar de vez en cuando sobre todo para intentar que no nos acomodemos demasiado en ese estatus.
Lo desconocido por naturaleza nos da miedo, nos preocupa no ser capaces o no estar a la altura, pero está claro y lo hemos recordado muchas veces que el mayor condicionante que tenemos los seres humanos es el miedo, es el que nos hace perder batallas antes de tan siquiera librarlas. Hay un símil deportivo que nos encanta, y es el de los equipos que pierden los partidos en el vestuario, ya que cuando saltan al terreno de juego su actitud es ya la de “no voy a poder”, “no voy a ser capaz”, por lo que efectivamente, ni puedes, ni eres capaz, y te vuelves a casa con una derrota.
La vida nos ha enseñado, y esto os prometemos que está aprendido en carnes propias a que realmente no somos conscientes de lo capaces que somos, de las enormes posibilidades que tenemos para hacer cosas o para afrontar retos, hasta que de verdad no nos ponemos a ello. Lo cierto es que como vivimos en esa cultura en la que el fallo se penaliza como si fuera lo peor que nos puede pasar, lo que realmente nos cohíbe es ese miedo que se une al terror a fallar y que se nos estigmatice. La verdad nos gustaría que fuéramos hijos e hijas de otra manera de ver las cosas y de entender el mundo. Nadie nace enseñado y puede que esto debiéramos llevarlo tatuado en la frente todos, para que así estuviéramos todo el día viéndolo en el rostro de los demás. Errar es la manera de aprender. No se puede aprender por ciencia infusa o por ósmosis, sería genial, pero la cosa no va así. Hay que aprender haciendo y haciendo corremos el riesgo de equivocarnos, y de no hacerlo bien, pero sólo así es como aprenderemos.
Hoy en clase, hablando con los alumnos de estas cosas decíamos que la vida se sustenta sobre tres pilares, que son, el primero hacer, hacer, hacer y olvidarse de las perífrasis verbales de “voy a hacer” “tengo que hacer”… nada, simplemente hazlo. El segundo, que todo tiene que ser real y de verdad, es decir, no podemos vivir en la mentira, ni en la milonga, porque eso nos llevará a ninguna parte y nos aislará. Y tercero la humildad y el reconocer que necesitamos ayuda, que no somos mejores que nadie, y que por muy buenos que seamos en algo, siempre tenemos que aprender, siempre tenemos que mejorar, siempre tenemos que seguir aprendiendo, siempre que seguir mejorando, ya que en el momento en el que nos apoltronemos en el ya lo sé, sencilla y llanamente estaremos muriendo.
Y todo esto sabiendo que si nos equivocamos, no pasa nada, aprendemos del error, intentamos no cometerlo de nuevo, y seguimos hacia adelante. La vida es un continuo aprendizaje y un continuo proceso de mejora, que además si queremos que sea profunda y real, siempre tiene que nacer y partir de nuestro interior…
Hoy poníamos en clase también el ejemplo de los “tentetiesos” de los bebés. Esos muñecos que por más golpes que les das, y por más veces que den “hocicazos” en el suelo, vuelven a su posición original… Pues bien, ¿a que es un buen referente? Ya sabéis a partir de ahora, seremos como los tentetiesos que cuanto más rápido se caen, más rápido se levantan…
No os dejéis asustar ni intimidar por quien os llame fracasados o fracasadas por haber errado en algo o no haber conseguido un objetivo, porque a nosotros siempre nos quedará el haberlo intentado. No perdáis el partido antes de jugarlo… Jugar hasta el final, como si os fuera la vida en ello, sudad la camiseta, dejaos la piel en el terreno de juego, porque así cuando sea la noche y nos quedemos a solas con nosotros mismos en la soledad de nuestra cama, podremos cerrar los ojos con tranquilidad, sabiendo que lo hemos dado todo y que no nos hemos quedado con nada… eso sí que es vivir, eso sí que es, querer…