“Sólo existen dos días en el año en los que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer, y principalmente vivir.” – Dalai Lama
Hay algo que parece tan fácil, pero que los seres humanos complicamos en sobremanera y es sencillamente el ser capaces de vivir en el aquí y en el ahora. Nos pasamos la vida moviéndonos en la línea del tiempo, al menos de forma emocional, a través de nuestro consciente e incluso con la inestimable ayuda de nuestro subconsciente. Capacidad única del ser humano para tener el cuerpo en un sitio, y viajar hacia cualquier otro con su cabeza.
Con respecto al pasado tendemos a machacarnos con lo que pudo haber sido y no fue. Volvemos constantemente con la idea errónea de que este viaje nos permitiría cambiar algo, para así poder tener un presente futuro. Está claro que esto es imposible, pero lo que sí es cierto que esa culpa por aquello que hicimos o no hicimos, nos la traemos constantemente al presente, revivimos ese dolor, esa angustia, y lo cierto es que nos sirve sólo como coartada perfecta para anclarnos en el tiempo pasado y no hacer nada en el presente. Lamernos las heridas, llorar por lo que perdimos, o por lo que nunca tuvimos.
El ser humano, en un momento dado, necesita experimentar esas emociones, por supuesto, pero lo que no puede hacer es quedarse a vivir en ellas. Si nos equivocamos, si hicimos algo mal, porque estemos toda la vida flagelándonos, no vamos a cambiar lo que hicimos o lo que no. Por tanto, ¿qué es lo que hay que hacer? ¿olvidar sin más? No, eso tampoco funciona.
La hoja de ruta es clara. Lo que hay que hacer lo primero es reconocer que se actuó mal. Lo segundo asumirlo. Lo tercero intentar saber porqué se hizo, y cuarto, a partir de ahí, aprender lo que sea posible, y dejarlo atrás, quedándonos sólo con la enseñanza y desechando el dolor.
Este ejercicio la primera vez que nos ponemos a hacerlo, por experiencia, no resulta nada sencillo. En el fondo nos es más cómodo, quedarnos regodeándonos en nuestra miseria, en nuestra pena y en nuestra desgracia, ya que como decíamos más arriba, son sin lugar a dudas, los aliados perfectos para no hacer nada en el presente. Pero esto no nos lleva a ningún lado. Sólo a ser cada vez más desgraciados y desgraciadas, a hundirnos más por nosotros mismos, sin necesitar ni siquiera una ayuda externa. La autodestrucción se convierte en nuestro leitmotiv, y somos incapaces de actuar en el presente. Por desidia, por resentimiento, por culpa… en definitiva, por todo y por nada.
Y si malo es estar anclado en el pasado, viajar al futuro, sin pasar por el presente, tampoco es algo que nos ayuda a tener una vida más plena. Casi este caso es peor que el anterior. Podemos vivir en una angustia vital continua, pensando en todo aquello que nos puede suceder. En la enfermedad, en que nos abandonen, en la pérdida, en el desastre… es insoportable estar constantemente con esos miedos. Nos generan una ansiedad y un agobio que nos lleva a no ser nada, a no hacer nada, e incluso a paralizarnos. El “y si…” se convierte irremediablemente en el mayor lastre en nuestro presente.
Dejamos de hacer, de sentir, querer, en definitiva de vivir, porque “y si me duele”, “y si me dejan”, “y si no le gusto”, “y si no me quiere”… No nos damos cuenta de que todos esos “ysis” lo que hacen es impedir que vivamos, impedir que probemos, impedir que aprendamos, impedir en definitiva que podamos tener una vida.
Aquí lo tenemos claro. Hemos optado por el aquí y el ahora, no con la promesa de la felicidad, no, ni mucho menos, pero sí con la promesa de vivir, de sentir, de sufrir, de reír, porque al final y al cabo, todo eso forma parte de esa misma historia que es sí, la vida, y sólo tenemos una, así que no la desaprovechemos.
Vive en el aquí y en el ahora, aprende lo que puedas del pasado, sin torturarte por él, y no te dejes arrollar por el miedo de lo que pasará. El único momento de tu vida en el que puedes hacer algo para cambiar las cosas es justo ESTE, ES AQUÍ Y AHORA, es lo único real.
“En el momento en el que dejas de pensar en lo que puede pasar, empiezas a disfrutar de lo que está pasando” – Anónimo
Hoy recogemos el guante del azucarillo que alguien, a quien se lo agradecemos enormemente nos envió un día. Muchas gracias por acordaos de este espacio cuando estáis tomando café o un té, es un honor y un auténtico placer, que compartáis con nosotros esos momentos. Animamos a quiénes siguen esta sección a que nos envíen también sus azucarillos, y si quieren con algún comentario.
En nuestro azucarillo de hoy volvemos a querer aferrarnos a la vida. Es triste echar la mirada hacia atrás y ser conscientes de la cantidad de cosas que no hemos disfrutado al cien por cien, porque en ese momento teníamos la cabeza, bien en el pasado, bien en el futuro, y no éramos conscientes de que lo único que importaba era ese momento, ese tiempo, ese espacio y la gente con la que estábamos compartiéndolo. Hace poco tuvimos ocasión de vivir una experiencia bastante límite. Y un médico llegó a decir, “con tranquilidad, porque no sabemos lo que pasará mañana”, y en ese momento, el aquí y ahora adquirió toda su importancia y su magnitud.
¿Qué importa lo que pasará mañana? ¡Vivamos y disfrutemos el aquí y ahora, y ya nos preocuparemos mañana! Realmente esa es la actitud, aunque es cierto que una cosa es decirlo y otra muy diferente el poder hacerlo. Las cargas diarias, los problemas económicos, las relaciones, el trabajo… todo parece aliarse en nuestra contra para que no seamos capaces de disfrutar del momento, de asumir que este minuto que hoy dedicamos a escribir estas palabras es único y que como no va a volver a repetirse queremos disfrutarlo.
Hemos de reconocer que este es uno de los grandes lastres que en general, en nuestra cultura occidental acarreamos. Tal vez la tradición judeo cristiana de pensar más en la recompensa o en el castigo con el que nos encontremos tras nuestro paso por este mundo, nos hace olvidar que lo importante es lo que ocurre mientras estamos en este mundo. Desde el más profundo respeto a todas las creencias, pero nadie ha vuelto del más allá, así que ¿por qué no vivir al cien por cien de nuestras posibilidades en el más acá? Ojo, y la frase tiene miga. Vivir al cien por cien de nuestras posibilidades. Esto significa no quedarnos con nada en la retaguardia y darlo todo en todo momento, y por otro lado, no estar disfrutando de un momento, pensando en que y si… No, eso no se vale.
El otro día escuchábamos como un maestro violinista hablaba de sus alumnos diciendo que algunos pese a practicar 8 horas diarias, no llegarían a ser grandes concertistas y al preguntarle porqué, sorprendía la respuesta. Muy fácil, porque dedican 8 horas a ensayar, guardándose para cuando tengan que actuar, y sólo quien dedica 8 horas diarias a dejarse la piel como si estuviera actuando en el Music Albert Hall, aunque su mascota sea su único espectador, llegará a lo más alto. Igualmente ocurre con los deportistas, quiénes llegan a lo más alto, son quiénes durante los entrenamientos juegan, corren, saltan, disputan cada balón, como si de una final olímpica se tratara. Pero ¿y tú? ¿lo haces?
Cuanto menos, estas palabras nos deben hacer pensar y reflexionar, acerca de si de verdad lo damos todo, si de verdad nos dejamos la piel, si de verdad vivimos el momento. Sintamos dolor o placer, pena o alegría, rabia, tristeza, da igual, todas las emociones hay que vivirlas, hay que sentirlas. Tomar conciencia de que el tiempo es el recurso más ilimitado que tenemos, a veces se torna misión imposible. No caigamos en la falacia de creer que nos sobra, ni en la comodidad de la procrastinación, dejando las cosas para otro momento.
Todas las mañanas antes incluso de salir de la cama, recitemos a modo de mantra “hoy voy a vivir como si no hubiera mañana, voy a disfrutar como si no existiera el futuro”. Hace algunos meses os dejábamos unas palabras de un filósofo que justo mañana, 24 de noviembre, hará 383 años que nació, y que pese a los convencionalismos del momento histórico que le tocó vivir, nos dejó en su obra un canto a la vida, al momento, a no dejar ninguna bala en la recámara, porque puede que no tengas ocasión de dispararla. Así que esperamos que disfrutéis con Baruch Spinoza. Y como hoy queremos que tengáis un gran chute de energía, además queremos que disfrutéis con una canción que es un himno a la vida.
“Lo efímero… ese señor llamado Tiempo, es el dueño de Nosotros, de nuestros sueños, y es el que va colocando los puntos finales en las clases que nos da la señora Vida” – Luisa Margarita García
A veces no valoramos lo suficiente el valor del tiempo. Sólo cuando nos quedamos sin él somos consciente del tesoro tan grande que supone, y del poco control que tenemos sobre el mismo. Cuando hablamos por ejemplo de los recursos de una empresa, se habla de recursos humanos, financieros, etc., pero pocas veces se habla del único recurso sobre el que realmente no tenemos ningún tipo de control. Este es el tiempo.
A veces, pensamos que el tiempo es un recurso ilimitado. Empezamos a dejar las cosas para mañana, para después, para más tarde, para el año que viene, para la próxima temporada, para la siguiente navidad… pero ¿qué pasa si ese “futuro” no llega? A veces, cuanto menosnos lo esperamos, nuestro tiempo se corta, se acaba, finaliza, y entonces dejamos muchos pendientes, con nosotros mismos, y sobre todo, con todos aquellos que están a nuestro alrededor, que nos quieren o que no, a los que les importamos más o menos, pero que de alguna manera nos necesitan, o nos tienen que tener en cuenta.
Nuestra soberbia, nuestra falta de previsión, y nuestra falta de consciencia acerca de lo efímero que puede ser todo en nuestra vida, nos hace que en muchas ocasiones no lleguemos a buen fin, sencilla y llanamente, porque no valoramos realmente la importancia y sobre todo la incertidumbre que tenemos con respecto a este tiempo, que por supuesto no es de carácter meteorológico, porque sobre este el hombre sí que ha aprendido a incidir.
Por ello, hoy queremos reflexionar sobre la importancia de no dejar las cosas para mañana. Es cierto que es un tema que podría parecer recurrente en esta sección. Desde que la inauguramos hemos hablado de la procrastinación, que supone no posponer las cosas que hay que hacer, y por supuesto tampoco esperar a que las cosas se resuelvan por sí solas. Estas cuestiones las hemos comentado muchas veces, y seguiremos incidiendo en este tema, porque entendemos que es fundamental y que muchas veces necesitamos o bien un tirón de orejas o bien un empujón para no caer en éste, uno de los grandes pecados capitales de los españoles y que casi va parejo en nuestro propio ADN, formando parte de nuestra propia cultura. Pero hoy vamos a dar una vuelta de tuerca a este tema, y os vamos a proponer que reflexionéis no ya sobre el tiempo, si no sobre todo lo que pretendemos es que seamos conscientesy lo suficientemente agradecidos con aquellas personas que nos dedican su tiempo, porque nos están haciendo el más grande de los regalos. Cuando una persona decide hablar con nosotros, estar con nosotros, visitarnos, pasear a nuestro lado, enseñarnos, o simplemente escucharnos, está regalándonos el más grande de los tesoros, ya que se está desprendiendo de algo que no podrá recuperar nunca.
El tiempo que nos dedican, es lo más valioso que un ser humano puede regalar a otro, ya que es un bien no sólo escaso, si no irrecuperable. Esta es una imagen y una idea que tenemos que tener presente, porque nos va a dar una imagen más clara del regalo tan maravilloso que se nos hace, lo que nos debe de llevar a que realmente valoremos en su justa medida qué es lo que se nos está dando.
Nos gustaría que os paraseis un momento para pensar en este tema. Que mentalmente analicéis a las personas que han estado a vuestro lado, en determinados momentos y con las que a lo mejor no hemos sido todo lo justos o justas que deberíamos, porque no hemos valorado en su justa medida el regalo tan maravilloso y estupendo que estaban haciéndonos. Desde aquí hemos hecho esta reflexión, y por ello queremos aprovechar este momento, este aquí y ahora, para dar las gracias a todos aquellos y aquellas que nos han dedicado su tiempo, que han tenido la paciencia de acompañarnos, o de escucharnos, que han querido estar a nuestro lado, y que nos han ayudado muchas o pocas veces, porque han decidido regalarnos ese bien, que nunca podrán recuperar. Así que simplemente gracias, no hay que decir nombres, no hay que hablar de momentos o de situaciones, porque quien tiene que darse por aludido o aludida lo sabe, y no necesita mayor reconocimiento, pero de verdad, y de corazón, Gracias por ese tiempo, gracias por ese regalo. Ahora sólo pensar en devolverlo de la misma manera, y en estar ahí cuando TE haga falta.
Gracias, siempre gracias, desde la humildad y el reconocimiento de haber recibido tanto, y con la clara convicción de estar aquí para lo que sea necesario y poder devolver de alguna manera, tanto de lo que se ha recibido.
El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad. – Víctor Hugo.
Hay fechas que especialmente son para reflexionar. Fechas que nos hacen pararnos y mirar hacia atrás, e irremediablemente pensar en mañana. Uno de estos momentos es la Navidad y el final de año. Está claro que este no es el que estamos viviendo hoy, cuando nos derretimos soportando los más de 40 grados de esta histórica ola de calor. Así que de fun, fun, fun y uvas y campanadas no es momento, no hablamos de esto. La otra fecha propicia para los viajes introspectivos es el cumpleaños, y en esa sí estamos.
Saber que ha pasado un año más en nuestra vida nos hace reflexionar sobre si lo hemos aprovechado o no. Si ha sido un año perdido o si por contra ha sido un año en el que hemos crecido, hemos aprendido, hemos sido mejores. Aunque hay que hacerlo con valentía, y estando preparados para asumir lo que de verdad nos encontremos al enfrentarnos a este viaje. Nos paramos y vemos qué ha sido lo mejor y lo peor. Si hemos cumplido o no algunos de nuestros propósitos, si hemos sido capaces de hacer algo por acercarnos a nuestros sueños.
En particular, este último año ha sido muy complicado. Doloroso en muchos aspectos. Muchas caretas se han caído, y sobre todo de quiénes menos podríamos esperar. Pero también este es el año del nuevo comienzo. Prefiero pensar que es el año cero. Es el momento de un resurgir, o mejor dicho de un nuevo comenzar, el momento de ser de verdad, de no esconderse, de estar y de hacer. A partir de ahora sin buscar excusas, sin buscar culpables, sólo asumiendo las consecuencias de las decisiones propias, de las acciones. Viviendo el momento, haciendo lo que de verdad sea coherente con el propio planteamiento vital, y no haciendo por parecer mejor, por la notoriedad, o por el reconocimiento, ya que esto sólo serviría para engordar al ego sino simplemente haciendo para realmente alcanzar los objetivos personales y profesionales.
En definitiva, como dice nuestro azucarillo de esta semana, pese a todo lo que hayan podido deparar los últimos 365 días, teniendo en cuenta a quiénes ya no están en nuestra vida, y dando las gracias a quiénes han aparecido para ayudarnos y tal vez hasta para dar coherencia a nuestra existencia, no tenemos que mirar hacia atrás con ira. Lo pasado, pasado ya está, y no hay que perder energías con enfados o rabias incontroladas por cómo fueron las cosas. Tan sólo asumir los errores, recordando que son la mejor fuente de aprendizaje que existe. Así aprendiendo de ellos, e intentando no volver a cometerlos, aunque ya sabemos que el hombre (y por ende la mujer) es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Siguiendo con la enseñanza de Thurker, que es a quién hemos decidido seguir esta semana, tampoco hemos de mirar el futuro con miedo. Sentir miedo por lo que nos pueda sobrevenir mañana es la mejor manera de acobardarnos y no hacer nada. El mañana llegará queramos o no, porque el tiempo es inexorable y ni tan siquiera la muerte lo para. Por ello, no hay que atenazarse. La mejor manera de enfrentarse al mañana es haciendo en el hoy. Como dice Thurker mirando alrededor con atención. Es decir trabajando en el aquí y el ahora. Esforzándonos y viviendo el momento, con coherencia, con esfuerzo, pensando sólo en clave de presente, en hacer lo mejor posible las cosas, tanto a nivel personal como profesional, dejándonos guiar por la humildad, y marcando unos objetivos realistas pero que nos hagan crecer, no tenemos que temer al mañana.
De esta manera para afrontar con valentía el futuro, sólo tenemos que no caer en la vanidad de las ínfulas de grandeza, y cada día hacer y hacer para así conseguir acercarnos a nuestros sueños, y que se conviertan en realidad. Pero si nos sentamos a esperar, mirando al cielo, soñando con las estrellas y pidiendo a los dioses, entonces sí es mejor que empecemos a temblar, porque de ninguna de las maneras tendremos ni el más pequeño control sobre ese mañana al que con razón, deberemos de temer.
A todo esto, feliz cumpleaños a todos y todas las que en estos días sumáis uno más, y sólo una recomendación que la voy a vivir en carnes propias (desde la convicción de no ser nadie para dar consejos) no dejéis de hacer, de hacer, de hacer. Vivid el momento, dándolo todo y olvidad padecer por el mañana, porque es algo que no podemos evitar que llegue, aprendamos a que todo mañana sea siempre un hoy. Es mejor pensar que no somos el resultado de un pasado, sino la causa de un futuro que se fragua en un hoy. No lo olvidemos.
Y en estos días, por favor, intentad encontrar un rinconcito fresco, porque estos calores son insoportables.