Termina 2015 y llega 2016… sigamos siendo valientes y valientas.

Termina 2015 y llega 2016… sigamos siendo valientes y valientas.

El nueve de marzo comenzábamos una aventura con la que queríamos compartir toda una serie de vivencias, de experiencias, de pensamientos, de momentos… en definitiva con la que compartir lo que nos sucedía, contando cómo nos sucedía y compartiendo la filosofía con la que afrontábamos retos y asumíamos riesgos. La base con la que partíamos en este viaje, algo tan común como un azucarillo. ¿Quién no se ha parado a leer sus frases, y en muchas ocasiones ha sido precisamente esta lectura la que le ha servido para tener una toma de contacto con la realidad y hasta para solucionarnos el problema del día? Todos y todas los hemos utilizado y hasta nos han aliviado en algún momento, dándonos la clave que andábamos buscando. Pues precisamente los azucarillos fueron el elemento elegido para guiarnos y acompañarnos por un camino, que para qué vamos a engañarnos, en 2015 ha tenido más espinas que rosas, pero que pese a los continuos pinchazos, hemos seguido y seguido y seguido y estado y estado y estado. Nos hemos caído muchísimas veces y nos hemos levantado más.

Esta aventura comenzaba con una llamada a la acción, ya que estamos en el tiempo de los valientes y de las valientas, y os animábamos a que os “apuntarais”.  Recordamos “La auténtica valentía es levantarte por la mañana, salir a la calle y enfrentar la vida haciendo que las cosas ocurran, moviéndote, peleando, yendo y viniendo. Valentía no es decir que voy a moverme, voy a pelear, voy a ir o voy a venir, eso se llama procrastinación, y es justo lo contrario a lo que aquí hemos querido trasladar.

Hasta ahora, ha habido un total de 43 altos en el camino. Cuarenta y tres veces nos hemos parado, hemos respirado y hemos compartido la vorágine que nos ha tocado vivir durante estos meses. Hemos hablado mucho de acción, de hacer, de no esperar a que las cosas ocurran y ser nosotros quién las propiciemos, aprendiendo a adaptarnos al cambio y viendo en este oportunidades y no muros. Muchas veces hemos hablado de lo importante de intentarlo, aunque nos equivoquemos, porque siempre nos quedará el al menos haber luchado por conseguir nuestros objetivos, y por supuesto recurriendo siempre a la pasión, como el motor de nuestras existencias, reivindicando la equivocación y el error, como método de aprendizaje, ya que cuando asumimos riesgos y actuamos, por supuesto cabe la posibilidad de que nos equivoquemos y esto no significa nada más que aprender y seguir hacia adelante.

Hemos recordado que el éxito en gran medida depende de nosotros y de nuestra tenacidad, de no cansarnos, de no tirar la toalla y sí de seguir en el empeño. Hemos hablando de que las elecciones que hagamos deben de ser nuestras, y que así hemos de asumir también las consecuencias de las mismas, no dejando que sean los demás quiénes decidan por nosotros. Por supuesto hemos querido hablar sobre la importancia de reconocer nuestros errores, y de la importancia de tomarse un tiempo para reflexionar.

Caímos y nos levantamos con vosotros y vosotras y analizamos cómo un final puede traer un comienzo y porqué no hay que tirar la toalla, siendo conscientes en todo momento de lo importante que es vivir el presente y no perderse en lo que pudo haber sido y no fue, o en lo que pasará, porque no lo sabemos, no lo podemos conocer. Os invitamos a la revolución, a no soñar y a atreverse a hacer, a no dar excusas, a perder el miedo al silencio… Por supuesto tuvimos un momento para recordar a esas personas que nos ayudan y que están a nuestro lado, unas veces con más visibilidad y otras con menos.

En definitiva ha sido un año, que hemos compartido, con sus luces y con sus sombras, son sus alegrías y con sus tristezas. Un año en el que sobre todo hemos querido ser valientes, mirar hacia adelante, viviendo el presente y no dejando de hacer, de intentar, de inventar. Muchas gracias por haber estado a nuestro lado, por haber compartido nuestras reflexiones. Muchas gracias por esos azucarillos que nos habéis hecho llegar.

En definitiva, muchas gracias por haber estado, en las duras y en las maduras. A quiénes se fueron, simplemente les deseamos lo mejor, y a quiénes han llegado y sobre todo a quiénes se han quedado, decirles que nuestro agradecimiento se sincero y que la mejor manera de demostrarlo es seguir haciendo, seguir creciendo, y nunca parar.

Aquí estamos, todo preparado para compartir con todos vosotros y vosotras 2016, y para que igual que habéis estado en horas bajas, sigáis cuando lleguen las altas. ¿Empezamos a hacer nuestra lista de propósitos para este próximo año?

Feliz año nuevo para todo el mundo.

Quiero vivir, quiero equivocarme

Quiero vivir, quiero equivocarme

quiero vivir

“Aquellos que tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar” – Albert Einstein

Es curioso la llamada a la importancia de la acción y a la necesidad de la misma de precisamente un filósofo, Platón, que vivió hace más de dos mil años (427-387 a.C.) y que además ha pasado a la historia por ser el creador de la Teoría de las Ideas, y ser un firme convencido de que para llegar al conocimiento de la realidad, había que hacerlo a través de la razón y el entendimiento, dejando de la lado a los sentidos, que tienen un efecto engañoso sobre dicha realidad. Pues hasta el creador de este «mundo de las ideas» arengaba a que hombres y mujeres actuaran.

La teoría está muy bien. Los planteamientos son muy necesarios, pero nada cobra su auténtica dimensión sino se pasa a la acción. Pensar y no hacer es como tener miedo a vivir. Es un planteamiento que puede ser de personas vagas, es decir, poco trabajadoras y que se recrean en su propia autocomplacencia, en el decir cómo hacer, pero no en hacerlo; en pasarse la vida desarrollando modelos, pero no arremangándose para ponerse a trabajar en los mismos. O también puede ser un planteamiento, peor aún, de personas cobardes, que no se atreven a hacer lo que dicen, que no se atreven a vivir como sienten, se abstienen de todo, en pos de vivir de teorías y de ideas, que en la mayoría de los casos no son propias.

Quedarse en el lado de la teoría, y no pasar al lado de la acción, es vivir en la confortabilidad y la seguridad que da el no atreverse a hacer, y así no asumir el riesgo de equivocarse. Si no hago, no me equivoco. Pero una vez más y como muchas veces hemos dicho en esta sección, eso es simplemente optar por no vivir una vida plena. Es optar por ser espectador, es alejarse de ser protagonista. Al igual que pasarse la vida preparando y preparando la tierra para que esté perfecta para producir, pero nunca encontrar el buen momento para sembrar, porque siempre se tiene como excusa buscar la perfección -la semilla perfecta, la temporada perfecta, la herramienta perfecta- es perder la oportunidad de conseguir magníficas cosechas, aunque asumiendo que puede venir un granizo, una plaga o una sequía que nos la arrebate, el estar siempre buscando el momento ideal para salir a buscar trabajo, para quedar con amigos, para mejorar nuestro físico o nuestra salud, es perder una tras otra oportunidad en la vida de que nos pasen cosas, de que podamos avanzar, de que podamos crecer, de que podamos ser mejores y también de que seamos más fuertes. Sólo avanzamos cuando nos caemos y nos volvemos a levantar, cuando erramos y rectificamos aprendiendo de lo que hemos hecho mal e intentando no volver a repetirlo. Y para todo eso, sólo nos vale hacer, hacer y hacer.

Eso no significa que no haya que formarse, que no haya que aprender, ni mucho menos. Pero siempre hemos de tener en nuestro punto de mira la acción. Al igual que nos parecería un desperdicio el pasarse la vida estudiando medicina para nunca ejercer o nunca curar a nadie, o el ser arquitecto y nunca desarrollar la construcción de nada, igual de desperdicio es quedarse en la teoría y no avanzar con la práctica. Tenemos que vencer el miedo y la ansiedad que nos provoca el fracaso, porque si la humanidad ha avanzado con el «ensayo-error», a nivel individual y grupal, nuestra evolución también tiene que estar en ese binomio capaz de mover el mundo. Atrevámonos. Si nos equivocamos, aprendamos a hacerlo de otro modo y volvamos a arriesgarnos. Sólo así creceremos, mejoraremos, y lo que es fundamental, sólo haciendo nos sentiremos plenamente vivos. Equivocarse siempre demuestra una valentía, no atreverse a probar, una cobardía. Podemos elegir la aventura de vivir, o la cobardía de no arriesgar. Que cada cual elija, pero al igual que elegimos la pasión, desde aquí también elegimos la valentía.