El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia – Henry Ford
La pasada semana, planificando el marketing estratégico para el 2017 con uno de nuestros clientes del sector de la moda, hablábamos de los éxitos empresariales de las marcas que se podían utilizar como ejemplo y analizábamos qué era lo que había detrás de estos proyectos que estábamos convirtiendo en ejemplos del buen hacer empresarial, en un sector tan complicado como es el de la moda.
El debate fue muy interesante. En general se coincidió bastante en la elección de aquellas marcas que nos parecían referentes, aunque lo más interesante del debate, para el post de hoy, no fueron estos nombres (otro día hablaremos de este tema), lo más interesante fue la disertación que entablamos en torno al éxito y al fracaso. Las conclusiones a las que llegamos, fueron muy interesantes y por eso hoy queremos compartirlas en este espacio que dedicamos a hablar del mundo de la empresa y del emprendimiento.
Hay culturas, como la anglosajona en las que realmente se entiende el fracaso, y por supuesto el empresarial, como parte del proceso de aprendizaje, y simplemente como un paso lógico más en la consolidación de las personas emprendedoras, como empresarios y empresarias de verdad. De hecho para ser considerado realmente un hombre o mujer de negocios, se debe de contar con al menos algún fiasco a las espaldas. Esto hace que el miedo al fracaso, y sobre todo las consecuencias del mismo, sean mucho menores en países como por ejemplo, Estados Unidos. Esta concepción del mundo de los negocios, por tanto, hace que las personas emprendedoras se arriesguen, con mucho menos miedo, y sobre todo, que si una vez les fuera mal, no serán penalizados socialmente, ni económicamente, ni lo que puede ser más importante, entrarán en las listas negras de las entidades financieras. El no tener ese lastre y ese peso encima, propicia el que la gente se lance a hacer realidad sus proyectos empresariales, lo que lleva a que hayan podido llevarse a la práctica grandes ideas de negocios, que es muy probable que en nuestra órbita, hubieran terminado durmiendo en el sueño de los justos.
En el otro extremo, en el de los países mediterráneos, es dónde lamentablemente nos encontramos españolitos y españolitas. Vivimos en una cultura en la que el estar pendiente de lo que hace el resto, con la intención de criticar y despotricar, se convierte en deporte nacional. Hacer escarnio público de la desgracia ajena, dar charlas magistrales acerca de cómo debería haber actuado o no (lo más gracioso, lo hace gente que nunca ha hecho nada, y que no ha movido un dedo), y proclamarse sustentadores de la razón absoluta, es lo que parece alimentar a muchos y a muchas, que por suerte o por desgracia, nunca hicieron nada.
Con este panorama, poco propicio al aliento y a la comprensión, la idea de que nuestro negocio no funcione, se convierte en una de las principales barreras con las que nos encontramos a la hora de llevar a cabo nuestros proyectos, ya que el error (fracaso, cierre, etc) no se entiende como algo lógico, que forma parte de la vida de las empresas, sino que se convierte en una losa difícil de levantar y superar. La propia sociedad hace que nos produzca vergüenza el reconocer que las cosas no nos han ido todo lo bien que esperábamos. Y en vez de aprender de lo que no hemos hecho bien, o de lo que podemos mejorar, lo que hacemos es cerrarnos en el fracaso, avergonzarnos y rechazar la idea en muchos casos de volver a intentarlo “por no tener que volver a pasar por lo mismo”. Ahí es dónde radica nuestro principal fallo. Decimos nuestro principal fallo, ya que como empresarios y empresarias, o autónomos o emprendedores, el miedo al fracaso, al escarnio público que muchas veces se produce, y a que nos ninguneen por no haber podido salir adelante, se convierte en el principal hándicap para precisamente, llegar a buen puerto.
La herramienta con la que contamos para luchar contra esta realidad no es otra que la convicción, el creer en nuestro proyecto, el convencimiento de que hay que darlo todo para conseguirlo. Nuestra motivación para recorrer el camino, es nuestra mayor arma. Y si no sale a la primera, ya saldrá a la segunda, o a la tercera, o a la que haga falta. Con la fuerza necesaria siempre seremos capaces de levantarnos una vez más de las que caigamos. Y con respecto a los demás “que les den, ande yo caliente, ríase la gente”.
El mundo hubiera sido diferente si grandes empresarios y empresarias, que partieron de fracasos estrepitosos, no hubieran seguido hacia adelante aprendiendo de los errores. Por mencionar sólo algunos nombres: Ford, Walt Disney, Steve Jobs, J.K. Rowling, OprahWinfrey o Mary KayAsh.
“Me lo contaron y lo olvidé, lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí” – Confucio
El refranero español, siempre sabio, ya decía que nadie escarmienta en carne ajena… y qué verdad que es. Cuando se habla de que el aprendizaje tiene que ser práctico, sea cual sea el tipo de materia sobre la que verse la formación, se está diciendo una verdad universal. Hoy queremos reflexionar precisamente sobre estas cuestiones.
Es muy fácil decir lo que hay que hacer, es muy fácil ser el dueño o dueña de teorías concienzudas e interesantes acerca del cambio, de la libertad, de la fuerza… de mil cosas. Es fácil sentarse y ver cómo suceden las cosas, pero ¿eso es aprender? ¿Así se puede realmente saber hacer algo? Sinceramente, por mucho que haya quien piense que sí, la realidad es que humildemente decimos que no. Hasta que no conduces no sabes conducir, por mucho que tengas un carné. Hasta que no te caes de una bici y te vuelves a subir, las veces que sean necesarias hasta conseguir mantenerte y recorrer el mundo si fuera necesario, no sabes montar en bicicleta… y así podríamos decir con todo. Por ello apliquémonos el cuento.
Durante estos meses, en los que se han producido muchos cambios, afrontado retos, y derribado muros, hemos podido experimentar en su máxima expresión lo que hoy comentamos. Sólo aprendemos de lo que hacemos, de lo que somos capaces de llevar a cabo. Cualquier otro planteamiento, sería una falacia. Además, haciendo es cómo descubres dónde están realmente tus límites, y aprendes a superarlos. Haciendo consigues una formación, imposible de pagar con cursos de miles de hora teóricas. Cuando haces, sientes, y cuando sientes, aprehendes, que es mucho más, que simplemente aprender o conocer.
Es cierto que muchas veces nos deslumbran las metas, y queremos alcanzarlas ¡¡¡yaaaa!!!. Queremos resultados rápidos. Estamos en la era de Internet y todo lo queremos aquí y ahora. Pero amigos y amigas, por mucho que exista el ciber espacio, al final, en esta vida, lo que sigue funcionando y lo que nos hace realmente alcanzar nuestros sueños, que ya sabemos que hemos de transformar en metas, no es otra cosa que “el a fuego lento”. Poco a poco y paso a paso. No podemos pretender obtener resultados que vengan por la vía fácil de la rapidez. Probablemente a los que somos hijos de la “cultura del pelotazo” y hemos podido comprobar sus consecuencias, esto no habría que decírnoslo, pero como el hombre (y por supuesto la mujer) es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, seguimos buscando la dieta milagrosa, que nos haga perder peso rápido, compramos el método de las mil palabras para “dominar” un idioma en cien días, ese negocio que nos haga enriquecernos de un día para otro. Nos ponemos extensiones en el pelo, en las uñas… Buscamos que un par de agujas nos hagan odiar el tabaco… en definitiva nos alejamos del esfuerzo, de hacer, hacer y hacer, para aprehender, e intentar de esa manera, mejorar y a ser posible, no olvidar.
Lamentablemente venimos a desvelar un secreto… no se puede engañar al tiempo. Las cosas requieren de su momento. Los aprendizajes necesitan superar niveles, seguir pasos, que hay que ir dando, uno tras otro. Y además, por si fuera poco, nadie puede hacerlo por nosotros mismos. Si focalizamos nuestro anhelo en la meta, pensando que el camino va a ser de rosas, probablemente estemos auto avocándonos al fracaso… Es importante que seamos conscientes de que al final lo que cuenta es el esfuerzo, pero no sólo el esfuerzo, sino que algo que si cabe es hasta más importante, por la dificultad que entraña… nos referimos a la constancia. Esforzarnos un día está bien, y cualquiera lo puede hacer. El secreto de la pirámide radica en hacerlo todos los días, ese es el verdadero genio de la lámpara.
Seguro que hoy no estamos descubriendo la pólvora, porque todos y todas habéis pensado en estas cuestiones, y seguro que hasta las tenéis claras, así que sólo falta una cosita… la acción. Pasar del dicho al hecho. Como siempre decimos desde esta ventanita que abrimos cada semana… se trata hacer, hacer y hacer… si nos caemos, nos levantamos, nos sacudimos y seguimos a lo nuestro, que es hacer, hacer y hacer…
Hasta la próxima semana, y de verdad, y de corazón, no lo dejéis para mañana. Empezad ya, no esperéis, porque la espera lo único que trae es a la postre, desesperación. Y por supuesto, no te rindas, cuando las cosas se pongan difíciles, por muy feas que pinten… sigue haciendo, intentando, inventado. No pares, porque entonces sí que habrás perdido todo.
«El problema es que pensamos demasiado en lo que pasó y en lo que pasará, cuando lo importante es lo que está pasando» – Anónimo
No es la primera vez que hablamos del aquí y del ahora, de aprender a vivir el momento y ser plenamente conscientes de que no existe nada más y que además, no se va a volver a repetir.
El ser humano juega con la memoria, o mejor dicho jugamos con la memoria y con el increíble poder de la rememoración. Tenemos la capacidad de traer al momento actual las mismas emociones que vivimos en un pasado, ya sean buenas o malas, ya nos hagan sentir felices o tristes, o fuertes o melancólicos, o grandes o insignificantes. Pasamos tanto tiempo rememorando lo que fuimos, lo que tuvimos, lo que quisimos, o lo que sentimos, que olvidamos que lo que de verdad tenemos es el aquí y el ahora. Muchas veces aferrarnos a estas emociones nos lleva a que el miedo se haga fuerte en nosotros. El miedo al fracaso, al dolor, al error… y entonces cuando el miedo es el que asume el control, provoca una huida, y de esta manera no nos centramos en vivir el momento, en disfrutarlo, en saber ser y estar, aquí y ahora. Nos refugiamos en lo que fue o nos esperanzamos en lo que puede ser, todo con tal de no afrontar lo que es.
Algunas veces pensamos que porqué no se incluye una asignatura transversal en la educación obligatoria, en la que se nos enseñe a saber estar en el momento. Aprender a disfrutar de estar en el aquí y en el ahora. Saber ser en el momento justo en el que se vive. Sin perderse en el ayer, o sin ensoñar en el después, en el mañana, en el futuro.
No somos conscientes de lo mucho que nos perdemos. Hay incluso quien sin darse cuenta, pierde la vida entre el ayer y el mañana, sin ser consciente de que su existencia está carente del ahora. Tenemos la jodida costumbre de estar ausentes de nuestro presente, incluso por cosas pequeñas, pero que nos alejan de nuestro aquí. Cuántas veces estamos con amigos pensando en lo que vamos a hacer después, y cuando estamos en ese después, nos dedicamos a pensar en nuestros amigos y estar con ellos… nos perdemos, perdemos constantemente la posibilidad de tomar conciencia y de dedicar el cien por cien de nuestra energía y de nuestro yo a vivir y disfrutar del aquí y del ahora.
Y lo contamos en primera persona, porque por supuesto que también nos pasa. Estamos demasiado socializados en no saber estar en el momento, tanto que aún siendo conscientes de que hay que hacerlo, lo cierto es que cuesta horrores ser capaz de soltar el lastre del chip instalado en nuestro mismísimo cerebro. Pero en las ocasiones en las que se es capaz de hacerlo, de centrar toda nuestra energía en el momento y además, disfrutarlo y ser consciente de que no quieres estar en otro lugar, ni en otro momento, ni en otra compañía, es una experiencia tan potente que llega a asustarnos. Evidentemente la falta de costumbre no juega a nuestro favor.
Vivamos por tanto, el aquí y el ahora, sintiéndolo en todo su esplendor, en toda su plenitud. ¡Vamos!
“No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y calle el viento, hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida y tuyo también el deseo, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento” – Mario Benedetti
Probablemente en el recuerdo de muchos de nosotros está la famosa frase de Tagore, que esta semana encabeza este post. Recordamos, aquellas postales de dibujos en tono pastel, con muñecos de ojos grandes, y con la frase escrita utilizando letras de molde. Con la inocencia de la adolescencia, la lectura que hacíamos de esta frase tenía un trasfondo muy idílico. Hoy queremos hacer otra lectura, desde un planteamiento mucho más maduro y sobre todo más práctico.
Muchas veces tendemos a centrarnos en todas aquellas cosas que no conseguimos, en los objetivos que no logramos. Esta actitud en general es negativa y nunca va a ser positiva para nosotros. Si nos quedamos anclados en lo que no hemos alcanzado, no seremos capaces de avanzar, no podremos crecer. Podemos utilizar lo no conseguido como auto excusa para no seguir trabajando. Nos podemos agarrar a esta situación, y utilizarla para lamernos las heridas, irnos a un rincón y dedicarnos a llorar por todo aquello que no hemos conseguido.
Es evidente que con esta actitud no se puede ir a ningún sitio y que no nos va a permitir crecer, ser mejores, y o bien volver a intentarlo, o incluso optar a nuevos propósitos. Esta actitud de vivir en el pasado, de lamentarnos, es castrante, y no nos sirve. Hemos de desecharla totalmente, porque es imposible avanzar con un lastre semejante.
Tampoco podemos dejar que las personas tóxicas que pueda haber a nuestro alrededor nos machaquen y nos martiricen y no nos dejen avanzar con su constante recordatorio, tal que “pepito grillo” de lo que no hemos conseguido, de dónde no hemos llegado. Hemos de saber decir NO, hemos de alejar a estas personas, por mucho que nos pueda doler la situación, ya que algunas veces, incluso personas que nos puedan querer, que nos aprecien, pueden caer en este “machaque” incluso, pensando en que lo hacen por nuestro bien, para “que no suframos”.
Ya lo hemos comentado desde esta ventana muchas veces, el no conseguir algo, el no alcanzar una meta, es decir, el sufrir un fracaso no tiene porqué ser ningún final. Todo lo contrario, puede ser el principio de una nueva aventura, de un camino diferente, de algo distinto, o simplemente el aprendizaje que nos haga repetir, pero de diferente manera, para así alcanzar la meta, esta vez desde otra perspectiva, haciendo cosas diferentes, yendo por sendas alternativas.
Como siempre hemos defendido desde nuestro dulce bastión azucarero, un error, un fallo, es simplemente eso, no supone para nada ningún final. No hay que rasgarse las vestiduras, ni quedarse anclado. Hay que indagar porqué se ha producido, pedir disculpas si es necesario, y seguir hacia adelante, poniendo en práctica lo aprendido, y sobre todo, sin perder la ilusión, sin perder las ganas, con la misma pasión, o incluso con más. Lo hemos dicho por activa y por pasiva, si te caes te levantas, no hay más. La “Teoría del Tentetieso”. La verdad es que no es fácil, pero tampoco imposible. Como hemos dicho muchas veces, hay que querer, hay que hacerlo y hay que ser constante. Esa es la auténtica fórmula del éxito. No hay más secreto.
Evidentemente no queremos engañar a nadie, fácil no es. Porque duele mucho cuando te caes, porque hace daño el que te zancadilleen, porque a veces te faltan las fuerzas, porque hay momentos que crees que no vas a poder seguir, pero pese a todo, es importantísimo seguir, y seguir y seguir y no parar. Contra viento y marea, seguir haciendo, haciendo y haciendo. Es muy complicado, no nos engañemos, pero es posible, y en ello estamos. No desistáis.
“Me lo contaron y lo olvidé, lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí” – Confucio
El refranero español, siempre sabio, ya decía que nadie escarmienta en carne ajena… y qué verdad que es. Cuando se habla de que el aprendizaje tiene que ser práctico, sea cual sea el tipo de materia sobre la que verse la formación, se está diciendo una verdad universal. Hoy queremos reflexionar precisamente sobre estas cuestiones.
Es muy fácil decir lo que hay que hacer, es muy fácil ser el dueño o dueña de teorías concienzudas e interesantes acerca del cambio, de la libertad, de la fuerza… de mil cosas. Es fácil sentarse y ver cómo suceden las cosas, pero ¿eso es aprender? ¿Así se puede realmente saber hacer algo? Sinceramente, por mucho que haya quien piense que sí, la realidad es que humildemente decimos que no. Hasta que no conduces no sabes conducir, por mucho que tengas un carné. Hasta que no te caes de una bici y te vuelves a subir, las veces que sean necesarias hasta conseguir mantenerte y recorrer el mundo si fuera necesario, no sabes montar en bicicleta… y así podríamos decir con todo. Por ello apliquémonos el cuento.
Durante estos meses, en los que se han producido muchos cambios, afrontado retos, y derribado muros, hemos podido experimentar en su máxima expresión lo que hoy comentamos. Sólo aprendemos de lo que hacemos, de lo que somos capaces de llevar a cabo. Cualquier otro planteamiento, sería una falacia. Además, haciendo es cómo descubres dónde están realmente tus límites, y aprendes a superarlos. Haciendo consigues una formación, imposible de pagar con cursos de miles de hora teóricas. Cuando haces, sientes, y cuando sientes, aprehendes, que es mucho más, que simplemente aprender o conocer.
Es cierto que muchas veces nos deslumbran las metas, y queremos alcanzarlas ¡¡¡yaaaa!!!. Queremos resultados rápidos. Estamos en la era de Internet y todo lo queremos aquí y ahora. Pero amigos y amigas, por mucho que exista el ciber espacio, al final, en esta vida, lo que sigue funcionando y lo que nos hace realmente alcanzar nuestros sueños, que ya sabemos que hemos de transformar en metas, no es otra cosa que “el a fuego lento”. Poco a poco y paso a paso. No podemos pretender obtener resultados que vengan por la vía fácil de la rapidez. Probablemente a los que somos hijos de la “cultura del pelotazo” y hemos podido comprobar sus consecuencias, esto no habría que decírnoslo, pero como el hombre (y por supuesto la mujer) es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, seguimos buscando la dieta milagrosa, que nos haga perder peso rápido, compramos el método de las mil palabras para “dominar” un idioma en cien días, ese negocio que nos haga enriquecernos de un día para otro. Nos ponemos extensiones en el pelo, en las uñas… Buscamos que un par de agujas nos hagan odiar el tabaco… en definitiva nos alejamos del esfuerzo, de hacer, hacer y hacer, para aprehender, e intentar de esa manera, mejorar y a ser posible, no olvidar.
Lamentablemente venimos a desvelar un secreto… no se puede engañar al tiempo. Las cosas requieren de su momento. Los aprendizajes necesitan superar niveles, seguir pasos, que hay que ir dando, uno tras otro. Y además, por si fuera poco, nadie puede hacerlo por nosotros mismos. Si focalizamos nuestro anhelo en la meta, pensando que el camino va a ser de rosas, probablemente estemos auto avocándonos al fracaso… Es importante que seamos conscientes de que al final lo que cuenta es el esfuerzo, pero no sólo el esfuerzo, sino que algo que si cabe es hasta más importante, por la dificultad que entraña… nos referimos a la constancia. Esforzarnos un día está bien, y cualquiera lo puede hacer. El secreto de la pirámide radica en hacerlo todos los días, ese es el verdadero genio de la lámpara.
Seguro que hoy no estamos descubriendo la pólvora, porque todos y todas habéis pensado en estas cuestiones, y seguro que hasta las tenéis claras, así que sólo falta una cosita… la acción. Pasar del dicho al hecho. Como siempre decimos desde esta ventanita que abrimos cada semana… se trata hacer, hacer y hacer… si nos caemos, nos levantamos, nos sacudimos y seguimos a lo nuestro, que es hacer, hacer y hacer…
Hasta la próxima semana, y de verdad, y de corazón, no lo dejéis para mañana. Quien os escribe se ha equivocado tanto, y ha dejado tantas cosas para mañana que cuando quiso darse cuenta, casi que no tiene remedio… por eso, empezad ya, no esperéis, porque la espera lo único que trae es a la postre, desespera. Y por supuesto, no te rindas, cuando las cosas se pongan difíciles, por muy feas que pinten… sigue haciendo, intentando, inventado. No pares, porque entonces sí que habrás perdido todo.