Pasó el tiempo de los propósitos, ahora llega el de cumplirlos
Pasó el tiempo de los propósitos, ahora llega el de cumplirlos
“El éxito está conectado a la acción. Las personas exitosas se mantienen en movimiento. Comenten errores, pero nunca abandonan” – Conrand Hilton
Han pasado ya diez días desde que comenzara el año, así que ya no es tiempo de hablar de propósitos, ahora ya ha llegado el tiempo de ponerse a hacer. Y aquí es donde empiezan los problemas, ya que somos un país y una cultura de procrastinadores y procrastinadoras que no podemos evitar pensar en hacer las cosas mañana, en vez de ponernos a hacerlas ahora. Bien, como lo sabemos y somos conscientes de que este es uno de nuestro mayores hándicap para conseguir aquello que pretendemos, lo primeo que debemos hacer, obviamente es hacer el esfuerzo necesario para no dejar las cosas para mañana.
Quien esté leyendo puede pensar, “claro pero es imposible ponerme a hacerlo todo”. Está claro que a la vez no, por eso ¿cómo empezar? ¿qué hacer? Lo primero que tenemos que tener claro es que las fórmulas magistrales no existen, y cada cual debemos de encontrar nuestra particular forma de luchar contra la procrastinación. Pero lo que sí es cierto es que hay una realidad importante. Antes de nada, tenemos que ser capaces de encontrar nuestra motivación real, aquello que de verdad nos lleve a ser capaces de levantarnos cuando no nos apetece, de seguir cuando estamos cansados, y por supuesto de levantarnos cada vez que nos caigamos, porque ojo, serán muchas las veces que eso ocurra, y no pasa nada, porque aprenderemos y seguiremos hacia delante.
Existen muchos tipos de motivaciones que nos pueden servir. Cada persona tenemos un botón diferente que es el que es capaz de hacer que saltemos, que nos movamos, que no paremos. Para algunas personas es la necesidad del dinero, para otras es el reconocimiento, para otras es la superación personal. No hay motivaciones buenas, mi malas. La buena motivación es la que nos sirve individualmente a cada uno de nosotros y nosotras.
No valen los consejos, pero por si a alguien le sirve, la mejor motivación es la que nace de nuestro interior, la que no viene de fuera, si no la que sale a flote, producto del convencimiento real que tengamos de querer algo, de conseguir lo que sea, de alcanzar un objetivo. Si procede de nuestro más puro interior, siempre estará, no fallará, y será la que realmente nos guíe, sobre todo en esos momentos de “vacas flacas” y de “todo sale mal” que solemos tener. Por el contrario si la motivación no es fruto de nuestro puro convencimiento, y es una motivación que buscamos en el exterior, esta no nos servirá. Se quedará escasa, en aquellas situaciones en las que se “pintan negras”. No tendrá la fuerza suficiente como para levantarnos, cuando la caída sea realmente estrepitosa, o cuando nos fallen las fuerzas, y veamos que pese a no dejar de intentarlo, no acabamos de conseguirlo, no llegamos a alcanzarlo.
Una vez que hemos conseguido esa motivación que sea la que nos haga seguir hacia adelante, contra viento y marea, tenemos el elemento más importante y más difícil. Después se trata sólo de desarrollar hábitos que faciliten la consecución de objetivos y te alejen de la procrastinación.
Lo más fácil para asegurarnos de que hacemos y no sólo pensamos hacer, es comenzar por hacer listas de tareas. Pero no listas generales con cosas atemporales. Cada día debemos de fijar a primera hora de la mañana cuáles serán las actividades que vamos al desarrollar ese día. Al finalizar la jornada, revisaremos lo que hemos hecho y lo que no, incluso lo tacharemos para generar en nuestra cabeza la imagen concreta de acciones realizadas. Aquellas cosas que no hayamos conseguido terminar o incluso, ni empezar, tendremos que ver por qué motivo ha sido, y analizar si es que hemos sido excesivamente ambiciosos o ambiciosas a la hora de establecer unos objetivos reales de trabajo, o por contra, si el motivo reside en que no lo hemos dado todo, no hemos cumplido con nosotros mismos. En este caso, deberíamos reflexionar sobre porqué y a lo mejor lo que sucede es simplemente que no nos importa alcanzar nuestro objetivo tanto como queríamos, porque cuando lo tienes realmente claro, no hay quien te impida llegar, o al menos, hacer todo lo humanamente posible para llegar.
Al final, todo está en nuestras manos. Las cosas se consiguen o no, pero desde luego, si no se intenta, es imposible alcanzarlo. Así que ánimo. A pensar hacia dónde quiero ir, y sobre todo a empezar a caminar hacia ese lugar, por supuesto buscando la motivación (gasolina) que me lo permita.