por grupo3estudios | May 4, 2015 | El Grial de tu Empresa
Elegir la primera máscara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario – Clarice Lispector
No podemos elegir el momento en el que llegamos a esta vida, no nos corresponde. En general, a no ser que tomemos una decisión drástica, tampoco podemos elegir ni el momento de abandonar este mundo, ni la forma en la que va a suceder. Aunque sí es cierto que todo lo que pasa entre uno y otro acontecimiento, depende de nosotros. Aunque queramos descargar esa responsabilidad en la suerte, en la familia, en la sociedad o en cualquier otra cosa que veamos como factible de ser acusada de dirigir nuestra existencia, la verdad es que la responsabilidad sobre las elecciones es nuestra y sólo nuestra.
Además de la responsabilidad de nuestras decisiones, hay otro tema fundamental e íntimamente relacionado y es asumir y dar valor a las decisiones, siendo conscientes de que a veces, pequeñas elecciones determinan el devenir de toda nuestra vida, y lo peor de todo, es que ni siquiera somos conscientes de ello. Estos días echo la mirada atrás, y descubro cómo una decisión tomada en un momento determinado hace más de veinte años pudo cambiar radicalmente mi vida. Y sobre esto es sobre lo que queremos reflexionar hoy. La decisión que tomé no fue la que yo quería, no, fue la que se esperaba. Fue una decisión motivada por el miedo al qué dirán, por no salir de los cánones establecidos, buscando la aceptación del grupo y mantenerme dentro del orden establecido. No hice caso a mi corazón, no quise correr mi aventura. Simplemente me amoldé a lo «esperado» e hice lo que se suponía correcto. No lo que yo quería hacer.
Cuento esto por una simple razón. Nosotros elegimos cómo queremos vivir nuestras vidas. ¿O no? Las decisiones que tomamos, ¿son las que realmente queremos, o las tomamos porque es lo que se espera? Cuando miras hacia atrás has de ver elecciones basadas en tus auténticas preferencias, en tus creencias, en tu pasión, en las cosas que realmente te emocionan. Así los errores serán propios, y habrán sido nuestros, serán nuestra responsabilidad y para bien o para mal, aprenderemos de ellos. Pero no sólo los errores, también las victorias serán nuestras, por lo que el orgullo y la satisfacción serán mucho mayores. Es muy triste echar la vista hacia atrás y soñar e incluso fantasear, con que las cosas podrían haber sido diferentes, y pensar que la decisión que tomaste estuvo motivada por la cobardía, no por la convicción personal.
Esta reflexión debe llevarnos a sellar un auto-compromiso con nosotros mismos, que nos lleve a ser auténticos, a ser valientes, a elegir cómo queremos vivir nuestra vida en base realmente a nuestra conciencia, a nuestra concepción del mundo, a la propia escala de valores. Este camino es muy difícil, mucho. Requiere de convencimiento y de autenticidad. Pero es el que de verdad nos llega a llenar como personas, y como profesionales. Comete tus errores, disfruta de tus aciertos, porque sobre todo serán TUYOS. Elegir es un acto de libertad absoluta, es un derecho que se convierte en anhelo del ser humano. Así que disfrutemos de esa libertad.
Sí por el contrario elegimos no elegir, decidimos que las decisiones las tomaremos con la intención de «ser políticamente correctos», «socialmente aceptados» y de ser siempre catalogados como «cuerdos», muy bien. Será nuestra elección, pero seamos conscientes de cuál es el precio que hay que pagar. El peaje es muy alto. Decidamos sí estamos dispuestos a pagarlo, sabiendo que el resultado puede ser la tranquilidad, la aceptación, pero no la felicidad.
Las segundas oportunidades no existen, o casi nunca existen.
https://www.youtube.com/watch?v=_oZdemQSt5M
por grupo3estudios | Abr 6, 2015 | El Grial de tu Empresa
“Volví a sentir unas inmensas ganas de vivir, cuando descubrí que el sentido de mi vida era el que yo le quisiera dar” – Paulo Coelho
Pasan las vacaciones, la Semana Santa, marca el comienzo de una nueva etapa en el año. Una nueva etapa que suele ser ilusionante, que se asocia con la primavera, la luz, el sol, el renacer. Y para nosotros, además como lunes que es, es el día no sólo de la vuelta a la rutina, sino de seguir aprendiendo de las enseñanzas de los azucarillos.
Hoy reflexionamos acerca del sentido de la vida. La mayoría de nosotros pasamos mucho tiempo de nuestra existencia creyendo que existe una hoja de ruta que nos va a llevar hacia algún destino. Buscamos mirando hacia los lados, cuál debe ser ese sentido. Creemos que es algo que nos viene dado, o que alguien nos lo debe de mostrar. Pretendemos encontrarlo en lo que hacen los demás, o en lo que se espera de nosotros. Nos comportamos como creemos que debemos hacerlo, para ser aceptados. Estudiamos aquello que tiene futuro, aquello con lo que podemos ganar dinero, o aquello con lo que seremos importantes. Buscamos una pareja adecuada, para formar la familia perfecta. Y todo eso está muy bien, en la mayoría de los casos, eso nos hace sentirnos seguros, nos proporciona una “existencia feliz”. No hay nada como saber que existe un camino marcado, y que así por supuestísimo la vida, tiene un sentido, una coherencia.
Pero ¿qué pasa si una mañana nos despertamos y nos damos cuenta de que ese sentido figurado que pensábamos que tenía la vida nos ha convertido en personas grises que han perdido la pasión? ¿qué pasa si descubrimos que nuestra profesión puede ser muy respetable, o muy lucrativa, pero que no nos llena? ¿qué ocurre cuando ves que tu pareja adecuada no te hace sentir que la vida sin ella no tendría razón de ser? En ese momento, es cuando para no perder la cabeza, nos agarramos a que la vida tiene un sentido oculto, que desconocemos, pero que es coherente. Cuando nos cerramos en pensar que hay una razón para todo, y que al final por arte de magia, nos llegará la recompensa divina en forma de felicidad.
Si con esto nos conformamos, pues genial. Si eso es lo que queremos, estupendo. Aunque lo cierto es que en muchos casos nos da miedo afrontar que sencillamente, la vida, por sí misma no tiene ningún sentido. Nos corresponde a cada uno de nosotros asumir el protagonismo de nuestra existencia y decidir cuál va a ser el guión. Pero eso supone tomar decisiones. Y tomar decisiones es lo que más miedo nos produce. ¿Por qué? La respuesta es obvia, porque podemos equivocarnos. No nos damos cuenta de que lo mejor es cometer errores por equivocaciones nuestras, de las que podemos aprender algo, que por lo que “otros” nos dicen que hagamos. Porque claro que puedes equivocarte, pero también puedes acertar, y ahí es dónde radica la emoción de la vida, en elegir, en apostar por lo que realmente nos llena, por lo que realmente nos hace vibrar, asumiendo que por supuesto podemos errar, pero las apuestas sobre seguro son aburridas. No olvidemos que el sentido se lo damos nosotros mismos a la vida. Podemos elegir pasión, o podemos elegir seguridad. Podemos elegir aventura, o podemos elegir seguir las pautas marcadas. Nadie tiene que hacer una cosa u otra. Lo bueno es que podemos elegir. Cada cuál que busque su felicidad o su bienestar como mejor crea. Pero decidamos. No esperemos a echar la vista un día atrás y pensar que nada tiene sentido, y dedicar el resto de lo que nos quede de vida a buscar culpables, o a regodearnos en nuestra propia miseria.
Nosotros somos quiénes damos sentido a nuestra vida, así que hagámoslo. Y si queremos cambiarlo, pues también podemos hacerlo. Seamos valientes, tomemos nuestras decisiones, y sobre todo, vivamos con pasión. Sólo tenemos una vida, así que decidamos cómo queremos que sea, cómo queremos vivirla. Pero que la decisión sea nuestra.