Así comenzamos a hacernos grandes

Así comenzamos a hacernos grandes

“Quien quiere hacer algo, encuentra un medio, quién no quiere hacer nada, encuentra una excusa” – Proverbio Árabe

A veces le damos mucha importancia a las grandes obras, las grandes frases, las grandes personas… el término grande, magnifica lo que hay a nuestro alrededor y porqué no decirlo, a veces hace que nos sintamos muy, muy, muy poquita cosa.

Parece que lo grande es lo que importa, y que sea como sea, lo que tenemos que hacer es buscar esa grandeza. Si no llegamos a ella habremos fracasado, pero ¿eso es del todo cierto? ¿es siempre así? Nuestra respuesta es que no. Y vamos a explicar porqué no…

Nada nace grande, nada. Todo aquello que nos parece tremendo, ya sea una persona, un edificio, una maravillosa película o un libro, hubo un momento en el que no fue nada, y poco a poco se fue convirtiendo en algo grande. Con esto lo que queremos decir es que las grandes obras se construyen ladrillo a ladrillo, piedra a piedra, fila a fila… no podemos pretender que por generación espontánea surjan. Esta apreciación que realmente no tiene nada de original, porque es una auténtica perogrullada -disculpad por ella-, a veces, simplemente la obviamos.

Como decía esta gran verdad, parecemos olvidarla muy a menudo. Olvidamos que cuando queremos llegar a un quinto piso, hay que pasar por el primero, por el segundo, tercero…Muchas cosas de las que queremos hacer, ya sea a nivel personal o profesional, son nuestro auténtico quinto piso… y como las vemos tan altas, allí arriba, pensamos que no podemos llegar a asomarnos al balcón que nos está esperando en lo más alto, porque es demasiado para nosotros. Y si lo vemos así, tenemos razón, pero es que no es así como hay que afrontarlo. Imaginad si Miguel Ángel cuando recibió el bloque de mármol de Carrara hubiera pensado que era imposible sacar de ahí a su Piedad… o los constructores de catedrales góticas, que todavía no podemos más que maravillarnos de ver y disfrutar lo que fueron capaces de construir, básicamente con sus manos y con unas herramientas arcaicas… sin luz, sin electrónica, sin ordenadores, sin TIC`s… ¿a que nos resulta cuánto menos impresionante? Pues bien, ¿por qué esa racionalidad que aplicamos a estas cuestiones, no nos la aplicamos a nosotros mismos y mismas?

Un ejemplo muy claro y que de alguna manera muchos y muchas de nosotros hemos vivido. Dejar peso. Dejar peso cuando el reto que tienes por delante, supera los 20 kilogramos. Qué pereza da, verdad… es cierto, nos encantaría tomar la pastillita de la felicidad que hiciera que cuando nos despertáramos, esos kilos hubieran desaparecido. Y no tener que pasar por duro ejercicio, por aprender a comer de nuevo, por olvidarnos de todos esos dulces y bollerías, que además son absolutamente negativos para nuestra salud. Pero si no empezamos… en vez de 20, nos sobrarán 30… Lo mismo pasa con cualquier cosa que queramos. Nada aparece o desaparece por arte de magia, y además es mejor, porque el esfuerzo es un elemento muy importante para reconocer el valor de las cosas que se consiguen. Lo dado o lo regalado, en muchas ocasiones no sabemos valorarlo, pero aquello que logramos con esfuerzo, eso sí que somos capaces de verlo, entenderlo y asumirlo en la realidad de su magnitud.

Así que la cuestión es fácil. ¿Podemos cambiar? Por supuesto. Pero para ello hay que empezar, y no vale hacerlo mañana. Hay que hacerlo ya. Empezando por pequeñas cosas, pequeños detalles, superando pequeños retosy poco a poco, cada vez serán mayores, hasta alcanzar el objetivo. Subiremos nuestro primer piso, llegaremos a la segunda planta, pasaremos la tercera, alcanzaremos la cuarta y finalmente desde la terraza de ese quinto, miraremos hacia abajo para sentir la satisfacción del deber cumplido y del trabajo bien hecho.

Antes de terminar, sólo un apunte. Igual que hay que empezar por las pequeñas cosas, para alcanzar las grandes, lo mismo hemos de hacer con las personas que nos rodean. Es decir, puede que haya quien de pronto nos de algo muy grande… pero a quien hay que agradecerle de verdad, es a quien está ahí, día tras día, poniendo su granito de arena, dedicándonos su tiempo,consolándonos cuando lo necesitamos, tirándonos de las orejas si fuera necesario, o dándonos ese empujón que a veces nos falta cuando el miedo o la falta de fe en nuestras posibilidades nos quiere hacer desistir. Llegar un día y hacer algo estupendo puede ser muy fácil. Lo difícil es permanecer y poco a poco estar ahí.

Así que gracias para quiénes formáis parte del poco a poco de quienes suscribimos este azucarillo que como cada semana, sólo pretende hacer que nos movamos y que vayamos a conseguir aquello que queremos,sin miedo, y sin dilación, y sólo pensando en que lo hacemos por nosotros.

https://www.youtube.com/watch?v=iOVHEigYstw

 

El pistoletazo de salida

El pistoletazo de salida

«La motivación es lo que te ayuda a empezar. El hábito te mantiene firme en tu camino«. Jim Rohn

A todos nos gustaría seguro ser personas absolutamente excepcionales, capaces de inventar algo, capaces de crear algo nuevo, capaces de descubrir alguna de esas cosas que aún están por encontrar, pero por suerte o por desgracia, la mayoría no somos genios.

Esta que es una verdad universal, por más que nos duela cuando en la niñez lo descubrimos, no debe de hacer que nos amilanemos, que nos acobardemos, que nos asustemos o lo que es peor que nos sirva de excusa para dejar de hacer cosas, para dejar de intentarlo. En definitiva el asumir nuestra “normalidad” no nos puede hacer caer en los brazos de la procrastinación, entendiendo que mañana siempre será mejor día que hoy para intentarlo.

El concepto de éxito tiene muchas aristas, y probablemente tantas definiciones como seres humanos. En otro momento nos dedicaremos a hablar largo y tendido por lo que consideramos o no éxito, pero hoy no es el tema de este post. Hoy vamos a asumir de forma genérica que el éxito es lograr “aquello que buscamos” y si lo orientamos al tema profesional, estaremos de acuerdo en considerar que éxito es conseguir cierto grado de reconocimiento y de bienestar a través de nuestro trabajo. En general asociamos éxito a personas que de alguna manera destacan en su ámbito profesional. Y sobre este tema es sobre el que queremos hoy reflexionar.

Jim Rohn, de quién cogemos hoy prestada la frase sobre la que trabajar, fue un empresario estadounidense, que aplicó conceptos propios del coaching empresarial, antes de que el mismísimo concepto, incluso, naciera. Este empresario y conferenciante, filósofo de los negocios, como a él mismo le gustaba autodenominarse,  que llegó de forma directa a más de 300 millones de personas, con sus seminarios y conferencias, nos quiso dejar claro que ante la realidad de que sólo existen muy pocas personas excepcionales, no podemos creer que esta sea la base única e intransferible del éxito. De hecho, su recomendación es que si queremos alcanzarlo, lo que tenemos que centrarnos es en hacer nuestro trabajo de la mejor forma posible. Lo extraordinario no tiene que ser lo que hacemos, sino que extraordinaria debe ser la forma de hacerlo.

Esto nos lleva a la convicción de que cualquier personas que se lo proponga puede alcanzar el éxito, porque aunque el componente suerte siempre será bienvenido, sólo a través del trabajo, sólo a través de no estar parados, sólo a través de esforzarnos, de intentarlo todas las veces que sea necesario lo podremos conseguir. Si queremos ser los mejores en algo, no basta con pensarlo, o desearlo, simplemente hay que ponerse manos a la obra, ponerse a trabajar. No hay excusas, sólo hay que mejorar si no somos aún lo suficientemente buenos. Hemos de mejorar nuestra formación, hemos de trabajar nuestras habilidades y hemos de actualizar nuestras herramientas de trabajo. El éxito está al alcance de cualquiera, pero hay que saber que no va a suceder porque sí, sino que hay que no dejar de intentarlo, trabajando, trabajando y trabajando.

Ojo, esto es un proceso, que en unos casos podrá ser más rápido y en otros necesitará de mucho tiempo. Durante este camino tendremos que hacer un ejercicio de autorreflexión importante, siendo absolutamente objetivos con nosotros mismos, para evaluar realmente nuestras posibilidades y ver qué es lo que necesitamos para conseguirlo y así trabajarlo. Si quiero trabajar en el extranjero, no basta con ser un gran profesional, tendré que dominar el idioma, y si no lo hago, está claro que en mi camino para conseguir el éxito que busco, estará el aprender o el perfeccionar este idioma para así realmente tener las herramientas que me permitan luchar por lo que busco y por lo que quiero.

No tenemos excusa, sólo tenemos que hacerlo, ponernos manos a la obra, y si realmente queremos el éxito en algún campo, trabajar para conseguir hacer esas cosas ordinarias, hacerlas de una forma extraordinaria. Si quieres el éxito, sólo existe un secreto, ponte a trabajar en ello. Busquemos en nuestro interior la motivación necesaria para conseguir el pistoletazo de salida y a partir de ahí, desarrollemos las rutinas que nos permitan lograrlo. No hay más secreto que ese.

Siempre hacia adelante, aquí y ahora.

Siempre hacia adelante, aquí y ahora.

“No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y calle el viento, hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida y tuyo también el deseo, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento” – Mario Benedetti

Probablemente en el recuerdo de muchos de nosotros está la famosa frase de Tagore, que esta semana encabeza este post. Recordamos,  aquellas postales de dibujos en tono pastel, con muñecos de ojos grandes, y con la frase escrita utilizando letras de molde. Con la inocencia de la adolescencia, la lectura que hacíamos de esta frase tenía un trasfondo muy idílico. Hoy queremos hacer otra lectura, desde un planteamiento mucho más maduro y sobre todo más práctico.

Muchas veces tendemos a centrarnos en todas aquellas cosas que no conseguimos, en los objetivos que no logramos. Esta actitud en general es negativa y nunca va a ser positiva para nosotros. Si nos quedamos anclados en lo que no hemos alcanzado, no seremos capaces de avanzar, no podremos crecer. Podemos utilizar lo no conseguido como auto excusa para no seguir trabajando. Nos podemos agarrar a esta situación, y utilizarla para lamernos las heridas, irnos a un rincón y dedicarnos a llorar por todo aquello que no hemos conseguido.

Es evidente que con esta actitud no se puede ir a ningún sitio y que no nos va a permitir crecer, ser mejores, y o bien volver a intentarlo, o incluso optar a nuevos propósitos. Esta actitud de vivir en el pasado, de lamentarnos, es castrante, y no nos sirve. Hemos de desecharla totalmente, porque es imposible avanzar con un lastre semejante.

Tampoco podemos dejar que las personas tóxicas que pueda haber a nuestro alrededor nos machaquen y nos martiricen y no nos dejen avanzar con su constante recordatorio, tal que “pepito grillo” de lo que no hemos conseguido, de dónde no hemos llegado. Hemos de saber decir NO, hemos de alejar a estas personas, por mucho que nos pueda doler la situación, ya que algunas veces, incluso personas que nos puedan querer, que nos aprecien, pueden caer en este “machaque” incluso, pensando en que lo hacen por nuestro bien, para “que no suframos”.

Ya lo hemos comentado desde esta ventana muchas veces, el no conseguir algo, el no alcanzar una meta, es decir, el sufrir un fracaso no tiene porqué ser ningún final. Todo lo contrario, puede ser el principio de una nueva aventura, de un camino diferente, de algo distinto, o simplemente el aprendizaje que nos haga repetir, pero de diferente manera, para así alcanzar la meta, esta vez desde otra perspectiva, haciendo cosas diferentes, yendo por sendas alternativas.

Como siempre hemos defendido desde nuestro dulce bastión azucarero, un error, un fallo, es simplemente eso, no supone para nada ningún final. No hay que rasgarse las vestiduras, ni quedarse anclado. Hay que indagar porqué se ha producido, pedir disculpas si es necesario, y seguir hacia adelante, poniendo en práctica lo aprendido, y sobre todo, sin perder la ilusión, sin perder las ganas, con la misma pasión, o incluso con más. Lo hemos dicho por activa y por pasiva, si te caes te levantas, no hay más. La “Teoría del Tentetieso”. La verdad es que no es fácil, pero tampoco imposible. Como hemos dicho muchas veces, hay que querer, hay que hacerlo y hay que ser constante. Esa es la auténtica fórmula del éxito. No hay más secreto.

Evidentemente no queremos engañar a nadie, fácil no es. Porque duele mucho cuando te caes, porque hace daño el que te zancadilleen, porque a veces te faltan las fuerzas, porque hay momentos que crees que no  vas a poder seguir, pero pese a todo, es importantísimo seguir, y seguir y seguir y no parar. Contra viento y marea, seguir haciendo, haciendo y haciendo. Es muy complicado, no nos engañemos, pero es posible, y en ello estamos. No desistáis.

Llegar es hacer, caer y levantarse para seguir haciendo

Llegar es hacer, caer y levantarse para seguir haciendo

“El éxito en la vida no se mide por lo que logras, si no por los obstáculos que superas” – Anónimo

Hoy queremos hablar de logros que sí llegan, de objetivos que sí se consiguen. Hoy toca reconocer que los esfuerzos cuando son constantes, cuando son con todo lo que tenemos, y sobre todo, cuando no se deja de creer, tienen su recompensa. Somos lo que somos no por a dónde llegamos, sino por lo que superamos para hacerlo.

Los azucarillos no dejan de ser trocitos de realidad y de cotidianeidad condensados en un suspiro de verdad que plasmamos en unas líneas. Y de igual manera que en otras semanas hemos hablado de lucha, de caerse y levantarse, de seguir y seguir, de hacer y de hacer, de no rendirse y de no bajar en ningún momento los brazos, hoy queremos como decíamos antes recordar que a veces se consiguen los objetivos y se alcanzan las metas.

El camino nunca es fácil, siempre lo decimos, y probablemente, aunque a veces nos cueste creerlo, sea lo mejor, sobre todo cuando pones perspectiva y analizas de dónde vienes y a dónde has llegado. Pero en ese recorrido, es fundamental que cumplamos con normas que son universales.

La primera. Es esencial querer, no de boquilla, sino que de verdad. Estar totalmente convencido o convencida de que sí, de que estamos en disposición de hacerlo, y que estamos seguros al cien por cien. Esta convicción es fundamental, y será a la que tendremos que recurrir, sobre todo en los momentos en que flojeen las fuerzas, porque cuando el destino es elevado, el camino es más que difícil.

La segunda es la constancia. Aunque siempre hay días malos y días buenos. Aunque en muchas ocasiones, pese a esforzarte de todas, todas, las cosas no llegan a salir… pese a eso, es fundamental que no cejes en tu empeño. Caerse está permitido, pero levantarse es obligado del todo. Aunque te duela hasta el alma, aunque seas la única persona que cree en que es posible, aunque estés al borde del abismo, sigue, sigue, y sigue. Recuerda que si te caes, te sacudes y te levantas, porque el esfuerzo, la constancia y la decisión serán el mejor combustible para alcanzar nuestros objetivos.

La tercera. La tercera es la que realmente nos hace grandes. La tercera es la que nos lleva a lograr nuestras metas, y es sin lugar a dudas, la pasión, la ilusión, la emoción. En esta vida hay veces que la razón nos dirá no, la nuestra propia. La gente nos dirá no. El universo nos dirá no, pero mientras nosotros creamos en el sí, mientras que nosotros trabajemos con ahínco y constancia por el sí, y al menos exista una única posibilidad, mientras eso ocurra, nadie podrá quitarnos nuestras ilusiones, y nadie nos derrotará antes de que salgamos al terreno de batalla.

Si la primera y la segunda son difíciles, la tercera es para nota. Pero la tercera es la que hace sublimes a las personas, la tercera es la que hace que la gente normal, pueda hacer cosas enormes, la tercera es la que saca a los héroes y a las heroínas que hay en nuestro interior. La tercera es la que hace que nos crezcamos ante las derrotas, que nos hagamos grandes cuando las cosas nos vienen mal, que nos convirtamos en gigantes, cuando el mundo quiere empequeñecernos.

Todo lo que estamos contando hoy parece teoría, parece arenga de película. Pero sabéis lo mejor de todo, que no lo es. Que es cierto. Que lo hemos vivido, y que lo hemos visto y que por eso lo podemos contar. A partir de la semana que viene volveremos a las trincheras, volveremos a la lucha. Pero hoy queremos parar un momento, tomar aire y gritar al mundo que este es el momento de valientes y valientas y que nosotros es precisamente eso lo que somos.

Nadie me hará pequeño, nadie me dirá que no, nadie jugará con mis ilusiones, nadie me pondrá límites, porque sencilla y llanamente, mi vida la decido yo, mi destino lo escribo yo, y mi camino lo elijo yo. Si no llego será porque realmente no pueda, pero jamás será porque me rinda, o porque alguien me diga que es imposible.

#YoDecido #YoElijo

Atrévete a no rendirte

Atrévete a no rendirte

“Si fallaste ayer no importa. Hoy tienes la oportunidad de comenzar de nuevo… más inteligentemente” – Anónimo

Hay momentos en los que el mundo se abre bajo nuestros pies, en los que parece que un abismo nos traga, en los que la luz del sol desaparece y todo a nuestro alrededor son llantos y crujir de dientes… estas situaciones lamentablemente se dan en nuestras vidas, y si lo decimos es porque las hemos vivido. Son esos momentos en los que tienes que elegir “pastilla roja o pastilla azul”. Podemos optar por dejarnos llevar, por bajar los brazos, por esconder la cabeza en un hoyo, tal cual hacen los avestruces. Podemos dedicar el resto de nuestra existencia a lamentarnos, a mirar al cielo y a decir ¿por qué a mí? Podemos buscar culpables, pasarnos toda nuestra existencia lamentándonos de nuestra jodida mala suerte.

Seguro no faltará quién venga con mayor o menor verdad, a darnos sus condolencias, a hacer que nos sintamos mejor pasándonos la mano por el lomo, y ahí nos apoltronaremos, en la cómoda sala de la pena. Contaremos una y otra vez, lo tristes que estamos, lo que duele haber perdido, o no haber llegado, o no conseguirlo. Hablaremos de lo que pudo haber sido y no fue. De lo cerca que estuvimos, de lo que lo merecíamos, de que era nuestro. Y así seguiremos dando lástima, bajando la mirada, languideciendo el rostro… Intentaremos de esta manera provocar la condescendencia, que nos den la razón, que nos recuerden lo grandes que somos, y lo injusta que ha sido la vida, los demás, los grandes, los chicos, los verdes, los naranjas con nosotros. Cada nueva vuelta al regodeo de nuestra miseria particular, servirán para encontrar nuevas aristas culpables, nuevas víctimas propiciatorias sobre las que volcar nuestra bilis, ocultando nuestra impotencia, o nuestra ineptitud, o nuestra cobardía, o nuestra falta de humildad, o nuestro no saber hacer

Cuando todo se tuerce, cuando los planes no salen como queremos, esta puede ser nuestra actitud. Este el camino fácil, y seguro que la mayoría lo verá bien, aunque a nuestras espaldas nos traten de pusilánimes, de débiles, de incapaces… sabiendo en lo más íntimo de su ser, que llegado el caso harían lo mismo.

Pero luego está la otra opción. La de elegir cambiar. La de elegir remangarse y dar la vuelta a las cosas. La que supone estar dispuestos a sufrir, a darlo todo, a no dejar ni una mijita en el tintero, por cambiar las cosas, por mejorar la situación, por intentarlo de nuevo, por aprender de los errores y volver a intentarlo. Nadie nace enseñado. Todos y todas hemos de aprender y a veces el proceso de aprendizaje es muy duro, pero es necesario que creamos, y por supuesto que queramos. No para un rato, no para un momento, si no para siempre y para todo. Pueden llamarme loco, pero no cobarde. Pueden pensar en que somos temerarios, pero desde luego lo preferimos mil veces antes de quedarnos regodeándonos en la miseria, llorando por lo que pudo haber sido y no fue, y sin hacer nada para cambiar, para mejorar, para arreglar, o simplemente para marcarnos nuevos objetivos, para buscar nuevos caminos, nuevos retos, que incluso puedan superior a los anteriores.

Llorar por los rincones no es una opción, no es nuestra opción. Apostamos por la vida, por la lucha por el cambio, por morir en el intento, pero desde luego no por languidecer y podrirnos como ese tomate que se queda olvidado en el fondo del cajón de las verduras del frigorífico, del que nadie echa cuentas, mientras el tiempo va pasando, y sólo un día cuando ya el hedor es insoportable, buscamos su procedencia, y entonces, directamente va a la basura, a ser posible, en la parte más profunda. Aquel tomate que pudo haber sido parte de un guiso artístico, o de un exquisito gazpacho, o al menos haber alegrado el pan de un bocata de sábado por la noche, cuando vuelves hambriento… Aquel tomate no ha sido nada, sólo un elemento pestoso que además puede que haya contagiado al resto de verduras del cajón, y así podremos decir, es que el tomate fue el causante de que se echara a perder el pimiento o la berenjena. El tomate no pudo elegir salir del cajón, pero nosotros sí. Así que nos negamos a pudrirnos en un rincón, pensando en los manjares a los que podíamos haber acompañado o incluso en los que me podíamos habernos convertido.

Optamos por la lucha, por la batalla, por no dejar que la pena nos consuma o por no rendirnos ante la mala suerte. La suerte no es buena o mala, nosotros la convertimos en una u otra cosa, con nuestras acciones, así que hagámosla buena, porque no dejemos de hacer. Porque siempre hay un nuevo comenzar, si estamos dispuestos a ello, y si somos lo suficientemente humildes cómo para reconocer en lo que nos hemos equivocado y aprendemos de ello. Tal vez el nuevo camino que emprendas sea mejor que el anterior… si no lo intentas, no lo sabrás…