La riqueza de no tener dinero

La riqueza de no tener dinero

“La gratitud es riqueza, la queja es pobreza” – Doris Day

Hoy queremos hablar del vil metal, sí de eso a lo que llamamos dinero, billetes, pasta, money… y miles de cosas más. Parece que nos han enseñado desde pequeñitos a que hablar de dinero es de mal gusto, y que es mejor no hacerlo. Esto lleva a que en una entrevista de trabajo salgas sin conocer el sueldo, incluso a que haya quien empieza a trabajar y no sabe lo que ganará. También a que no preguntemos el precio de determinadas cosas y después nos llevemos sustos de muerte. Hablar de dinero es de mal gusto, pero ¿por qué?

Está claro que el dinero no da la felicidad, eso dicen, y debe de ser cierto, porque hay personas que lo tienen, y además mucho, y sin embargo, tienen vidas muy desgraciadas. Aunque hay que reconocer que no tenerlo es también muy complicado y hace que las cosas no sean nada fáciles. Vivir con esa angustia perenne de si llegaré o no, de si podré o no, la verdad es que desde luego, recomendable para la salud no es. Es probablemente uno de los tipos más asfixiantes de “angustia vital”, os lo podemos asegurar… pero hoy la reflexión que queremos hacer es otra. Probablemente si preguntáramos en la calle, nos encontraríamos con que la gente nos respondería que la pobreza es la falta de dinero, la falta de recursos. De hecho esa es la definición que también da la Real Academia de la Lengua Española… aunque desde nuestro punto de vista, el significado real es otro.

No tener dinero, no es ser pobre, no tener dinero es simplemente un hecho temporal, mejor cuanto más momentáneo, pero no es una característica que defina a una persona. Ni mucho, menos, y pensamos que en ese sentido, tal vez estamos realmente muy confundidos y confundidas. El ser humano que es pobre es quien no atesora ningún tipo de cualidad. Es aquella persona que no es humilde, que se siente más que el resto. Es la persona arrogante, que piensa que es mejor que las demás. El pobre o la pobre son quiénes ponen su interés por encima de cualquier cosa, aquellos que son incapaces de dar, porque parece que sólo aprendieron a pedir. Pobre es quien no tiene valentía, quien prefiere esconder la cabeza bajo tierra y no remangarse y enfrentarse a la vida, a las personas, a las situaciones. Los pobres son los que no se atreven a vivir, los que prefieren estar dentro de su círculo de comodidad, dentro de aquellos que conocen, aunque lo odien, porque les falta ese espíritu rico que los haga querer crecer, querer volar, querer hacer más grande su mundo.

Pobres son quiénes preguntan primero ¿qué me vas a dar? Antes de decir, ¿en qué te puedo ayudar? Pobres son los que se conforman con lo que les viene, los que no luchan, no pelean por alcanzar aquello que realmente quieren. Renuncian a sus sueños, porque esa es la mejor manera de vivir en la anestesia, por si finalmente, después del esfuerzo, no pudiera llegar a cumplirlos. Pobres son quienes se levantan, pensando en acostarse, y quiénes cuando van a la cama se limitan a dormir, no a soñar. Pobres son las personas que cuando miran atrás o a los lados, ven que no hay nadie que las acompañe en el camino, porque nunca se preocuparon de cuidar a quiénes estaban, a quienes querían acompañar, a quiénes lo daban todo, y no pedían.

Como podéis ver se puede tener mucho dinero, y ser muy pobre. De la misma manera se puede no tener nada prácticamente y ser una persona rica. Una persona que lucha, una persona activa, una persona que inventa, que sabe que si te caes, te tienes que levantar, que sabe que en esta vida, los sueños sólo se alcanzan con mucho trabajo, con mucho esfuerzo, y aún así, sin ninguna garantía. Una persona rica es la que regala su tiempo, la que comparte, la que siempre está cuando se la necesita, la que no pide, la que da. La que sabe el valor de una sonrisa, y también el de las lágrimas. La que nunca llorará porque le duela algo, a no ser que ese algo sea el alma, y además lo hará sin esconderse, porque también se puede ser rico o rica en emociones, en sensaciones, en vivir las cosas tal como se sienten, aislándose del qué, del cómo y del con quién, tradicionales…

Dicho todo esto, hoy queremos decir algo, no tenemos dinero, las cosas son difíciles, pero sabemos que eso es un hecho temporal y externo… pero ojo, no somos pobres, tenemos la mayor de las riquezas, porque tenemos la valentía de enfrentarlo todo, de caernos y de levantarnos, de no parar de buscar, de no parar de creer, de no parar de hacer… no necesitamos nada más, porque lo tenemos todo. Son mucho más las cosas que tenemos que no cambiaríamos por dinero que las que sí, lo que nos hace inmensamente ricos.

https://www.youtube.com/watch?v=-puxtArs-6s

Apuesta por el aquí y el ahora, el mañana no es ganador.

Apuesta por el aquí y el ahora, el mañana no es ganador.

apuesta por el aqui y el ahora“Cuida el presente porque en él vivirás el resto de tu vida” – Facundo Cabral

Qué difícil es ser capaz de estar en el sitio y en el momento adecuado, ¿verdad? Para quiénes llevamos toda nuestra vida con la sensación de haber llegado temprano o haber llegado tarde a los sitios, a los espacios, a los tiempos, a todo, este pesar se convierte en una dura carga. Y es entonces cuándo te preguntas, a lo mejor, simplemente no es que “la vida me tome el pelo, haciéndome llegar temprano o tarde”, a lo mejor es que sencillamente, “no soy capaz de ver el momento”. Realmente pensamos que de esto, hay mucho más.

A toro pasado, es muy fácil decir, si es que llegué tarde, o qué horror porque llegué demasiado pronto. De hecho, si nos ponemos la mano en el pecho, muchos y muchas de nosotros deberíamos reconocer que en más de una ocasión hemos utilizado esta pseudo excusa para explicar determinados comportamientos que hemos tenido, o situaciones que hemos vivido. Entonemos el mea culpa. Esta semana nos hemos propuesto reflexionar sobre cuánto de verdad, hay en estas afirmaciones.

Cuando algo no nos ha salido bien, nos gusta decir aquello de que no era el momento, pero ¿cuándo es el momento? Durante estos meses lo hemos estado comentando, y creemos que debemos de estar de acuerdo, en que el momento para hacer las cosas es “AQUÍ Y AHORA”. Es cierto que hay situaciones más propicias, pero a veces, esperamos tanto que ese momento idílico llegue, que al final, sencillamente, se nos pasa de verdad el tiempo y entonces sí que se nos escapa el tren.

Al final se trata de aprovechar, no ya sólo el momento, sino que los momentos. Si hoy no es buena ocasión porque llueve, si mañana es mala porque hace demasiado sol, o si pasado es peor porque hace viento, al final, no haremos nada, y caeremos en algo de lo que hemos hablado ya en algunas ocasiones. Caeremos en la procastinación, bonito palabro que no significa más que “postergar, postergar, postergar”, decir mañana, mañana, mañana… total, no hacer hoy que es cuando hay que hacerlo.

Está claro que es muy fácil decirlo, y que lo difícil es olvidarse del mañana y pensar que sólo existe el hoy. No vamos a decir lo contrario, pero también es cierto que si HOY no empezamos a cambiar, NUNCA lo conseguiremos, y al final siempre viviremos en ese MAÑANA que nos impide avanzar y crecer.

Una pregunta que nos puede surgir es ¿se puede? ¿es posible dejar de ser un procrastinador o una procrastinadora? ¿O se es genio y figura hasta la sepultura? Pues la verdad es que si se quiere, se puede. No es fácil, porque cambiar las actitudes y los comportamientos es muy, muy complicado, pero poder sí que se puede. Sólo tenemos que querer, pero que querer de verdad. En nosotros está el ser capaces de hacerlo, en nosotros está el aprender a vivir en el aquí y en el ahora. Obvio que cuesta sangre, sudor y lágrimas, porque es más “guay” está en el círculo vicioso de la procrastinación, pero si queremos, repito, sólo tenemos que hacerlo. Para conseguirlo, hemos de encontrar esa motivación que nos sirva de guía cuando estemos a punto de cejar en nuestro empeño. La motivación puede ser el dinero, puede ser la autosatisfacción, puede ser la fama, o puede ser el amor… da igual, sólo hay que buscarla y aferrarse a ella.

Si dejamos de ser procrastinadores y procrastinadoras, y empezamos a vivir el presente de verdad, será mucho más fácil que sepamos aprovechar el momento y así convertirlo en el adecuado. Nos equivocaremos mil veces, pero al menos lo estaremos intentando. Esta frase la hemos repetido hasta la saciedad, y ojo, la de veces que nos queda por repetirla. Ya sabéis cuál es la seña de identidad de la casa. Hacer, hacer, hacer. Trabajar, trabajar, trabajar. Aunque por supuesto no siempre es fácil, y muchas veces nuestros propios fantasmas en forma de ego, nos lo ponen muy difícil, pero la práctica nos da la razón. Se puede. Ahora hay una campaña en tv que dice que se necesitan 21 días para convertir una actividad en un hábito y para cambiar, si realmente lo queremos. Particularmente creemos que hace falta alguno más, pero venga, hagamos un trato y comencemos por esos 21 días, viviendo en el aquí y en el ahora, y no diciendo ni una sola vez, mañana. Dalo todo, porque no sabes lo que pasará mañana, ni tan siquiera si habrá o no.