“Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes” – Marlene Dietrich
¿Por qué nos empeñamos en ponerle puertas al campo? ¿Por qué tenemos el no podemos, el no lo conseguiremos, el no llegaremos, el no somos suficiente… imbuido en nuestro ideario? Si el hombre no hubiera creído en que los imposibles se podían convertir en posible, probablemente todavía andaríamos con taparrabos.
En esta sección, hemos hablado muchas veces de la importancia de creer en nuestras posibilidades, de lo increíble que puede ser la constancia, el coraje, la confianza, y por supuesto el creer en que somos capaces. Desde aquí, una vez más hablamos con la voz de la experiencia, siendo conscientes de haber hecho cosas que creímos imposibles y no lo decimos por ponernos una medalla, ni mucho menos. Lo decimos desde ser voz de la normalidad, y de haber conseguido cosas que parecían estar fuera de nuestras posibilidades, siendo personas totalmente normales, simplemente creyendo y queriendo, luchando, siendo constantes y superándonos día tras día.
Particularmente quien escribe, no soporta el derrotismo. El tirar la toalla antes de tiempo, el decir ya no se puede hacer nada, no lo vamos a conseguir. El dedicarse a parlotear sobre lo mal que se ha hecho algo, o sobre los errores que se han cometido, o sobre lo difícil o imposible que pueda resultar algo, pero no parándose a remangarse y a decir, ¡aquí estoy yo, vamos!
Esos agoreros que esperan que el barco se hunda, hablando sobre los problemas que han llevado a que empiece a desaparecer en el mar, pero sin hacer nada para sacarlo a flote, debería de estar en el fondo de algún oscuro lugar, en el que su voz no influenciara a aquellas personas que pierden su luz, porque sólo escuchan la oscuridad de aquellos que hablan desde su incapacidad y que sólo piensan en la consumación del naufragio para salir dándose golpes de pecho y decir: ya te lo dije, ya te lo dije, esto no tenía solución… y lo dicen sin haber ayudado ni a capitán, ni a grumetes, ni tan siquiera a polizones a poder salvar la situación. No merecen vivir en la luz, deberían tener un lugar reservado dentro de una caverna que es el lugar que en el fondo prefieren, para sentirse bien dentro de esa oscuridad, que todo lo equipara, lo iguala y dónde su mediocridad puede pasar desapercibida.
De verdad, no permitamos que nadie nos ponga límites, no nos dejemos llevar por aquellos que no creen en que el mundo pueda cambiarse, en que se pueda llegar más llejos, en que se pueda llegar más rápido, en que se pueda hacer más… Que nadie te ponga límites, ni siquiera tú mismo o misma.
Haz que tu mundo sea más grande, sal de tu círculo de confort y haz caso a tu corazón… muchas veces es el único que de verdad es capaz de hacernos creer en cuáles son nuestras auténticas posibilidades. No ignoremos sus argumentos, simplemente porque la todopoderosa razón no los comparta… La razón es un timón, cierto, pero el corazón puede ser quien capitanee nuestro barco.
Escucha más a tu corazón, al menos, escúchalo y luego actúa, sintiendo lo que haces, viviendo lo que haces, y no simplemente haciendo lo que se espera o lo que se debe. Atrévete a volar, atrévete a ser, atrévete a estar.
Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya, porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás – Dalai Lama
Esta semana vamos a hablar de la actitud, pero hoy no vamos a hablar de fuerza, ni de coraje, ni de valentía, hoy queremos hacer referencia a una de las más poderosas armas que tenemos, pero que a la vez, menos utilizamos. Nos referimos a la sonrisa.
La vida es muy complicada, en periodos incluso puede llegar a ser desesperante. Los problemas se multiplican, y hay ocasiones en las que nos convertimos en bomberos profesionales. Siempre apagando fuegos, siempre de arriba hacia abajo, siempre corriendo, siempre luchando. Estamos muy acostumbrados y acostumbradas a apretar los dientes, porque eso nos ayuda a seguir, eso nos imprime fuerza, nos imprime carácter. Nos han enseñado que en una negociación hay que fruncir el ceño, hay que poner carade pocos amigos, cara de poker, cara de perro, porque así nos irá mejor.
Las películas han hecho mucho mal, sobre todo aquellas en las que el “prota”, siempre está malhumorado, porque nos han hecho creer que la mala “baba”, que el malhumor y tener siempre aspecto de mal encarado, es a la postre lo mejor para conseguir los objetivos, para llegar a las metas…
Nos han engañado, haciéndonos creer que las personas que siempre parece que tuvieran algo metido por salva sea la parte, resultan más profesionales, más creíbles, más formales… De alguna manera nos han hecho creer, que las caras largas, los rictus egipcios, las narices mirando al sol, y las barbillas apuntando al viento, son la mejor carta de presentación de las personas “como dios manda”, de la “gente de bien”… son el símbolo inequívoco de tener capacidad, de unir en una misma persona la calidad y la cualidad… y poco a poco, lo hemos ido creyendo.
Pero hoy venimos a decir ¡basta! Hoy queremos reivindicar la risa y la sonrisa como las armas letales, contra la desesperación, el tedio, el aburrimiento, el dolor, el sopor, la tristeza, el enfado, la decepción, la pena del alma… ante cualquier cosa que nos haga sufrir, que nos haga padecer… Nuestra mejor arma tiene que ser una sonrisa.
No se discute con alguien que sonríe, se confía en la persona que sonríe, nos inspira paz, nos trasmite positivismo, nos ilumina el día, y sobre todo y ante todo, nos demuestra que en esta vida hay esperanza. Que las cosas ya son lo suficientemente feas y duras cómo para encima darles la satisfacción de mostrarnos tristes y cabizbajos… NOOOO
Abogamos por esa sonrisa que es capaz de iluminar un alma. Por esa sonrisa que está trasmitiendo el “sí se puede”, el “lo vamos a conseguir”, el “creer es el primer paso para conseguir”. Muchas veces pensamos que no tenemos razones para sonreír y ahí es dónde caemos derrotados por “la otra manera de entender la vida”. Siempre hay un motivo para sonreír, tan sólo hemos de aprender a buscarlo, a encontrarlo, a disfrutarlo, a dárnoslo.
No nos dejemos engañar por quien dice que la fuerza está en la seriedad, porque no es cierto. Os aseguramos, y de eso por estos lares se entiende un rato, que hay que ser mucho más fuerte para sonreír que para mostrarse serio. Hay que ser mucho más valiente para salir a la calle con una sonrisa pintada en el rostro, que con cara de no haber ido al baño en una temporada.
Aquí y ahora, os decimos que apostamos por la sonrisa, por enseñar los dientes, por arrugar la frente, por pronunciar las patas de gallo. Queremos sonreír para decirle al mundo, empezando por nuestra propia persona, que no nos vamos a dejar vencer. Que no vamos a tirar la toalla. Que por muy feo que nos lo pongan, por muy negro que nos lo pinten, #YoApuestoPorSonreír. Las lágrimas se acabaron, se secaron los lagrimales. Ahora es el tiempo de sonreír, no porque las cosas nos vayan mejor, sino porque nosotros vamos a hacer que nos vayan mejor, que es muy diferente.
No sucumbáis a la tristeza, al rostro enjuto, a la cara de mala hostia… no os dejéis engañar. En esta vida, sólo venceremos al mal, sea cual sea la forma en que aparezca, con una sonrisa, que además no cuestan, y una vez por ahí leímos que cuando se sonríe se hace ejercicio porque se ponen en funcionamiento más de 200 músculos. Así que risas y sonrisas, para conquistar el mundo. Ve por la vida regalando sonrisas, porque son gratis, ¡¡pero tienen un valor incalculable!!