En estos díasen los que en unas ciudades, concretamente esta semana han sido dos, A Coruñay Granada, se vive una exultante felicidad por mantener a sus equipos en Primera División, compitiendo nada más y nada menos que en la liga de las estrellas, en otras como Gijón, Getafe, o el madrileño y castizo Barrio de Vallecas, viven con angustia los días previos al 15 de mayo, día de San Isidro Labrador, cuando dos de estas tres localidades verán cómo dejan de pertenecer a es exclusivo club “De los 20 fantásticos”. El drama se cierne sobre dos de estos tres clubes, lo que hace que en muchas “casa” se esté viviendo con angustia, y evidentemente no sólo es porque dejarán de ver a los Messi, Ronaldo, Neymar y compañía de cerca, sino porque los descensos de los equipos de fútbol, pueden provocar auténticos dramasen la economía de “los pequeños”.
Es cierto, que el fútbol, podríamos denominarlo “el nuevo opio del pueblo”, y la verdad es que sí, pero no tenemos porqué interpretarlo como algo exclusivamente negativo. En los años más duros de la crisis, ese momento de salida del campo tras una victoria, dónde veías a la gente con una sonrisa en la cara, tal vez la única de la semana, también es importante. El fútbol tiene un elemento de cohesión social importante, y esa es una de sus grandezas. Es un elemento que sobre todo bien gestionado, se convierte en un pilar de organización social y estructuración de grupos importante. Además, por supuesto, es un espectáculo, eso no lo podemos negar… pero estamos en un blog de empresa, y esta no es la parte del fútbol de la que nos queremos ocupar hoy.
Hoy queremos reflexionar acerca de la importancia económica que tiene para una ciudad pequeña, del tipo de las que hemos estado hablando, Granada, A Coruña, Gijón… el contar con un motor económico capaz de generar plusvalías más que interesantes para unas economías bastante modestas.
Hace un par de años, desde GRUPO3, analizábamos utilizando como base varios estudios y datos, tanto de las cámaras de comercio, como de la propia Liga de Fútbol Profesional, el impacto económico que tiene concretamente para Granada el tener a su equipo de fútbol en la Liga de las Estrellas. De la información recabada, se desprendía que el aporte directo del Granada CF a la ciudad y a los municipios más próximos, oscila entre los 6 y los 8 millones de Euros, mientras que de forma indirecta, por el aporte que supone desde el comercio, la hostelería, el turismo, y diferentes servicios de muy diferente naturaleza, habría que sumar otros 22-24 millones de euros. Es decir, el tener o no tener un equipo en primera división significa que la economía local se vería mermada en aproximadamente 30 millones de euros. Para una provincia como Granada, lamentablemente a la cola de Europa por cifras de PIB y por niveles de desempleo, el contar con este aporte o no, es vital.
Al margen de esta valoración económica directa que se hace, hay otra importantísima que no podemos valorar exhaustivamente, y si lo hiciéramos los ojos nos saldrían de las órbitas, porque el nivel de notoriedad que alcanza la marca Granada, es de dimensiones estratosféricas. Un partido como el de este fin de semana, que sirve para decidir quién gana la liga, haciendo al Granada protagonista absoluto de esta batalla por el título, ya que es el único que podría “quitársela” al FC Barcelona, hace que se esté hablando de la ciudad de la Alhambra en todos los países del mundo; que el partido del próximo sábado a las 17:00 horas se vaya a ver en directo en más de 100 países y que se ronde la cifra de 1000 millones de personas que lo verán. ¿Qué institución podría pagar esa publicidad? Está claro que nadie, ni particular, ni empresa, ni administración podría asumir esta factura, que además se asocia a noticia y a interés, por lo que su valor es mucho mayor que el de una mera campaña publicitaria.
Dicho todo esto, queda claro que el fútbol no es cosa de frikis, aunque pueda haber mucho frikismo. El fútbol es negocio, pero no sólo para los dirigentes de los clubes o los futbolistas, el fútbol es generador de riqueza para las ciudades y para sus empresas, lo que lo convierte en un auténtico motor económico, sobre todo en ciertas economías, muy castigadas por la crisis, en las que el sector servicios es el que sustenta a la población, y en las que la inserción laboral es más que complicada.
Por todo ello, además de por los colores, claro está, los granadinos y granadinas, nos debemos de alegrar de que el Granada CF se mantenga en Primera División, y aquellas personas que murmuran en momentos, o incluso lo gritan en otros, eso de “Ojalá descienda”, que sean conscientes de lo que desean, no vaya que su deseo se convierta en realidad y después venga el lamento y el crujir de dientes.
Pase lo que pase, le pese a quien le pese, y mande quien mande… el Granada estará en Primera División una temporada más, y la economía granadina, también una temporada más podrá seguir beneficiándose de ello.
“Busque, compare y si encuentre algo mejor, cómprelo” – Manuel Luque
Lavar la ropa es algo que hay que hacer sí o sí, evidentemente, no vamos a tirarla, ni vamos a ir sucios. Esto está claro. Necesitamos que nuestra ropa esté limpia. Pero lo que es cierto es que para la mujer y por supuesto, para los hombres del siglo XXI, del año 2015, todo lo que tiene que ver con el proceso de “puesta a punto” de nuestra ropa, no es un ritual, ni una prueba social, por la que se nos vaya a evaluar, en cuanto a lo bueno o menos buenos que podamos ser en lo que a “las labores” del hogar se refiere. Pero sí es cierto que hasta los años noventa prácticamente, el conseguir que nuestra ropa fuera la más blanca, o la más negra, o con los colores más brillante, y por supuesto la mejor planchada era un elemento importante, al que se le dedicaban muchos espacios publicitarios y que suponía cómo decía antes un examen para saber lo buena o mala “ama de casa” que se era, porque quien era la encargada de lavar la ropa, era la mujer, por supuesto, ya que era una de las funciones que entraban directamente dentro de “sus labores”. Afortunadamente el mundo ha cambiado y España ha cambiado en el sentido de que ha evolucionado, y hoy evidentemente la cuestión de la limpieza de la ropa y de la pulcritud o no de la misma no recae sólo sobre las féminas. Aunque hecho este guiño al cambio en el rol de responsable del hogar, realmente lo que hoy queremos aquí plantear es la evolución que han sufrido las marcas de detergente. La irrupción de la lavadora en los hogares, que tuvo una gran acogida, -no como ocurrió por ejemplo con el lavavajillas, que costó mucho que realmente se introdujera en los hogares españoles- trajo consigo la aparición de un nuevo tipo de producto que se convirtió en parte esencial de la cesta de la compra, el detergente. Al principio se vendía en unos paquetes grandes de forma cilíndrica, en formato de 5 y de hasta 8 kilogramos, que por su aspecto, se le denominó tambor. En esta época había dos reyes indiscutibles, Ariel y Colón, que probablemente protagonizaron una de las más emocionantes guerras publicitarias en nuestro país. Estos eran los detergentes de verdad, los buenos, los que servían para dejar la ropa mejor que ninguno, el resto serían sucedáneos. Si a toda una generación nos preguntan por el detergente que mejor lava, probablemente recurriremos a nombrar a alguno de estos dos, no porque nosotros lo hayamos constatado directamente, si no porque era el que utilizaban nuestras madres, y nos hemos socializado con esa marca, con ese producto. Si a mi me preguntan, yo diré Colón, porque mi madre siempre me dijo que era el que dejaba la ropa más limpia, aunque yo no recuerdo haberlo comprado de adulta para mi propio hogar nunca, pero en mi cabeza es el mejor, como puede pasarle a muchas personas.
Hecha esta reflexión, la pregunta que cabe hacerse es, si realmente son tan buenas estas marcas, si son los detergentes que mejor dejan la ropa, ¿por qué ahora no son las más vendidas? La explicación que podemos buscar a esta pregunta tiene dos vertientes muy importantes, fundamentalmente de carácter sociológico una y la otra, probablemente sea una cuestión de tipo más relación precio/beneficio esperado.
Comencemos por la primera. Podríamos pensar que ahora hay muchas más marcas entre las que elegir y eso hace que estos dos gigantes hayan decaído, pero la raíz al cambio de hábito de consumo viene por la alteración en la escalar de valores y la prioridad que ahora tiene “el tener la ropa más limpia que nadie”. Sobre todo la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, ha hecho que el tema del lavado de la ropa sea algo secundario y que ya no sirva como elemento de valoración de lo “buena o mala” ama de casa que se es. La ropa se lava por higiene y no para ir a ningún concurso, a lo que se añade el que la responsable ya no es únicamente la mujer, porque el perfil de los hogares ha cambiado, hay hombres que viven solos, familias monoparentales masculinas, etc, etc. La responsabilidad del lavado de la ropa ahora se comparte, y además se entiende como un aspecto más en el mantenimiento del hogar, con una visión mucho más práctica y de pura logística.
Además de este cambio social, que es más que obvio, hace unos años jamás hubiéramos creído que los hombres protagonizarían los anuncios de detergentes. Como decía además de este cambio social, hay un elemento importantísimo que ha incidido directamente en el proceso de elección de muchos productos, pero en el de los detergentes, especialmente. Nos estamos refiriendo a la irrupción de las marcas blancas en sus distintos estadios. Si mi preocupación es simplemente que la ropa esté limpia, esté desinfectada y que no se destroce, busco un detergente con un precio bajo, porque para mí la limpieza de la ropa no es ese espejo en el que se me va a valorar y medir. De esta manera, la lealtad a la marca pierde muchos enteros.
Ante este hecho que se ha venido consolidando en los últimos años, tanto Colón como Ariel, que son hoy los protagonistas de nuestro análisis, han ido desarrollando sus propias marcas low cost, para de alguna manera poder seguir compitiendo en el mercado, y poder llegar a este nuevo tipo de consumidor, intentando aprovechar la notoriedad de marca para así seguir teniendo presencia en el mercado. De esta manera han aparecido sus “básicos” que bajo su misma marca, están compitiendo con los hacendados, carrefoures, coviranes, o lideles… El miedo de estas marcas es no consolidarse en las nuevas generaciones de consumidores para quien los elementos que te llevan a elegir una marca u otra de detergente, se centran básicamente en el precio, ya que el beneficio esperado es el mismo, es decir, que la ropa quede limpia, y para eso de una manera u otra, cualquiera puede ser bueno.
¿Cómo vencer al enemigo? Si te empujan tira, si te tiran empuja – Dicho del Judo
Coca Cola y Pepsi, son dos de las marcas más importantes y con mayor repercusión a nivel mundial. Las batallas publicitarias que han protagonizado prácticamente desde el principio de su andadura, se han convertido en clásicos dentro de la iconografía marketiniana. El mercado mundial, lo tienen copado, se dividen el gran pastel del globo terráqueo, y son sin lugar a dudas los grandes titanes del mundo de los refrescos. Son el Optimus Prime y el Megatron de las colas, aunque ahora bien, ¿quién es quién?
Ni Coca Cola, ni Pepsi son productos que objetivamente “sirvan para algo”, es decir “cubran una necesidad manifiesta del ser humano”. Pero si es cierto que la implicación emocional que provocan estas marcas, tiene pocos homónimos en el mundo. Porque ¿qué te lleva como consumidor a ser de Coca Cola o de Pepsi? Llevado al mundo de los pueblos, en los que las personas somos una genealogía que nos acompaña, y no seres individuales, sería responder a esa pregunta que de seguro nos han hecho en algún momento de ¿y tú de quién eres?
¿Hay algún bueno o algún malo en esta guerra? La respuesta es clara. No lo hay. Todo depende del bando de la batalla que elijamos. Y ¿qué nos lleva a elegir un bando u otro? Cuando le preguntas a la gente que porqué prefiere una u otra, la respuesta que más se repite, es el sabor. Pero ¿eso es cierto? Pepsi, que ha sido la “arribista”, la que ha tenido que pelear la plaza con la todopoderosa y primera dueña del mercado Coca-Cola, en 1975 lanzó el desafío Pepsi. Básicamente consistió en un test ciego de sabor. La gente bebía de los dos refrescos, contenidos en recipientes similares y sin ningún tipo de identificación. Por cierto, animaos a hacerlo, y seguro que os sorprenderéis. Los resultados fueron favorables a la marca que revolucionó a la juventud con la “Pepsi Generation”. El ideal de felicidad y de buen rollo total de una generación. Porque lo cierto es que de forma ciega, los consumidores preferían el sabor de Pepsi. Pero cuando existe identificación se opta por Coca Cola, curioso, ¿verdad?
La verdad es que todo depende de nuestro proceso de socialización. Es decir, si en mi pueblo, en mi barrio, el vendedor de Pepsi era más sagaz que el de Coca Cola, en los bares a los que me llevaban mis padres, y en los ultramarinos y supermercados había Pepsi, por lo cual, este es el refresco con el que habría acompañado tardes de cumpleaños y arroz del domingo. Si por el contrario, si quien sabía mejor llevarse el gato al agua, era el comercial de Coca Cola, para mí la vida no tendría sentido sin la Coca Cola. Buscamos razones “racionales” a la preferencia por una u otra marca, pero no nos equivoquemos, la elección finalmente es absolutamente emocional y depende de las asociaciones que hagamos en nuestro cerebro, siempre relacionadas con nuestra infancia, con nuestros primeros momentos de consumo. Nos educamos con una u otra marca, y si las experiencias vitales a las que las asociamos son buenas, esa es la que preferiré. Si por el contrario, tuve malas vivencias en esos primeros años de vida, mi asociación mental me llevará a ser del contario. Ambas marcas lo saben, no estamos descubriendo nada nuevo diciendo esto. Por ello se empeñan en educarnos desde niños en el consumo de una u otra.
Y dicho esto, yo tengo que confesarme de Coca Cola, porque en mi pueblo, cuando era pequeña, sencillamente no se vendía la Pepsi. El distribuidor de la marca de los “osos polares”, supo ganarse el mercado y convertirlo en un bastión rojiblanco, de difícil acceso para la “advenediza Pepsi” (por cierto, hoy líder en el mercado americano, que no mundial). Por eso yo sé lo que es experimentar “sed de Coca Cola”.
Tras nuestras decisiones y elecciones de consumo, tras nuestras preferencias de marcas, siempre intentamos buscar el motivo racional que nos lleva a elegir una cosa u otra, pero no nos engañemos, en el 99% de los casos, lo racional es la máscara que nos ponemos para estar contentos con nuestra decisión. Esto las marcas lo saben, siempre lo han tenido claro, aunque hoy el neuromarketing está abriendo unas posibilidades con las que lo que nos dedicamos al noble arte de la investigación de mercados, no habríamos podido ni tan siquiera soñar hace unos años.
“La vida es un constante proceso, una continua transformación en el tiempo, un nacer, morir y renacer” (Hermann Keyserling)
Si estamos en cualquier sitio del mundo y te hablan de cerveza en botella verde, podrás pensar en Carlsberg, que para eso se gastó una cantidad indecente esta maca danesa, durante años en decirnos a través de sus personajes “Carls” y “Berg”, que era “posiblemente la mejor cerveza del mundo”, o tal vez podrás pensar en una Heineken. Pero dentro de este universo verde cervecero, hay una muy especial que llegó casi de puntillas, que además es española, granadina a más señas. Si estás en Granada y en otras muchas ciudades de España, cuando pides “una verde”, estás pidiendo una Alhambra 1925, o si apuramos “una milno”.
Esta cerveza que ha conseguido hacerse un hueco en el complicadísimo mundo de las cervezas de valor añadido, además de ser hoy en día la punta de lanza y la bandera de la marca granadina de cervezas, en su momento, cuando nació fue su salvación. Alhambra estaba al principio de la década de los 90 en la UVI, en una situación terminal y esta cerveza de alta graduación y de sabor potente, que no sirve para tapear, porque “se sube mucho a la cabeza”, supuso el que resurgiera de sus cenizas, cual Ave Fénix. La “milno”, le dio el empuje, la presencia en el mercado, la notoriedad de marca, y por supuesto las ventas que hicieron que la fábrica pudiera seguir adelante, y que la marca en vez de desaparecer tuviera una notoriedad cada vez mayor en el mercado.
Pensar en esta cerveza de color tostado y de sabor fuerte, que viene en esa elegante botella de cuello largo y esbelto, además de acelerarnos el proceso de salivación, al estilo del “perro de Pavlov”, nos puede hacer reflexionar acerca de lo que supone resurgir de las cenizas, acerca de lo que supone reinventarse, acerca de lo que supone renacer.
Hay muchas situaciones en esta vida que te pueden llevar a ese estado de vegetal, tanto en el terreno personal, como en el profesional. Te conviertes en un encefalograma plano y sencillamente te dejas llevar… no tomas tus decisiones… no haces nada… te conviertes en un mero espectador de tu propia existencia. Tan triste, pero tan duro como suena. Dejas de creer, se te olvida lo que te llevó a los sitios, lo que hizo que tuvieras metas, y simplemente pierdes la pasión. La pasión por la vida, por las cosas, por las personas, por todo. En ese momento, dejas de tener alma, y pasas a ser un espantapájaros que sólo quiere que el tiempo le pase, y que se comporta exactamente igual que hacen estos inventos en los campos. Nada. Estar quietos. Estar parados. Dejar que todo pase por encima, por delante, o por los lados.
Pero esta situación se pude revertir. No tienes porqué quedarte así esperando a que la vida te pase. No. Puedes recuperar la pasión, puedes recuperar las ganas, en definitiva puedes recuperar la vida. Sólo necesitas querer empezar a andar. Así dicho es cierto que puede parecer una arrogancia y que alguien podría decir, sí, claro, tan fácil que es decirlo, pero ¿quién lo hace? Pues a quien piense así le decimos que todos los días millones de personas anónimas en el mundo toman la decisión de hasta aquí hemos llegado, y optan por vivir. Encuentran ese motivo que les lleve a empezar a cambiar. A empezar a hacer cosas. A empezar a moverse. Esa motivación, esa pasión que hace que vuelvas a creer y a querer. Es un proceso, y no es ni fácil, ni cómodo, ni rápido. Pero se puede hacer. El secreto está en comenzar a hacer cosas y a no parar en ningún momento, aunque al principio sean pocas. Es lo mismo que el running que está ahora tan de moda. Lo primero es calzarte las zapatillas y salir a la calle con la intención de moverte. Así el primer paso estará dado. Después empezarás a caminar, y lo irás intercalando con carreritas, y verás como te asfixias, y como no puedes con tu alma, pero el secreto está en no parar en seguir. Al día siguiente volverás y ya la agonía será menor. Así poco a poco, hasta que casi sin que te des cuenta, seas capaz de correr una maratón, más de 40 kilómetros, recordémoslo. Y para ello no necesitas ser deportista profesional. Sólo querer hacer, sólo querer cambiar, sólo querer vivir.
Busca tu “milno” particular, busca tu pasión, busca eso que haga que empieces a cambiar, que empieces a moverte, en definitiva, busca aquello que te haga vivir. Y ahora, a vuestra salud, nos vamos a brindar con una Alhambra Reserva 1925, porque realmente, esta sí que puede ser la mejor cerveza del mundo. Y esto, también es vida.
Estar preparado es importante, saber esperar es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida.
(Arthur Schnitizler)
Hace pocos días nos enterábamos de que Coca Cola, una vez más sigue evolucionando, y sigue adaptándose a su público, vuelve a reencontrarse con su esencia, y unifica la imagen de todas sus latas. El rojo coca-cola, ese rojo que hizo que Papá Noel sea cómo lo conocemos hoy, es el color que vestirá a todas sus latas, independientemente del tipo concreto de refresco que contengan (light, zero, sin cafeína). Sólo una franja inferior nos mostrará qué es lo que estamos bebiendo.
Esta noticia, nos ha hecho reflexionar acerca de Coca-Cola y nuestra propia esencia. Coca-Cola siempre ha sido mucho más que una bebida. Coca Cola se ha sustentado en aquello que ha sido capaz de trasmitir, en aquello que ha sido capaz de hacernos sentir, de tal manera que la asociamos en nuestra mente a momentos especiales, a momentos llenos de vida, de luz, de color, de amistad, de sol. En definitiva Coca-Cola es felicidad, es juventud, es ilusión… estas son las emociones que se asocian a la marca, estas son las emociones que nos trasmite, y que hace que cuando vemos esa botella de vidrio, verdoso, rizado, grueso, vengan directamente a nuestra cabeza.
A lo largo de la historia la marca ha experimentado cambios, aunque realmente han sido evoluciones, sin perder nunca su esencia. En este recorrido, hay ocasiones en las que se ha equivocado (caso de la Cherry Coke en España, por ejemplo), ha cometido errores (como el fiasco de Acuarius Number Five), pero siempre se ha levantado y ha vuelto a intentarlo. Quizás una de las enseñanzas más grandes que podemos sacar viene de que desde el punto de vista de la teoría del marketing, fuera una marca que no cumplía casi ninguno de los requisitos que los mercadólogos acostumbramos a pedir, pero sin embargo ha conseguido ser un referente mundial, y formar parte de la vida de millones de personas. Decimos que esta es la mayor de las enseñanzas que podemos sacar, porque así se demuestra que pese a la importancia de las teorías, al final lo que manda son las acciones y la práctica. Coca-Cola trasciende a ser el mero nombre de una gama de productos o de una compañía, es un símbolo cultural, que se asocia incluso a la libertad en algunos países (primera marca comercial occidental que entró en China), o a la opresión para otros (producto vetado en Cuba o en determinados países islámicos).
La reflexión que queremos hacer se centra en intentar ver qué podemos tomar de esta marca, de Coca-Cola para asociarlo a nuestra propia evolución personal. Coca-Cola nos ha trasmitido esas ganas de “bebernos” la vida, de llegar a más, de ser más, y todo asociado a la felicidad, al movimiento, al cambio (sus campañas de comunicación son referentes al respecto). Por ello, lo primero que tenemos que tener claro es que el cambio que queremos, esa alegría de vivir a la que aspiramos, sólo se produce a través de la acción. Tenemos que hacer cosas, y además cosas diferentes, si queremos conseguir algo distinto.
Ahora bien, para conseguir ese cambio, ¿qué necesitamos? Está claro, que lo primero es y debe de ser la motivación. Hemos de encontrar nuestro combustible particular, el que arranque nuestro motor. Este será lo que nos permita realmente realizar esa transformación que buscamos, que deseamos, que necesitamos, y que nos lleve a alcanzar a cada uno nuestra felicidad particular.
Encontrar nuestra propia motivación, lo que haga que seamos capaces de mover una montaña, si fuera necesario, lo que haga que nos sintamos fuertes como titanes, necesitará de un componente esencial, que será la fuerza de voluntad, la aliada inseparable de la motivación que será la que nos llevará a saborear la vida, lo dulce y lo amargo, pero siempre disfrutándola, siempre estando vivos. No vale con simplemente querer, con eso no hacemos nada, es más importante hacer. Ese es el auténtico secreto de Coca-Cola, siempre ha trasmitido y sigue haciéndolo, ganas de beberse la vida. No podemos esperar a que las cosas pasen, no podemos esperar a que la felicidad llegue, no. Tenemos que hacer nosotros.
Coca-Cola simboliza, la felicidad, la juventud, la alegría, pero también se ha asociado a la superación, al esfuerzo, a la consecución de logros. La moraleja que podemos sacar de este post, es que si coca cola, con un nombre cacofónico, casi impronunciable en inglés, con una tipografía extraña, siendo una marca que se asocia al rojo, un color no demasiado bien visto en el momento en el que nace y en el país en el que nace, y además vendiendo un producto que básicamente no sirve para nada, ha conseguido ser una de las marcas más importantes del mundo y además incluso, conseguir que se tenga “sed de coca cola”, lo que es un puro contrasentido. ¿Por qué cada uno de nosotros no va a conseguir lo que se proponga?
Y por supuesto, siempre, siempre con un mensaje positivo…